POR: FELIPE AGUILAR AGUILAR
Publicado en la Revista El Observador
En esto de hilvanar las nostalgias y remendar las añoranzas hoy queremos recordar a uno de nuestros profesores en las ya muy lejanas aulas de la escuela Honorato Vázquez, un maestro de música y compositor del pasacalle eterno, La chola cuencana, el SEÑOR así con todas las mayúsculas y todos los merecimientos, Rafael Carpio Abad.
Decimos esto porque Carpío Abad fue un gran señor de su vida y un auténtico arquitecto de su destino. En efecto, la precaria economía de su hogar, la muy temprana orfandad, pues su madre fallece cuando el artista no había cumplido un año de edad, un alegre e irresponsable descuido de una empleada doméstica que produjo un desdichado accidente que le dejará lesionado de un pie hasta el final de sus días, concurrieron para que el artista conozca los vendavales de la existencia que acaso pudieron derrotarle si es que no los hubiera afrontado con valentía, tenacidad y, sobre todo, con absoluta fe en sus propias posibilidades.
Esa fe y esa confianza en sí mismo hizo que su adolescencia recorra caminos diversos. Estudió litografía e hizo incipientes trabajos de imprenta; trabajó en artesanías muy cuencanas como la hojalatería y el sobrero de toquilla;   en Guayaquil, la gran ciudad, experimentó todas las tentaciones de la vida nocturna y las desventuras de la soledad y el desamparo: fue lotero, betunero, changador en el puerto hasta que pudo retornar a su tierra y comenzar, ya en plena juventud, sus estudios de música, el arte que llevaba en su sangre y para el cual, en definitiva, había nacido.Â
En su autobiografía – un libro diáfano, sencillo y alejado de retóricas y ampulosidades – dice con humor que fue “siete oficios y siete necesidadesâ€�, pero jamás, “un músico a palosâ€� pues fue un autodidacta que se instruyó en los manuscritos, que su padre conservaba, de las lecciones de los grandes maestros del pentagrama cuencano. José María Rodríguez y Luis Pauta R. Así, con devota e incansable práctica diaria, que combinaba con el tejido de sombreros que le servía para subsistir, alcanzó el dominio de múltiples instrumentos, particularmente el piano que llegó a ejecutarlo en forma impecable. Conocido ya plenamente en la vida artística de la pequeña ciudad y con constantes presentaciones en teatros y emisoras radiales de las capitales de la Sierra y, sobre todo, Guayaquil que siempre le acogió en forma generosa,  esta etapa de su vida – nocherniega, aguardentosa y bohemia, pero también fructífera en la creación de sus canciones más populares - fue descrita en forma simpática, zumbona y  cordial por Iván Cantando, seudónimo de Víctor g. Aguilar:
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De su vetusto organillo,
que carga como una cruz ,
salta en “ chorritos de luz�
el embrujo del pasillo
o el infantil y sencillo
ritmo que alegra la escuela
con los que el triunfo que anhela
de fijo ha de conseguir,
pues no en vano han de decir,
que, “ el que menos corre vuela�.
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De su vetusto organillo,
que carga como una cruz ,
salta en “ chorritos de luz�
el embrujo del pasillo
o el infantil y sencillo
ritmo que alegra la escuela
con los que el triunfo que anhela
de fijo ha de conseguir,
pues no en vano han de decir,
que, “ el que menos corre vuela�.
Y, claro, que ese anhelado triunfo llegó y, con él, la estabilidad económica, familiar y profesional . Ejerció, por muchos años, el magisterio en la escuela Federico Proaño y el Colegio Normal Manuel J. Calle y recibió en vida, merecidos homenajes de diversas instancias : Municipalidad de Cuenca, Consejo Provincial de Azuay, Casa de la Cultura ecuatoriana, Ministerio de Educación. Luego de su jubilación, en el año 1969, escribió sus memorias y tuvo la dicha de ver que algunos de sus hijos también se encaminaban por las rutas del magisterio, Su existencia intensa y fecunda llegó a su fin en el mes de febrero del año 2004. Tenía 98 años.Â
ANECDOTARIO.
El arte es producto de honda meditación e intenso trabajo, sin embargo, algunas de las mejores composiciones de Rafael Carpio brotan de una excepcional capacidad de repentizar, algo parecido a lo que los románticos llamaban inspiración. Así, el propio artista cuenta que, en el descanso de una fiesta que amenizaba con su piano, confió a Agustín Cuesta Vintimilla una reciente frustración amorosa con una dama de nombre Luz y que el amigo dotado de capacidades para versificar escribió una letra que Carpio inmediatamente la musicalizó. Así surgió, esa misma noche, el pasillo Chorritos de luz.
El arte es producto de honda meditación e intenso trabajo, sin embargo, algunas de las mejores composiciones de Rafael Carpio brotan de una excepcional capacidad de repentizar, algo parecido a lo que los románticos llamaban inspiración. Así, el propio artista cuenta que, en el descanso de una fiesta que amenizaba con su piano, confió a Agustín Cuesta Vintimilla una reciente frustración amorosa con una dama de nombre Luz y que el amigo dotado de capacidades para versificar escribió una letra que Carpio inmediatamente la musicalizó. Así surgió, esa misma noche, el pasillo Chorritos de luz.
- Marco Tello recuerda que algún san viernes de hace ya muchos años, con Paco Estrella escribieron entre copa y copa el Himno del Colegio Solano, lo llevó Rafael Carpio y el lunes siguiente, los alumnos escuchaban en la educada voz del maestro y con el acompañamiento de su piano, la marcial y emotiva canción : Juventud, juventud, alegría // que la vida la debes vivir; // como el cóndor que nunca se humilla , // no te importe, volando, morir…
- El Himno no oficial de la ciudad, la Chola cuencana, batió todos los records. El propio Rafael Carpio relata que, allá por el año 1949, dirigía un programa musical en Radio el Mercurio en el que acompañaba al piano al dúo femenino Vicuña-Wilchez. Notó que le faltaba una canción y, como andaba a llevar unos versos escritos por Ricardo Darquea Granda, los puso en el pentagrama y las voces femeninas las entonaron en directo y sin ensayos previos. Así, se escuchó por primera vez, el pasacalle con el que los cuencanos decretaban el fin de farra y fin de la fiesta.Â
- Luego de jubilarse, Rafael Carpio trabajó en el Colegio Universitario Fray Vicente Solano y, allí se las vio con bromistas contumaces y temibles como José E. Maldonado y Francisco Estrella Carrión. Un día el Dr. Star, Paco Estrella, en criollo, le saludo con una frase halagadora : Rafico tu si que eres inmortal. Al inquirir las razones para esta insólita afirmación, Estrella le explicó : Es que nunca estiras la pata.
Y, sin embargo, más allá de la broma, Rafael Carpio si es inmortal, pues no hay en el Ecuador quien no haya movido los pies al compás de la Chola Cuencana y son muchos los que todavía suspiran con Chorritos de Luz.Â
Y, sin embargo, más allá de la broma, Rafael Carpio si es inmortal, pues no hay en el Ecuador quien no haya movido los pies al compás de la Chola Cuencana y son muchos los que todavía suspiran con Chorritos de Luz.Â
Es curioso anotar , en nuestra provincia, algunas de las personalidades más importantes, en diversos campos, pierden sus nombres y se incorporen a la historia con sus apodos : el Shuro Córdova, el Muerto Serrano, el Cuchucho Jara, el Corcho Cordero o el inmortal Sucho Carpio .
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