Dos millones de votantes… arrepentidos a los seis meses
Hoy, la centro izquierda exhorta al voto consciente y responsable; al que surge fruto de una reflexión y de una decisión que suspenden por un momento el afecto por una postura ideológica particular y piensa en una visión más amplia, pues acoge a todas: la democracia. No es una actitud cándida, tampoco es un cheque en blanco. Es una posición ciudadana, crítica, plural, que antepone el país a sus legítimas perspectivas políticas.
27 de marzo del 2017
POR: Consuelo Albornoz Tinajero
Profesora universitaria, investigadora y periodista.
Vivimos una crisis económica, política y social que requiere ser enfrentada, y que, según los datos y cifras a dispo-sición del país, es peor que la de hace 20 años".
En mayo de 1996 Ecuador acudió a elecciones presidenciales. En esta, que resultó ser la primera vuelta electoral, participaron 10 candidatos. Los finalistas de esta votación fueron Jaime Nebot, con 1.035.101 votos, correspondientes el 22,87%, y Abdalá Bucaram, con 1.001.071 votos, es decir el 22,11% de adhesiones. La segunda ronda se realizó la primera semana de julio y en ella ganó Bucaram con el 47,84% de los votos, es decir con 2.285.397 papeletas; Nebot obtuvo el 39,99% de adhesiones, o sea 1.910.651 comicios. Informaciones de la época afirmaban que los electores del campo y de las zonas periféricas optaron por Bucaram. La única provincia donde ganó Nebot fue la de Guayas. ¿Por qué?
La articulista de El Universo, Alicia Miranda de Parducci, escribía el 16 de julio de 1996 que Guayaquil le negó su apoyo a Bucaram porque conocía sobre su gestión como alcalde y temía que el descalabro que significó su administración en el Puerto se reprodujera en todo el Ecuador. Efectivamente, aquello sucedió, y lo registra la historia contemporánea.
El triunfo de Bucaram se atribuyó a que los ciudadanos empobrecidos sintieron que sus ofertas de campaña sintonizaban con sus necesidades. Algo que no encontraban en el llamado candidato de las elites, como Bucaram motejó a Nebot. Pero el caso es que el representante de los pobres, como se autocalificó Bucaram, les había engañado. Cuando llegó al poder lo primero que hizo fue diseñar un programa de gobierno híper neoliberal, cuyo principal asesor fue el argentino Domingo Cavallo.
A menos de un mes de su posesión Bucaram anunció que subiría el precio del cilindro de gas de 2.900 sucres a 16 mil sucres, y aunque no concretó la medida, mostró que la “fuerza de los pobres” no pasó de ser un eslogan de campaña. Lo del gas no fue el único anuncio estremecedor. También lo fue el de la elevación del precio de las gasolinas y del diésel, y el envío de un paquete tributario al Congreso Nacional para imponer más gravámenes a las bebidas alcohólicas, a los refrescos, al agua embotellada y a los cigarrillos, entre otros. Aunque fue otra amenaza, Bucaram mostró una vez más su indiferencia ante la penuria nacional. Ecuador sufría, en ese momento, de un subempleo que afectaba al 45 por ciento de su población económicamente activa. Su situación económica era crítica. No en balde acababa de pasar por la guerra del Cenepa.
El siguiente espanto constituyó el anuncio de que desde enero de 1997 se producirían elevaciones mensuales de las tarifas de energía eléctrica y de la telefonía, y se suprimiría el subsidio al transporte público. Ah, y que el cilindro de gas costaría 15 mil sucres y que desde el siguiente semestre se ejecutaría la convertibilidad, que llevó a la Argentina de Cavallo a su peor momento económico. El garrotazo, como se denominó al plan de Bucaram, no fue el único sinsentido del presidente. Apenas estrenado como gobernante reveló al país cuáles serían sus prioridades: grabar discos, jugar al futbol y establecer los gabinetes itinerantes. Si, fue Bucaram quien inventó esta forma ambulante de administrar. No estaba preparado para gobernar aunque sí, en realidad, era muy hábil en la tarima, o cuando bailaba el rock de la cárcel.
