Correa destina medio millón de dólares para hacerse un museo
Los que pretenden controlarlo todo siempre tratarán de imponer la forma en que anhelan ser recordados. Es normal: al fin de cuentas la posteridad se les presenta como un espacio donde todo puede escapar a su control.
Rafael Correa no es la excepción. Él, que lo ha controlalo todo durante 10 años, no quiere dejar el poder sin antes imponer cómo debe ser recordado. Por eso, ha ordenado destinar 444 806 dólares para construir en Carondelet un Museo de la Presidencia de la República. La idea es que se haga un recorrido por la historia del poder en el Ecuador y se recuerde a todos aquellos que lo ejercieron desde Carondelet. Con el detalle, claro está, que Correa será quien decidirá el cómo. Porque suficiente evidencia existe, luego de 10 años, de que todo lo que está a su alcance debe hacerse a su gusto y a su aire.
Correa aspira a tener una suerte de templo para glorificar su paso por el poder y eso se evidencia en varios hechos relacionados con el proceso de contratación de este museo. Por un lado está su apuro por hacerlo antes de dejar la Presidencia, pues es notable que el proceso de contratación haya arrancado los últimos meses del 2016 y se haya cerrado a principios de este año. Otro hecho es la cifra: casi medio millón de dólares mil dólares no es pelo de cochino, especialmente en tiempos de vacas flacas y cuando colecciones muchísimo más importantes y relevantes que las del Palacio Presidencial, entre esas las del Museo Nacional, se hallan embodegadas y sin que nadie sepa a ciencia cierta qué ocurre con ellas. Sería, según un comentario hecho por el curador Rodolfo Kronfle en Facebook, “la curaduría más cara de la historia republicana”.
Los documentos oficiales que han sido publicados alrededor del proyecto también ponen de manifiesto el carácter laudatorio del poder y en especial del paso de Correa por la Presidencia. En todos ellos se menciona, como fundamental para el proyecto, un espacio diseñado para “los regalos recibidos por el señor Presidente Constitucional de la República como un reconocimiento al pueblo ecuatoriano al que él representa”. Así, al menos, dice en uno de ellos.
La idea del Museo de la Presidencia de la República flotaba desde hace algunos años en la mente de Correa que siempre se ha jactado de haber abierto Carondelet al turismo donde exhibe los regalos que ha recibido durante su Presidencia. De hecho, en febrero del 2016 la Presidencia publicó un voluminoso proyecto de 43 páginas para convertir al palacio de gobierno y algunos edificios en un inmenso complejo turístico y museográfico, cuyo costo estaba calculado en 3 millones 600 mil dólares. Se trataba de la integración de Carondelet con los edificios aledaños: el de los Correos (actual vicepresidencia), El Comercio y Chimborazo. Eso hubiera convertido a ese proyecto en el bloque de construcciones más grande del centro histórico de Quito.
¿Qué paso con ese faraónico proyecto? Información oficial que diga porque se desechó ese proyecto no existe pero es fácil pensar que no pudo llevarse a la práctica por falta de recursos económicos y de tiempo. De ahí que se optó por uno más chico y más factible y que es el de los 444 mil dólares.
La actual idea del Museo de la Presidencia de la República se concretó el 9 de septiembre del 2016 cuando la Presidencia publicó una invitación a oferentes para hacer el trabajo. La celeridad en el proceso fue notable: la adjudicación se firmó el 13 de ese mes; es decir apenas cuatro días más tarde. El ganador fue el consorcio Riofrío-Salazar, conformado por los esposos Fernanda Riofrío y Francisco Salazar. Según esos mismos documentos el contrato entre la Presidencia y el consorcio seleccionado se firmó el 22 de septiembre del 2016. Francisco Salazar es un reconocido fotógrafo e ingeniero que ha sido cercano al gobierno de Correa desde sus inicios. Es más fue Viceministro de Cultura en los años 2009 y 2010. Según los documentos que remitió en la oferta se ve que la experiencia que el consorcio tiene en el campo de la museografía se limita a dos trabajos relacionados con la historia y los museos. Riofrío-Salazar fue contratista del Ministerio de Cultura para hacer dos estudios: uno para el Museo de la Historia Económica por el que le pagaron 59 650 dólares y otro para hacer un estudio histórico, social y estético del cementerio de San Diego por el que le cancelaron 108.220 dólares. Quizá su trabajo más grande ha sido el que hizo entre enero del 2010 y agosto del 2012 para montar la infraestructura de la Fundación Mundo Juvenil en el parque de la Carolina, que tuvo un valor de 357 mil dólares. En el equipo del consorcio aparece como historiadora para trabajar en el proyecto Valeria Coronel.
