domingo, 26 de marzo de 2017

La guerra



Publicado en Diario El Universo 

Francisco Febres Cordero
Qué bueno que ya faltan poquitos días para que se acabe la guerra, que nos ha tenido en pie de lucha hasta cuando estamos sentados. Bueno, más que a nosotros, a los del Gobierno, que fueron sacando su artillería pesada para que su candidato se alce con la victoria a como dé lugar, atacando ora por los flancos, ora por la retaguardia, ora disparando desde las trincheras donde se ocultan los trolls que hacen estallar rumores, mentiras, calumnias, bien escondidos como están y protegidos por los periódicos, las radios, los canales oficiales que les apoyan con su fuego cruzado.
¡Chuta, qué guerra! ¡Pura pólvora! Mejor es que ustedes ni saquen la cabeza porque si les ven, ¡pum!, ahí les mandan su bazukazo y les dejan como al Abdón Calderón, pero más hechos pomada.
El clima bélico fue aumentado día a día, como escribimos en los partes los soldados cuando hacemos los partes. Es que el general en jefe de las huestes oficiales gritó: ¡Hasta la victoria siempre!, y se trepó en los helicópteros artillados, en los tanques, en los submarinos, para dirigir personalmente el combate contra los malos, esos que dijo que iban a privatizar la educación y la salud, que mataron a Alfaro, que van a importar la peste bubónica para inocularla a los pobres y acabar con ellos, que le asesinaron al mariscal Sucre en el feriado y no en Berruecos.
Bien apertrechado, el comandante en jefe iba a todas partes para inaugurar todo lo inaugurable, porque antes de la revolución no había hospitales, no había escuelas, no había carreteras; lo único que había era inundaciones que ahora ya nuay y corrupción que ahora ya nuay y prófugos que ahora sí hay pero que gracias a la revolución siguen prófugos y en eso ¡pum!, apuntaba contra los malos y con la metralleta de su verbo les iba disparando a todos, uno por uno, sin que se le acabara nunca la munición, porque tiene en la mochila una cantidad de lenguas de reserva.
¡Qué bestia de guerra! Y entonces salían muchos pelotones de los ministerios, de las oficinas públicas, de los cientos de instituciones del Estado, y los pelotones caminaban por selvas, montes y ciudades diciendo verás, compañero, si no ganamos esta guerra te han de quitar el bono, te has de quedar sin empleo, te han de pagar la mitad de tu sueldo y te han de subir el gas y la gas.
Y las radios oficiales seguían con el bombardeo, y los periódicos oficiales seguían lanzando sus torpedos y los canales incautados seguían lanzando sus cohetes y los trolls invadiendo las redes sociales al grito de somos más, muchísimos más.
Tonces, en un movimiento envolvente o de pinzas, como decimos en términos castrenses a las pinzas, el cabo Lenín iba también de aquí para allá disparando ofertas a quemarropa, que casas, que universidades, que bonos, que carreteras, que maternidades, que paternidades, que nuevos terminales nerviosos, aéreos y terrestres y, sobre todo, diciendo que ahora sí hemos de eliminar la corrupción porque somos de manos limpias y, como buenos revolucionarios, nunca usamos los recursos del Estado en nuestras guerras ni en nuestro beneficio personal. Elé.
Horrible ha estado esta guerra, francamente. Pero como guerra es guerra, no nos queda más que disparar con el voto, que es nuestra mejor arma. Apuntarán bien.(O)

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