sábado, 11 de marzo de 2017

Incontinencia por el desfalco



Publicado el 2017/03/11 por BLL
[Alberto Ordóñez Ortiz]
Las elecciones del 19 de febrero, a más de los tardíos resultados y su tenso espacio que generó dudas sobre un posible fraude, transparentaron el insondable naufragio en que se hunde el país tras los perversosos coletazos de una corrupción que ha transpuesto las fronteras hasta el punto de que en un alarde de cinismo sea promovida “turísticamente” a lo largo y ancho del mundo, cerrando el ingreso de capitales y la inexorable fuga de los propios. Con el propósito de atenuar el monumental desprestigio, en el caso Petroecuador, de manera inusual por dizque “diligente”, y, precisamente en vísperas de elecciones, la Corte dictó sentencia por cohecho a 16 implicados. Solo 6, son los detenidos. Los 10 restantes se hallan prófugos, entre los que está Capaya y el Titanic de sus secretos que empezaron a flotar explosivamente entre los escombros.
En el interín, el desborde de la descomposición de la cosa pública desbordó toda expectativa. Además de sus preocupantes síntomas, no tardaron en aparecer sus incurables males. Para los que no hay tratamiento; peor cura, excepto su extirpación desde y con la raíz. Se necesita de un cirujano que por su precisión no deje vestigio de tentáculo. Los ahora radiantes y obesos coautores del mayor desastre nacional deberán ocupar el lugar que en las cárceles les corresponda y por el tiempo que sin miramientos los jueces dispongan.
El interminable listado de “tejemanejes” rompió el corsé con que se pretendía esconderlos y, dejó ver, entre otros innumerables epicentros: la deuda externa, cifrada en los 40 mil millones de dólares; el endeudamiento interno, más de 5 mil millones de dólares. La deuda al IESS calculada en 2 mil quinientos millones de dólares. Si comparamos el costo de la nivelación del terreno destinado para la refinería del Pacífico: mil doscientos cincuenta millones de dólares con lo que costó la Torre más alta del mundo -500 millones de dólares- ubicada en la Meca, con seiscientos metros de altura, recubierta con mosaicos de oro de 24 quilates y rodeada por un gigantesco complejo para dar cabida a sus millones de peregrinos, nos quedaremos con la idea de que “algo huele mal en Dinamarca”. Con el dinero empleado podíamos haber viajado a la Torre y orado a Alá para que la Ciudad del Conocimiento nos dé el conocimiento para pagar las cuantiosas deudas.
Pero hay más, más pronto -dice el refrán- se coge al mentiroso que al ladrón. (A veces a ambos) El 14 de febrero -día del amor- se anunció por todo lo alto que se formó un “consorcio” entre Yachay con Tesla y EP para instalar una “megafábrica” de autos eléctricos -justo en mitad de las elecciones- que atraería -según el oficialismo- trece mil millones de dólares y crearía alrededor de dieciocho mil empleos. El 17 del mismo mes, las empresas Tesla y EP desmintieron la noticia e informaron que simplemente facilitaron a Yachay “la adquisición de computadoras personales”. Bajo esas circunstancias, ya no se trata de izquierda o derecha, sino de defender la supervivencia del país. Si aún es posible hacerlo y de evitar que la INCONTINENCIA POR EL DESFALCO continúe haciendo de las suyas. (O)

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