José Hernández
Todo es
del poder. Todo. El poder mismo. Las instituciones. Las palabras. La
comunicación. Las tutelas, pensadas para que la gente se defienda. Los
fiscales. Los jueces. La libertad de las personas. La ley. La Constitución.
Todo. Hasta el humor. Ah, y ahora también los logos de las instituciones
públicas. Todo es de ellos.
¿Han visto la carta de la Secom contra Fundamedios? Es
una amenaza por haber usado su logo en un arte para graficar una nota (Rafael
Correa, autor del Quijote) de Roberto Aguilar en su blog personal.Ahora
van tras los blogs.
Se
entendía que el poder es de la nación. No de un grupúsculo.
Se
entendía que la nación lo presta a los políticos que ganan
democráticamente las elecciones. Lo presta, no lo cede.
Se
entendía que ese poder está al servicio de los mandantes. No al revés.
Se
entendía que ese poder tiene término. No es eterno.
Se
entendía que se votó por un Presidente. No por un autócrata.
Se
entendía que los funcionarios son servidores. No verdugos.
Se
entendía que todos deben responder por sus actos. Acciones y omisiones.
Se
entendía que las instituciones pertenecen a la nación. No a particulares.
Se
entendía que se elige un gobierno para administrar. No para aterrorizar a la
nación.
Pues
no. Entendimos mal.
El
poder es del correísmo.
La
nación está a su servicio.
Sus
funcionarios creen que los ciudadanos les deben pleitesía.
Burócratas
mediocres convencidos de que la nación debe aceptar sus ilegalidades. Sus
tribunales inquisitoriales. Sus fallos amañados. Su ironía infame. Su abyecta
arrogancia. Su vileza.
Ahora
ni siquiera podemos reírnos. O utilizar logos que son pagados con el dinero de
la nación y que identifican entidades que deberán responder ante los jueces –un
día lo harán– por su ruindad.
Tanta
mezquindad lo único que prueba es el deseo infinito de perseguir, de extinguir
social y políticamente ciudadanos e instituciones de la sociedad civil que
no hacen parte del tropel que se cree dueño del país. León Febres Cordero
pretendió serlo. Pero la historia prueba que fue un monaguillo al lado de los
grandes sacerdotes que hoy disponen del patrimonio nacional y de la vida, la
honra y el destino de los ciudadanos.
¿Cómo
no saludar, ante tanta cicatería política y moral, la actitud digna de diario
La Hora? Sus directivos, exhaustos ante la persecución, han recurrido al
derecho a la resistencia. Y han decidido desconocer los tribunales
inquisitoriales del correísmo.
Ya era
hora. Se dice fácilmente. Pero es un salto mortal para una empresa periodística
que se encuentra en total desamparo bajo este gobierno. Y luego dirán –como ya
dijeron de Vanguardia, de diario HOY y de otros– que su ley de comunicación,
sus inquisidores y sus persecuciones nada tienen que ver con la venta,
quiebra o cierre de los medios de comunicación que, dignamente, decidieron no
plegar. No someterse.
Ahora
hasta los logos les pertenecen. ¿Qué queda a los ciudadanos ante leyes
absurdas, jueces que oyen cómo fallar en las sabatinas y funcionarios que solo
atinan a ser comisarios políticos de baja ralea? ¿Qué queda a los ciudadanos
ante un equipo gubernamental -empezando por el Presidente- convencido de ser el
dueño del país, las instituciones, los jueces, los fiscales, el patrimonio
nacional, las palabras, la Ley, la libertad de los otros… Y ahora hasta la risa
y los logos?
¿Cómo
referirse a ellos y a las entidades o instituciones que administran si ya
registraron nombres y logos y pueden perseguir a los ciudadanos por usarlos?
¿Cómo
hablar de la realidad si esta no existe como se ve y solo debe existir, en la
conciencia ciudadana, como ellos quieren que se vea?
¿Cómo
hablar desde la ciudadanía si para ellos no son ciudadanos aquellos que no se
unen al tropel que debe caminar al paso?
Todo es
del poder. Todo es de ellos.
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