Rafael Correa, un terrorista en campaña
Lo único que hace falta es que Lenín Moreno pierda en la segunda vuelta para que el libreto kirchnerista sea completo. Por ahora, Rafael Correa lo sigue en forma literal. ¿Qué hizo Daniel Scioli contra Mauricio Macri? Lo que Moreno y Correa hacen contra Lasso: una enorme campaña de terror en su contra. La sabatina 517, hecha desde Cotogchoa, Ruminahui, podría ser considerada emblemática en ese sentido. Correa se lució: mostró una capacidad inaudita para mentir, alterar la historia, atribuir intenciones malévolas a sus opositores y usar a la gente.
Con esa seguridad que otorga la desvergüenza, el presidente se dedicó hoy, 25 de marzo, en esta última sabatina antes de la segunda vuelta, a fabricar una visión terrorífica sobre lo que significaría el triunfo de Lasso. Al estilo Scioli. Mintiendo: Lasso acabará con todos los beneficios sociales. Mintiendo en grande: Lasso privatizará todo. La salud, la educación, la seguridad pública… el Estado todo. Sus mentiras no son meras aseveraciones. Su equipo de propaganda monta videos de los años ochenta donde se muestra miseria en cualquiera de esos temas. No había pupitres. O medicinas. O patrulleros. Y exhibe escuelas del milenio. U hospitales equipados. O patrulleros flamantes. Sus ministros, que no están lejos, intervienen. La de salud, Verónica Espinosa, tan agenciosa ella, cuenta que ahora aquí se hacen hasta trasplantes de riñón y que su costo, unos 40 mil dólares, son pagados por el gobierno. Y adjunta que hay otras operaciones –se entiende más sofisticadas y más caras– cuyos usuarios son enviados al exterior. Con todo pagado. Se entiende que es la revolución ciudadana la que paga. No el país, no los contribuyentes. Y Correa, visiblemente emocionado, dice que comparen pasado con presente. Pasado con Lenín. Y que Lasso quiere volver a ese pasado en el cual quien no tenía plata, moría. Porque Lasso concibe la salud como una limosna. Como una mercancía.
Ya en ese punto, habla de implantes cocleares que cuestan 20 mil dólares. Y lo hace acariciando a los pobres y a la clase media en las cuales siempre encuentran algún beneficiario que, ante sus cámaras, le dan las gracias, muchas gracias, por su generosidad y su bondad. Todo en este guión híper preparado parece casual. Por ejemplo, ese niño que aparece con un implante en su oído derecho. Eso lleva a Correa a recordar el caso de otro niño que nada oía, pero fue beneficiado por la revolución ciudadana y volvió a la vida. De hecho, él lo escuchó decir “te quiero mamá”. Un momento inolvidable, recuerda. Todos lloraron, él incluido que, por lo que dijo, tiene la lágrima fácil.
La secuencia es la misma en educación, en empleo, en agricultura… en todo. Se le oye decir, sin pestañear, que aquí los pobres no podían ir a la universidad. De hecho, nada había hace 20 años en este país. O era deficiente. O limitado a los ricos. Ahora Ecuador, con él, es ejemplo en el mundo. Lo dice con una naturalidad que siempre sorprende. Sin frío en los ojos como debe decir su esposa en su casa, para hablar de desfachatez y descaro. No suelta a Lasso y, claro, el CNE dirá que esas cuatro horas no son puro proselitismo. Lo maltrata hasta llamarlo cavernícola. Lo hace todo el tiempo y por cualquier cosa. Incluso cuando habla del invierno. Porque si Ecuador no sufre lo que sufre Perú es porque existen los multipropósitos. Una buena inversión, un ahorro. Pero eso, evidentemente, lo entiende él, un estadista (así dice); no Lasso, un simple banquero.
Sembrar el terror es la consigna de Correa. Y cuando no encuentra elementos en la candidatura de Lasso no teme importarlos y endosárselos al banquero a quien pidió plata para su candidatura en 2006 y del cual hoy habla con desprecio. Su jercicio no se limita a tratar de pulverizar al contrincante de Moreno. También tiende los brazos a diestra y siniestra en busca de votos. A los profesores pidió perdón por no haber podido aumentarles más los salarios… Igual a los policías. A los católicos les hizo un curso exprés sobre teología de la liberación. Para eso tuvo a mano a Frei Betto, teólogo brasileño a quien condecoró en el Palacio. En ese capítulo incluyó a los arzobispo Hélder Câmara, del Brasil, y Óscar Arnulfo Romero, del Salvador, y al cura guerrillero Camilo Torres de Colombia. Esto le sirvió para revivir los años setenta, años de oscuras dictaduras y, en forma ruin, hacer creer que quienes aspiran hoy a un cambio en Ecuador y luchan por los derechos humanos son aquellos que aplaudieron a Pinochet y a los otros dictadores de esa calaña. El mismo paralelismo estableció con aquellos ciudadanos progresistas que hoy en Ecuador, queriendo restablecer la democracia, llaman a votar por Lasso. Vil.
Correa ha hecho gala en estos diez años de sicología proyectiva. Eso permite decir que está terriblemente preocupado. Dijo que la candidatura de Lasso se desmorona, pero no dijo nada de la forma indecorosa en que Moreno huyó del debate con Lasso. Dijo en cambio (y eso es una confesión) que el buró político le pidió suspender los enlaces y cambiar de estilo. Con gesto altivo indicó que los rechazó. Una forma de revelar que él manda en la campaña de Moreno. Como mandó el kirchnerismo en la de Scioli. Por eso Macri es presidente.
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