Muy pronto el pueblo comenzó a rechazar al desgobierno, como llamaba a la gestión del presidente. Una primera expresión de repudio le propinó la afición futbolera ecuatoriana en el estadio Atahualpa en setiembre de 1996. ¿Cuántos votantes por el bucaramismo participaron en aquella silbatina memorable? Muchos, probablemente. Pero el desplante aparentemente no importó al mandatario, quien continuó con sus escándalos diarios. Siguió ofendiendo a sus adversarios políticos, a los dirigentes sociales y a los periodistas. Sí: a los periodistas. Bucaram no los quería, pero especial antipatía les tenía a quienes trabajaban y escribían en el diario Hoy. Al punto que les dedicó no una sabatina, sino un par de cadenas nacionales para descalificarlos y amenazarlos.
El ímpetu no le alcanzó sino hasta febrero. Desde los primeros días de enero de 1997 las movilizaciones brotaron como torrente: contra el paquetazo, contra las ofensas a las mujeres, contra la represión a los estudiantes, contra las maniobras para dividir a los pueblos ancestrales, contra los líderes sindicales, contra la corrupción, contra los ataques a la libertad de expresión y de prensa, contra la intromisión en la gestión de los gobiernos seccionales, contra el plagio y la copia… Sus protagonistas fueron los estudiantes, las mujeres, los jubilados, los indígenas, los periodistas, los trabajadores, los profesionales.
Frente a tal descontento las fuerzas sociales, a las cuales se sumaron los empresarios, convocaron a un paro nacional para el 5 de febrero. Bucaram reculó de las medidas, propuso una concertación y hasta ofreció rectificar. Pero seis meses de desatinos habían mermado su credibilidad y habían provocado tanto descontento que para el 5 de febrero el grito generalizado fue ¡qué se vaya! Ese día las protestas se dieron en todo el territorio nacional. Según cálculos de la época, al menos 2 millones 200 mil manifestantes salieron espontáneamente a las calles y carreteras de las ciudades y comarcas ecuatorianas. Al final del día Bucaram estaba caído, los ciudadanos, muchos de ellos afligidos por haber confiado en su palabra, le revocaron el mandato.
Tras la destitución de Bucaram, las explicaciones sobre su victoria y derrumbe en apenas un semestre menudearon. El destacado cuencano, Alejandro Serrano Aguilar, en una columna titulada Autores, cómplices y…, publicada el 20 de febrero de 1997 en El Comercio, cuestionó a la centro izquierda de ese entonces por haber contribuido al ascenso de Bucaram con sus “votos suicidas, vergonzantes, renegados”. El columnista consideraba que aquellos electores asumieron esa decisión por resolución de las cúpulas partidarias y por adoctrinamiento. Olvidaron el contenido democrático de sus idearios y aceptaron los elementos fascistas y mesiánicos del bucaramato, afirmaba. Priorizaron sus credos específicos y perdieron de vista los principios democráticos.
