miércoles, 22 de marzo de 2017

"ESCRIBIR ES UN HONOR"
Cuando nos decidimos a expresar nuestras ideas con absoluta libertad, aliviamos el espíritu de una carga que se va convirtiendo en insostenible. Más aún, cuando esos pensamientos quedan plasmados en un escrito, mantenemos la íntima convicción de que alguien los leerá, y servirán para un análisis detenido, severa crítica o un debate si fuera posible. Por eso es que Albert Camus, al recibir el Premio Nobel de Literatura, dijo: "Escribir es un honor".
Escribir no sólo es un honor, sino un riesgo o un reto cuando se trata de oponerse a las arbitrariedades, abuso y prepotencia de un régimen absolutista y tiránico. Escribir es un honor que tiene implícito grandes responsabilidades: no cerrar los ojos ante la realidad, no guardar silencio frente a infames actos del poder contra los ciudadanos, luchar de manera inclaudicable a favor de quienes enmudecieron forzosamente, sólo con la grata compañía de los sagrados quijotismos que se impregnaron en el corazón.
Escribir no sólo es un honor, sino poner en práctica el deber de la verdad para quienes leen, coincidan o discrepen, sean tolerantes o perseguidores, se llenen de afecto o de odio... El deber de la verdad, de la lealtad a los principios, del respeto a los derechos humanos, de la renuncia a las comodidades banales, los aplausos, los reconocimientos oficiales... Ya lo dijo el poeta:
"...cual un monstruo de crímenes cargado,
el que lleva la luz se queda solo...".
Se torna imprescindible, entonces, que los ciudadanos dignos y altivos tengamos el ineludible deber de no dejarnos arrastrar, peor aún absorber, por la mediocridad del montón que vive en constante genuflexión ante su amo: loándolo, alabándolo, aplaudiéndolo, mimándolo, amándolo... simplemente con el afán de recibir las migajas de pan y supuestos derechos que éste lanza a su paso. Además, debemos tener la obligación espiritual -ineludible- de no amilanarnos en la lucha por la consecución de una libertad sin límites, una verdadera justicia y una democracia plena para el Ecuador. Para este fin, todo lo que se piense, se exprese y se escriba sin temor alguno, sin ataduras ni compromisos, en contra de un régimen abusivo, prepotente, despótico y perseguidor, es válido y respetable.
En democracia, es el gobierno el que se somete a la ciudadanía; es el ciudadano el que fiscaliza al gobierno; es la persona la que tiene derecho de que los políticos le rindan cuentas; y nunca a la inversa. Un sujeto que funge -o finge- de presidente de la República, que sólo busque dotar de más poder al poder, exprimiendo a la persona en el camino, instruyéndola cómo debe pensar, amordazándola y amarrándola de una vez, reprimiéndola si fuere necesario, no será más que un dictador, autócrata o tirano...
Fernando Balarezo Duque

 

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