miércoles, 22 de marzo de 2017

El video que desnuda la hipocresía de Miguel Carvajal

  en La Info  por 
Los 10 años del gobierno de Rafael Correa han dejado en claro que hay, al menos, dos tipos de dirigentes. Unos que son los que más se exponen y que defienden sin ningún tapujo las arbitrariedades y abusos de su máximo líder, Rafael Correa. Son los que menos pretensiones  ideológicas tienen pero que no temen empeñar ni su prestigio ni su imagen a la hora de declaraciones destempladas o decir barbaridades con tal de sacar de apuros al gobierno o al caudillo.  Entre esos están Jorge Glas, los hermanos Vinicio y Fernando Alvarado, Ricardo Patiño, Marcela Aguiñaga, Richard Espinosa, el nuevo fiscal Carlos Banca Mancheno o Alexis Mera. Son vistos dentro de Alianza País como el ala no ideológica del gobierno y, en algunos casos, son identificados como quienes están en la revolución porque es un buen lugar para hacer negocios.
El otro grupo es el de los dirigentes que, al contrario de los anteriores, se presentan como más ideológicos y mucho más comprometidos con lo que llaman “el proceso”. Tienen un discurso mucho más político y están convencidos de que están luchando del lado correcto de la historia. Tratan de no dar declaraciones públicas en defensa de temas políticamente incorrectos que ha puesto sobre la mesa el caudillo y, cuando no les queda más remedio,  lo hacen relativizando y endulzándolo todo. Entre esos están Fánder Falconi, Virgilio Hernández, María Fernanda Espinosa, Pabel Muñoz, Javier Ponce o Miguel Carvajal.
La gran diferencia entre los primeros y los segundos es un tema de actitud: mientras los primeros son cínicos sin tapujos y se la juegan abiertamente por su caudillo, los segundos prefieren solazarse en el discurso ideológico y guardar las formas en público. Esa diferencia desaparece, sin embargo, cuando los del segundo grupo hablan en privado y saben que sus declaraciones no son grabadas para ser difundidas en la opinión pública. Ahí las diferencias desaparecen y los modositos como Muñoz o Hernández, del segundo grupo, terminan siendo idénticos a los desembozados como Patiño o Fernando Alvarado. Esto lo demuestra crudamente un video que circula en redes en el que aparece el asambleísta electo Miguel Carvajal, tratando de convencer a un grupo de personas que la decisión del gobierno de no admitir la entrada de Lilian Tintori fue correcta, legal y justa.
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Miguel Carvajal, que durante toda la década correísta ha tratado de labrar la imagen de dirigente y militante comprometido con las reivindicaciones sociales, los derechos y la academia aparece en el video justificando la prisión de Leopoldo López, esposo de Tintori, con argumentos dignos de la Stasi, la policía secreta de la antigua Alemania comunista. “La señora Tintori es mártir porque defiende a su esposo Leopoldo López”, dice y enseguida pregunta con tono de maestro de escuela rural “¿Por qué está preso López”. Una mujer en la audiencia replica tímidamente “por guarimberto” y Carvajal exclama asimismo con tono de maestro de escuela rural aliviado de ver a sus alumnos en lo correcto y en voz alta dice “por guarimbeeero”. Carvajal continúa argumentando y afirma que a López la justicia le comprobó que había provocado la muerte de 43 personas por haber convocado a una serie de protestas en las calles de Caracas. “Está preso porque le demostró la justicia que condujo e incitó a actos violentos que cegaron la vida de 43 personas”, dice sin ruborizarse siquiera porque seguramente cuando sostuvo aquello asumía que nadie en el auditorio debía saber que el juicio en contra de López pasará como uno de los actos más infames del autoritarismo de la región.
Justicia, afirma Carvajal, asumiendo que todos los presentes en el grupo al que se dirige son los suficientemente ignorantes para no saber que en Venezuela no hay justicia porque justicia solo puede existir cuando existen jueces y fiscales independientes. Carvajal no es un ignorante y por eso resulta imposible creer que no sabe que uno de los fiscales que acusó a López huyó de Venezuela para confesar, porque su alma no resistía más, que contra López se habían fabricado pruebas falsas. Carvajal se hace el bobo y bota al tacho de la basura cualquier vestigio de honestidad intelectual porque resulta imposible creer que no se haya enterado de que todos los organismos serios de derechos humanos que se interesaron en el tema han condenado la sentencia en contra de López porque fue evidente que no hubo proceso justo ni jueces independientes. “¿Y los derechos de las madres de los 43 muertos?” se pregunta en el video con ese falsete de quienes quieren pasar por inocente. Pero claro, para Carvajal no existen los 133 presos venezolanos políticos que, como López, son víctimas de un sistema político donde el despotismo mafioso del régimen venezolano no tiene un sistema de justicia que le ponga coto a su autoritarismo sino que tan solo obedece sus órdenes.
En el video, además, Miguel Carvajal aparece sosteniendo uno de los argumentos más retrógrados y autoritarios posibles: que las muertes que se producen durante las protestas sociales no son responsabilidad de los aparatos represores del Estado sino de los líderes que empujan a los pueblos a protestar. ¿Aplica lo mismo para aquellos episodios de la historia ecuatoriana que la izquierda ecuatoriana a la que dice pertenecer tienen como hitos revolucionarios como la matanza del 15 de noviembre de 1922? De ser así, el responsable de aquella tragedia no fue el gobierno de Tamayo, como tradicionalmente ha sostenido la izquierda ecuatoriana, sino los irresponsables dirigentes sindicales que arrojaron al pueblo a las calles. Lo mismo tendría que decir sobre los indígenas muertos en los levantamientos o las víctimas del asesinato masivo en el ingenio Aztra en 1977. “Guarimbeeero”, dice Carvajal.
Carvajal jamás hubiera sostenido lo que se ve diciendo en el video si hubiera estado en una entrevista. Tampoco lo hubiera dicho si sabía que alguien lo estaban filmando. Lo dice porque sabe que su imagen de dirigente ideológico y académico no va a ser perjudicada. Carvajal en el video es idéntico a Ricardo Patiño a Carlos Baca Mancheno o Roberto Wohlgemut porque cree que los únicos que lo ven y lo escuchan son quienes están siendo adoctrinados por él en ese oscuro y lúgubre auditorio en el que se trata de ser gracioso y pedagógico.
Miguel Carvajal resultó estar hecho de la misma madera que los dirigentes más impresentables de la llamada revolución ciudadana, de aquellos que, en su sector, critican y desprecian soterradamente.

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