¿Por qué traigo a colación estos hechos históricos? Porque se dice que la historia deja lecciones. Y lo que sucedió en 1996-1997 con la elección de Abdalá Bucaram abrió un camino de inestabilidad política, económica y social que produjo descalabros en la vida nacional y afectó a todos los ecuatorianos. ¿Son comparables los escenarios de 1996-97 y de este 2017? En algunos aspectos sí. Vivimos una crisis económica, política y social que requiere ser enfrentada, y que, según los datos y cifras a disposición del país, es peor que la de hace 20 años. En lo que sí es muy diferente es en cuanto se refiere al desarrollo de la sociedad civil y de la ciudadanía en Ecuador. Hoy, la sociedad civil se ha consolidado a pesar de los embates de una década en su contra; y la democracia es un referente clave para cada vez más ecuatorianos. En aquellos años se hablaba del voto suicida, como si las elecciones fuesen una ruleta rusa. Hoy, la centro izquierda exhorta al voto consciente y responsable; al que surge fruto de una reflexión y de una decisión que suspenden por un momento el afecto por una postura ideológica particular y piensa en una visión más amplia, pues acoge a todas: la democracia. No es una actitud cándida, tampoco es un cheque en blanco. Es una posición ciudadana, crítica, plural, que antepone el país a sus legítimas perspectivas políticas. Muestra de ello es aquel video que recoge las miradas diversas de algunos compatriotas y nos invita a todos a reabrir y a ensanchar la democracia republicana. ¿La aceptamos?
La articulista de El Universo, Alicia Miranda de Parducci, escribía el 16 de julio de 1996 que Guayaquil le negó su apoyo a Bucaram porque conocía sobre su gestión como alcalde y temía que el descalabro que significó su administración en el Puerto se reprodujera en todo el Ecuador. Efectivamente, aquello sucedió, y lo registra la historia contemporánea.
El triunfo de Bucaram se atribuyó a que los ciudadanos empobrecidos sintieron que sus ofertas de campaña sintonizaban con sus necesidades. Algo que no encontraban en el llamado candidato de las elites, como Bucaram motejó a Nebot. Pero el caso es que el representante de los pobres, como se autocalificó Bucaram, les había engañado. Cuando llegó al poder lo primero que hizo fue diseñar un programa de gobierno híper neoliberal, cuyo principal asesor fue el argentino Domingo Cavallo.
A menos de un mes de su posesión Bucaram anunció que subiría el precio del cilindro de gas de 2.900 sucres a 16 mil sucres, y aunque no concretó la medida, mostró que la “fuerza de los pobres” no pasó de ser un eslogan de campaña. Lo del gas no fue el único anuncio estremecedor. También lo fue el de la elevación del precio de las gasolinas y del diésel, y el envío de un paquete tributario al Congreso Nacional para imponer más gravámenes a las bebidas alcohólicas, a los refrescos, al agua embotellada y a los cigarrillos, entre otros. Aunque fue otra amenaza, Bucaram mostró una vez más su indiferencia ante la penuria nacional. Ecuador sufría, en ese momento, de un subempleo que afectaba al 45 por ciento de su población económicamente activa. Su situación económica era crítica. No en balde acababa de pasar por la guerra del Cenepa.
El siguiente espanto constituyó el anuncio de que desde enero de 1997 se producirían elevaciones mensuales de las tarifas de energía eléctrica y de la telefonía, y se suprimiría el subsidio al transporte público. Ah, y que el cilindro de gas costaría 15 mil sucres y que desde el siguiente semestre se ejecutaría la convertibilidad, que llevó a la Argentina de Cavallo a su peor momento económico. El garrotazo, como se denominó al plan de Bucaram, no fue el único sinsentido del presidente. Apenas estrenado como gobernante reveló al país cuáles serían sus prioridades: grabar discos, jugar al futbol y establecer los gabinetes itinerantes. Si, fue Bucaram quien inventó esta forma ambulante de administrar. No estaba preparado para gobernar aunque sí, en realidad, era muy hábil en la tarima, o cuando bailaba el rock de la cárcel.
Muy pronto el pueblo comenzó a rechazar al desgobierno, como llamaba a la gestión del presidente. Una primera expresión de repudio le propinó la afición futbolera ecuatoriana en el estadio Atahualpa en setiembre de 1996. ¿Cuántos votantes por el bucaramismo participaron en aquella silbatina memorable? Muchos, probablemente. Pero el desplante aparentemente no importó al mandatario, quien continuó con sus escándalos diarios. Siguió ofendiendo a sus adversarios políticos, a los dirigentes sociales y a los periodistas. Sí: a los periodistas. Bucaram no los quería, pero especial antipatía les tenía a quienes trabajaban y escribían en el diario Hoy. Al punto que les dedicó no una sabatina, sino un par de cadenas nacionales para descalificarlos y amenazarlos.