El proyecto para construir un museo de la Presidencia de la República con una inversión de más de 440 mil dólares aparece, precisamente, cuando la colección histórica más importantes está en cajones depositados en una bodega cercana al aeropuerto de Tababela y, en otra, al norte de Quito sin que nadie más que los funcionarios del Ministerio de Cultura sepan sobre cómo se han manejado y cómo se conserva. Se trata de la colección del Museo Nacional que constituye el núcleo más importante y, de lejos, más valioso de los objetos que testimonian el desarrollo de la historia temprana del país.
El Museo Nacional se cerró, supuestamente de forma momentánea, en noviembre del 2015 cuando el Gobierno vio que las instalaciones de la Casa de la Cultura, donde se encontraba, era un buen lugar para las conferencias de la conferencia Hábitat III. En ese momento, los funcionarios dijeron que el traspaso de las piezas iba a ser aprovechado para replantear la museografía del sitio con una visión más contemporánea. A inicios del 2016 los funcionarios del Ministerio de Cultura se llenaron la boca de promesas sobre nueva conceptualización del Museo Nacional, como lo recogió entonces diario El Comercio. En ese entonces una buena cantidad de expertos hablaron sobre la necesidad de reconceptualizar el museo. Pero no pasó nada: ni los funcionarios cumplieron con sus ofertas ni los expertos han exigido públicamente que se vuelva a montar el Museo. Las últimas noticias registradas sobre el tema dicen que la reapertura será el segundo semestre del 2017. Pero lo único que se sabe es que las piezas están embodegadas y que no hay ninguna iniciativa para comenzar las obras.
Si nadie parece apersonarse seriamente del futuro del Museo Nacional, en cambio recursos para el Museo de la Presidencia de la República no faltan y hay un contrato recientemente firmado para iniciar las obras. Hacer un museo para quienes han ejercido el poder desde Carondelet es, evidentemente, una prioridad frente a tener un Museo Nacional donde se articule un relato sobre la construcción de la historia del país. Este caso desnuda la lógica que Correa tiene de la historia. Para él, los procesos históricos no existen o no merecen ser visibilizados. Lo único que cuenta para alguien con su cultura política son las luchas para ocupar el sillón presidencial. Según esa visión, un país puede perfectamente vivir sin un registro de los recorridos de su pueblo pero jamás sin un monumento al poder que celebre a los ganadores. En esa lógica se justifica plenamente gastarse 444 mil dólares en una sala donde se exhiban los regalos que él ha recibido durante su paso por la Presidencia, como dice el proyecto, antes que otorgar recursos para reconstruir un Museo Nacional donde se exponían, mal que bien, las piezas más importantes de las antiguas culturas de lo que hoy es el Ecuador.
El proyecto del Museo de la Presidencia de la República está llenó de retórica sobre el supuesto valor de las piezas que hay dentro de Carondelet pero no puede ocultar lo que realmente es: un culto a la personalidad de Correa. “Se plante una vitrina especial que tendrá más flexibilidad para exhibir regalos y objetos que estén en transición sean por que serán subastadas o sea por ser los últimos en llegar a la reserva. La intención de esta vitrina es demostrar la dinámica de la colección y permitir su crecimiento”, dice el texto redactado por el consorcio ganador.
Correa está a punto de dejar el poder y es obvio que la amenaza del olvido lo atormenta. Emplear cerca de medio millón de dólares para un Museo de la Presidencia, cuando parte de los recursos que llegan a las arcas del Estado proviene de una deuda que deberán pagar hasta las generaciones futuras, solo se explica por su desquiciada vanidad del poder.
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