Moreno: ¿cómo fue que dijo?
En Lenín Moreno se condensan todas las incertidumbre y miedos que acompañan a este fin de ciclo político en el Ecuador. En la debilidad de su imagen, en la fragilidad de sus propuestas, en la falta de claridad de sus posturas éticas, la revolución ciudadana y Alianza País muestran todas sus costuras. Y la estrategia electoral, una espantosa continuidad de las peores prácticas de polarización y antagonismo de los últimos 10 años. Moreno ha permitido la campaña sucia, el uso abusivo de los recursos del Estado a su favor, la manipulación de los medios públicos y la ausencia de discusión y debate.
Quienes hayan escuchado la entrevista de Moreno en Radio Atalaya –que circuló profusamente por las redes- habrán experimentado la misma sensación: ¿cómo fue que dijo? Unos breves minutos mostraron su pasmosa inconsistencia, un laberinto de confusiones y enredos con frases antológicos como la de convocar a una consulta popular, claro que sí, “pero en vida”, sin poder distinguir si hablaba del impuesto a la plusvalía o a la herencia. O el señor Moreno no entiende muchos de los problemas o simplemente expresa la prisión en la que se encuentra: no puede apartarse de las líneas rojas –como las llama Simón Pachano– trazadas a su repertorio.
Moreno está allí para impedir que la realidad del país se muestre en toda su dimensión y el señor Correa tenga todo el espacio del mundo para hacer –como afirmaba José Hernández este domingo– terrorismo electoral. La semana pasada, en un conferencia magistral en la Universidad Estatal de Milagro, repitió una ficción ideológica: entregará una economía en crecimiento y estabilizada. No hay un solo indicador, ni uno solo, que pueda sustentar lo dicho por Correa: ni el crecimiento, ni la inversión, ni la demanda de créditos, ni la reducción del desempleo. Lo único que tenemos como contrapunto incontrastable a tamaña audacia es el agresivo y desaforado endeudamiento del Estado: mil millones de dólares de promedio al mes desde el 2016 hasta lo que va del 2017. Y el señor Moreno seguro se tragará el cuento.
Moreno está allí para prestarse a juegos tramposos como el de la Red de Maestros y sepultar el debate político. Está allí para no poner un límite ético al uso de los recursos estatales a favor de su candidatura, para dejar que el agencioso y servicial Richard Espinosa, por ejemplo, meta al IESS en la campaña sin el menor pudor. Moreno está allí para que los medios oficiales lancen campañas sucias sistemáticas en contra de Guillermo Lasso, lo degraden por ser banquero, para ensuciarlo hasta la saciedad responsabilizándolo del feriado bancario.
Moreno está allí para permitir que los organismos de control sigan en manos del correísmo a través de concursos que solo ganan los amigos de la revolución; permitir que el señor Carlos Baca, un “consejero” de Correa, inventor de las más delirantes teorías conspirativas sobre el 30-S, llegue a la fiscalía con una calificación perfecta. Moreno está allí para que los conspiradores y contrarrevolucionarios se anden por la sombrita, bajo la mirada atenta de Baca.
La campaña ha mostrado las abismales diferencias de calidad política que separan a Moreno de Lasso, y por qué el candidato oficialista no tiene el valor democrático de sentarse a debatir sobre el futuro del Ecuador. ¿Cómo fue que dijo?
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