Las cifras oficiales que los correístas deberían ver
Esta columna no está destinada a aquellos que califican de “sufridor” o “vendepatria” a cualquiera que critique al actual Gobierno; tampoco a aquellos que repiten la propaganda oficial sin incorporar una mínima dosis de análisis a lo que están diciendo (o compartiendo en las redes sociales). Esta columna va para los “correístas críticos”, es decir, aquellas personas que sienten una afinidad ideológica hacia el Presidente Correa y su discurso de igualdad, que consideran que el modelo económico aplicado en los últimos diez años ha sido exitoso, pero a la vez son capaces de incorporar a su razonamiento críticas que se fundamentan en datos objetivos.
Seguramente la primera razón que estas personas mencionan para defender la gestión del Gobierno saliente y su modelo económico es la reducción de la pobreza en los últimos años. Este gráfico, tomado del Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ecuador (SIISE), que pertenece al Ministerio Coordinador de Desarrollo Social, les da la razón. Pero sólo en parte.
Primero, como se observa, la reducción de la pobreza inició antes de 2007: se redujo casi 27 puntos entre 2000 y 2006 y, dejando de lado los picos provocados por la crisis de finales de los noventa, más de doce puntos sólo entre 2003 y 2006; entre 2007 y 2015 cayó algo más de trece puntos.
Segundo, la reducción de la pobreza (y el consecuente aumento de la clase media) no se limitó a Ecuador ni a los países del socialismo del siglo XXI (incluso Venezuela consiguió reducir transitoriamente la pobreza en los años de mayor bonanza), sino que se trató de un fenómeno regional, explicado por el extraordinario boom de las materias primas más que por los modelos económicos aplicados en cada país, como muestra este tuit del Banco Mundial.
Tercero, un modelo económico es realmente exitoso sólo si los avances que ha producido son sostenibles en el tiempo. Lamentablemente, en el caso del Ecuador la contracción de la economía (y la consecuente destrucción de puestos de empleo) que empezó en 2015 puede provocar que los avances de los últimos años se empiecen a revertir. Este gráfico, tomado del último reporte de pobreza del INEC, muestra que, si la reducción de la pobreza no empezó ya a revertirse, por lo menos está estancada desde 2015.
Respecto al desempeño de la economía ecuatoriana, las proyecciones del Banco Mundial para los próximos años son poco alentadoras. Esa institución prevé que los resultados del Ecuador van a estar entre los peores de la región hasta 2019:
Tal vez en este punto los “correístas críticos”, con el argumento de que los técnicos que pueden prever de mejor manera lo que pasará con la economía del Ecuador son los que trabajan acá, confíen más en las proyecciones del Banco Central. Sin embargo, la proyección oficial para 2017 (crecimiento de 1,4%) está tan cargada de inconsistencias que resulta insostenible. De hecho, el propio Banco Central prevé que este año continúen cayendo la inversión y el consumo privado, pero a la vez proyecta un crecimiento de casi 12% en las exportaciones (medidas en toneladas), cuando en dolarización el volumen de exportación ha crecido a un ritmo promedio anual menor al 4% y en 2016 creció menos de 1%.
En realidad, todo el discurso de recuperación económica que el Gobierno viene repitiendo se derrumba si uno analiza con detenimiento las propias cifras oficiales. Las autoridades económicas, por ejemplo, destacan como una supuesta señal de esa recuperación al superávit comercial que el Ecuador alcanzó en 2016, pero el informe del Banco Central sobre la evolución de la balanza comercial muestra que ese superávit no responde a un crecimiento de las exportaciones (que cayeron 8,4% medidas en dólares) sino al desplome de 24% en las importaciones. Entre las importaciones no petroleras, las que más cayeron son, justamente, las que están relacionadas con el nivel de actividad: materiales de construcción (-37,8%) y equipos de transporte (-32,1%).
También las cifras oficiales de empleo tiran abajo el discurso de la recuperación. No sólo las del INEC, según las cuales sólo en 2016 se perdieron más de 240.000 empleos adecuados, lo que provocó una caída en el ingreso promedio de los trabajadores y un aumento de la informalidad. Las últimas encuestas del Banco Central entre empresarios de los principales sectores productivos muestran que la demanda laboral de las empresas, que comenzó a caer de manera generalizada desde inicios de 2015, ha seguido cayendo incluso en los meses en los que las autoridades económicas ya empezaron a hablar de crecimiento.
Pero el discurso oficial no habla solo de una economía “en crecimiento”, sino también “estable”. Al respecto, los correístas críticos, en vista de que el Banco Central lleva meses sin actualizar las cifras fiscales (las últimas son de octubre) y el Ministerio de Finanzas, luego de que se publicara un dato que mostraba un aumento significativo en el financiamiento público, decidiera, hace tres semanas, dar de baja el sistema que presenta información diaria de la ejecución presupuestaria, pueden acudir a las cifras del Observatorio de la Política Fiscal (que se basa en fuentes oficiales). Ahí verán que el déficit fiscal rondó el 8% del PIB en 2016 y que, según las cifras de los dos primeros meses de 2017, el Gobierno no tiene ninguna intención de moderarlo (de hecho, es justamente el aumento del gasto público el que explica ese repunte en la recaudación tributaria que desde el Gobierno recalcan como otra muestra de recuperación). También pueden acudir al Boletín Monetario Semanal del Banco Central, para ver con sus propios ojos cómo $5.300 millones depositados en esa institución han sido prestados al Gobierno, o cómo el saldo de los Títulos del Banco Central (TBCs), que el Ministerio de Finanzas ahora usa para pagar una parte de sus obligaciones, se disparó la semana pasada de $98 millones a $310 millones. O pueden revisar el último boletín oficial de deuda pública para que vean el exponencial crecimiento que ésta ha tenido durante la actual administración (en condiciones mucho peores que los países vecinos), pese a que esos boletines omiten algunas operaciones que deberían constar.
Y si alguna duda les queda del dispendioso manejo de los dineros públicos con el correísmo, pueden ingresar a la página oficial de la Refinería del Pacífico, ese proyecto aparentemente inviable que, sin embargo, no deja de chupar recursos, y constatar, en el “Informe de Inversiones” actualizado hasta febrero de 2017, que sólo en los dos primeros meses de este año se gastaron $37 millones más por concepto de “asesorías” (es decir, más que lo que se venía gastando, en promedio, en un año completo por el mismo concepto) y que el gasto total del proyecto ya llega a $1.369 millones (de los cuales sólo se podría justificar lo que corresponde al acueducto).
Si en verdad tienen una opinión crítica, a estos correístas debería causarles al menos incomodidad otros temas, tanto o más graves que el mal manejo económico, como la acumulación de poderes, las denuncias de corrupción, la cooptación de entidades de control o las bajezas en las que ha caído la campaña de Lenin Moreno, quien dijo que venía a “dignificar la política”. Pero aún sin entrar en esos temas espinosos, los correístas críticos, viendo solamente las cifras oficiales, deberían preguntarse si el modelo económico de los últimos años fue realmente exitoso y si, a la luz de los resultados obtenidos una vez finalizado el extraordinario boom de las materias primas, seguir insistiendo en lo mismo no constituye un riesgo enorme para el país.
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