Francisco Febres Cordero
¡Qué nervios! Conforme se acerca el 2 de abril, las expectativas crecen, como decimos los analistas que seguimos con mucha atención el desarrollo de la campaña electoral con sus tres principales actores: el Correa, el Moreno y el Lasso.
¡Qué actor que es el Correa! Anda de arriba abajo inaugurando obras y mandándole al diablo al Lasso bajo la acusación de que fue el culpable del feriado bancario. Le saca la perimbucha en las sabatinas, en los sitios donde se presenta él como el supremo hacedor, el juez, el patrón, el generoso, el vengador. Y mete miedo diciendo que el Lasso va a privatizar todo y, cuando le pifian, se cabrea y dice que los pifiadores son infiltrados del Lasso que va privatizar no solo la salud y la educación, sino también las pifias. Le marca a presión al Lasso, como decimos en términos futbolísticos. ¡Qué bestia!, cómo le sacó tarjeta roja a la Lilian Tintori y le mandó expulsando, porque a este país, que es de su propiedad, solo entran los extranjeros que, puestos la camiseta, le alaban, le entrevistan, le cantan, le asesoran. A los demás, ¡largo!
El Moreno, en cambio, ha resultado un tigre para las ofertas. Que casas, que bonos, que escuelas, que hospitales. Cómo será, que hasta ofrece poner gratis unos indicadores para medir la felicidad nacional bruta. ¡Qué sexista! Porque, según el lenguaje de la revolución ciudadana, debía haber dicho bruta y bruto. ¿Y cómo irá a medirnos la felicidad? ¿Con un artefacto como el que se mide el aire de las llantas será? ¿Con un metro será? Lo cierto es que de gana hizo esa promesa porque basta con que, si llega a la presidencia, nos cuente un chiste para que todos nos volvamos felices. Nos diga, por ejemplo, que él es el que va a gobernar. ¡Qué risa que nos diera! Pero lo peor es que, además de chistoso, también es cantante. Elé. No nos vamos a librar en su gobierno de oírle entonar las canciones del Puma o de Alberto Cortez sobre la tarima. Lo que no me explico es cómo va a lograr tanta felicidad si ha ofrecido eliminar el Ministerio del Buen Vivir, que es el que nos ha mantenido durante estos diez años con los índices de la felicidad brutísimamente altos. ¡Ya me dio pena! No pues del Moreno, sino del Ehlers, que es el único que se va a quedar sin empleo. ¡Qué malo el Moreno!
Y el tercer artífice de esta campaña es el Lasso, que es el que me da más preocupación porque, pobrecito, no tiene una mano. O bueno ya, sí tiene pero no la usa. La emplea solo para estar agarrado de la mano de su mujer. Así, manquito, ¿cómo va a firmar los decretos? Es que no le suelta, pues. Si hay que dar un discurso, agarrado de la mano; si hay que coger el micrófono, con la única mano que le queda. Si gana, ¿cómo va a manejar el país con una sola mano? ¿Con cuál mete los cambios que ha ofrecido? ¿Cómo va a renegociar los préstamos con China, si para eso se necesitan manos libres? O sea, está tan indisolublemente unido por la mano, que él y su mujer más bien parecen siameses. Dos sillas presidenciales creo que va a necesitar. Pero bueno con esta política del mano a mano no vamos a tener un solo presidente, sino dos. O dos primeras damas, según como se vea.
Elé. Así está la campaña. Ya les he de seguir contando. No se irán. (O)
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