Felipe Burbano
de Lara
Torpeza y
delirio ideológico
Estados Unidos
ha dado la mejor oportunidad a los defensores de la revolución venezolana para
reforzar su tesis de una desestabilización imperialista al proceso de
transformación socialista y de ese modo permitirles seguir con sus ojos bien
cerrados frente al trágico, triste y doloroso desenlace de la dinámica
bolivariana. El error de los Estados Unidos hizo posible que la estrategia de
Maduro se imponga en esta coyuntura crítica: magnificar hasta el paroxismo el
papel del imperialismo como actor político. Los cancilleres de Unasur han
sellado ese triunfo con una declaración que rechaza de modo unánime la política
injerencista norteamericana sobre la soberanía de Venezuela, pero dice muy poco
sobre la penosa situación de los derechos políticos en ese país, con los
líderes de la oposición presos. La declaración apenas apoya la resolución
democrática y pacífica, por la vía constitucional, de los conflictos internos
de Venezuela. Por lo pronto, la respuesta venezolana fue la ley habilitante:
superpoderes a Maduro para enfrentar la amenaza norteamericana. Ya veremos en
contra de quiénes se usa y despliega ese poder presidencial hiperreforzado.
La izquierda agita sus propios
delirios a partir de la torpe declaración de Estados Unidos de considerar a
Venezuela una “amenaza extraordinaria e inusual” a su seguridad nacional. La
declaración aviva el resentimiento antiimperialista y el espíritu nacional de
América Latina fruto de una historia larga de intervenciones, pero también la
ceguera ideológica de la izquierda en el continente y su tendencia a dejar de
lado el más mínimo sentido crítico cuando uno de los suyos gobierna. Por
ejemplo, ni una sola palabra sobre los activos de los funcionarios del gobierno
venezolano congelados en Estados Unidos. Ni una sola palabra y menos todavía
una pregunta. La condescendencia resulta total. Basta leer la página de opinión
de El Telégrafo del viernes último, y su editorial del día martes, para
comprobar el paroxismo ideológico. Un columnista se pregunta, nada y nada
menos, si se pasará del golpe blando a la invasión. La declaración gringa daba
la prueba final que andaban husmeando. El martes pasado, el editorial del mismo
periódico afirmaba, sin inmutarse: “La estrategia contra Venezuela se desnuda
de a poco y con fuerza”. Resulta inaceptable la declaración de Obama –añadía el
editorial– frente a un país que “afronta con responsabilidad sus dificultades
internas”. ¡¿Quéééé?!
El problema de Venezuela es otro: la
precariedad de su propio proceso y la pérdida de fuentes de legitimidad de un
poder que se aparta de todo principio democrático bajo el argumento de llevar a
cabo un proyecto socialista en medio de una bonanza inédita y desperdiciada.
Sin su fuente de legitimación carismática, sin recursos económicos,
sosteniéndose en el poder de los militares y en la restricción de los derechos
políticos de modo aberrante, sin alimentos, con servicios deteriorados y con
una permanente concentración de poderes en el Ejecutivo, Venezuela va hacia el
abismo. El empujón imperialista apenas les da un respiro a los simpatizantes
del proceso para disimular todo lo que sus ojos se niegan a ver, pero alimenta
lo más grave: su delirio ideológico. (O)
No hay comentarios:
Publicar un comentario