Domingo, 29 de marzo,
2015
Escándalos y
demandas minan la imagen de Bachelet y Rousseff
Del escándalo
político a la investigación judicial. Financiamiento ilegal a campañas
electorales, evasión tributaria, tráfico de influencias y uso de información
privilegiada son, entre otros, los presuntos delitos que indaga la justicia
chilena y que ha puesto bajo sospecha a parlamentarios, excandidatos y hasta el
hijo de la presidenta Michelle Bachelet.
En medio de
las graves denuncias que han afectado la popularidad de la mandataria chilena,
hasta llegar al 30%, ha anunciado nuevas medidas anticorrupción orientadas a la
declaración de patrimonio de los funcionarios públicos.
Una salida
que ha adoptado recientemente la mandataria brasileña Dilma Rousseff, quien
también enfrenta un bajón en su popularidad (10,8 %) por el escándalo de
corrupción de la empresa estatal Petrobras, que se develó hace un año, en el
que están bajo investigación 103 personas, 51 de ellas funcionarios públicos en
su mayoría del oficialista Partido de los Trabajadores (PT).
Bachelet y
Rousseff, líderes políticas de izquierda que se han sumado a los gobiernos de
la región con tendencia al socialismo del siglo XXI, enfrentan hoy en sus
segundos mandatos unos mínimos históricos de apoyo en medio de una profunda
crisis política.
Ambas
prometen transparencia en los procesos judiciales. Anteproyectos de ley que
endurecen las penas por delitos de corrupción son parte de las medidas
anunciadas por Rousseff después de la masiva protesta del 15 de este mes. Bachelet,
quien enfrenta elecciones municipales en el 2016, descartó cualquier intento
por bloquear las investigaciones. Creó un consejo asesor para que elabore una
propuesta de ley que regule mejor la relación entre política y negocios.
En Chile, la
mañana del 7 de marzo en medios y redes sociales se había instalado un intenso
debate sobre la capacidad de la justicia chilena frente al poder. Por radio y
televisión se retransmitió la resolución del juez Juan Escobar en el caso Penta
(nombre de la empresa bajo investigación), el mayor escándalo de corrupción del
país.
Un caso que
comenzó hace más de dos años con una denuncia por fraude tributario contra los
controladores y altos ejecutivos del grupo Penta, un banco de inversiones que
maneja activos por más de 20.000 millones de dólares.
Durante la
transmisión de la audiencia el juez ordenó la prisión preventiva de Carlos
Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín, dueños del grupo chileno Penta, y otros
cuatro implicados por los presuntos delitos tributarios, soborno, cohecho y
lavado de activos.
Délano y
Lavín han admitido el financiamiento irregular de candidaturas políticas
vinculadas, la mayoría, a la derecha chilena. Para muchos la decisión judicial
es un golpe inédito a la clase empresarial y a la Unión Demócrata Independiente
(UDI), el partido -según la fiscalía- más beneficiado de estos aportes ilegales
en campañas electorales.
Un impacto
que se suma al caso Caval o llamado por la prensa como “Nueragate”, en el que
involucra a Sebastián Dávalos, hijo de la presidenta, y a su esposa, Natalia
Compagnon, quienes enfrentan acusaciones por “uso de información privilegiada”
y “tráfico de influencias”, después de que concretaran un negocio millonario de
especulación inmobiliaria.
Las revelaciones y detalles de ambos casos, que se han dado a conocer a
través de la prensa, han causado indignación en varios sectores de la sociedad
chilena que el 16 de este mes salió a las calles para reclamar por reformas en
la educación, pero también por una Asamblea Constituyente que permita reformar
la Constitución y sepulte la de Augusto Pinochet (1980). Para hoy se anuncian
nuevas marchas convocadas a través de las redes sociales. Mientras que en
Brasil, en medio del escándalo de Petrobras, la Policía Federal desmanteló una
red que habría desfalcado con 6.000 millones de dólares al fisco. (I)
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