El ímpetu no le alcanzó sino hasta febrero. Desde los primeros días de enero de 1997 las movilizaciones brotaron como torrente: contra el paquetazo, contra las ofensas a las mujeres, contra la represión a los estudiantes, contra las maniobras para dividir a los pueblos ancestrales, contra los líderes sindicales, contra la corrupción, contra los ataques a la libertad de expresión y de prensa, contra la intromisión en la gestión de los gobiernos seccionales, contra el plagio y la copia… Sus protagonistas fueron los estudiantes, las mujeres, los jubilados, los indígenas, los periodistas, los trabajadores, los profesionales.
Frente a tal descontento las fuerzas sociales, a las cuales se sumaron los empresarios, convocaron a un paro nacional para el 5 de febrero. Bucaram reculó de las medidas, propuso una concertación y hasta ofreció rectificar. Pero seis meses de desatinos habían mermado su credibilidad y habían provocado tanto descontento que para el 5 de febrero el grito generalizado fue ¡qué se vaya! Ese día las protestas se dieron en todo el territorio nacional. Según cálculos de la época, al menos 2 millones 200 mil manifestantes salieron espontáneamente a las calles y carreteras de las ciudades y comarcas ecuatorianas. Al final del día Bucaram estaba caído, los ciudadanos, muchos de ellos afligidos por haber confiado en su palabra, le revocaron el mandato.
Tras la destitución de Bucaram, las explicaciones sobre su victoria y derrumbe en apenas un semestre menudearon. El destacado cuencano, Alejandro Serrano Aguilar, en una columna titulada Autores, cómplices y…, publicada el 20 de febrero de 1997 en El Comercio, cuestionó a la centro izquierda de ese entonces por haber contribuido al ascenso de Bucaram con sus “votos suicidas, vergonzantes, renegados”. El columnista consideraba que aquellos electores asumieron esa decisión por resolución de las cúpulas partidarias y por adoctrinamiento. Olvidaron el contenido democrático de sus idearios y aceptaron los elementos fascistas y mesiánicos del bucaramato, afirmaba. Priorizaron sus credos específicos y perdieron de vista los principios democráticos.
¿Por qué traigo a colación estos hechos históricos? Porque se dice que la historia deja lecciones. Y lo que sucedió en 1996-1997 con la elección de Abdalá Bucaram abrió un camino de inestabilidad política, económica y social que produjo descalabros en la vida nacional y afectó a todos los ecuatorianos. ¿Son comparables los escenarios de 1996-97 y de este 2017? En algunos aspectos sí. Vivimos una crisis económica, política y social que requiere ser enfrentada, y que, según los datos y cifras a disposición del país, es peor que la de hace 20 años. En lo que sí es muy diferente es en cuanto se refiere al desarrollo de la sociedad civil y de la ciudadanía en Ecuador. Hoy, la sociedad civil se ha consolidado a pesar de los embates de una década en su contra; y la democracia es un referente clave para cada vez más ecuatorianos. En aquellos años se hablaba del voto suicida, como si las elecciones fuesen una ruleta rusa. Hoy, la centro izquierda exhorta al voto consciente y responsable; al que surge fruto de una reflexión y de una decisión que suspenden por un momento el afecto por una postura ideológica particular y piensa en una visión más amplia, pues acoge a todas: la democracia. No es una actitud cándida, tampoco es un cheque en blanco. Es una posición ciudadana, crítica, plural, que antepone el país a sus legítimas perspectivas políticas. Muestra de ello es aquel video que recoge las miradas diversas de algunos compatriotas y nos invita a todos a reabrir y a ensanchar la democracia republicana. ¿La aceptamos?
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