domingo, 6 de agosto de 2017

¿Están drogados los asambleístas de Alianza País?

  en La Info  por 
El manifiesto del bloque legislativo de Alianza País muestra, de cuerpo entero, el desfase político que hay en la dirigencia oficialista.
Ese texto de diez puntos, redactado por Pabel Muñoz, es un joya sobre el momento que viven los asambleístas de Alianza País y la forma como conciben el Estado y el gobierno. Algo mejor: ese texto, publicado a raíz de la guerra entre el Presidente y el Vicepresidente, ni siquiera evoca el motivo de la disputa. Pero en cambio ofrece “facilitar el restablecimiento de la relación política basada en los postulados de nuestro proyecto”. Por lo visto el proyecto político de Alianza País no contempla línea divisoria entre políticos corruptos y políticos decentes. El texto ni siquiera alude al problema ético que genera tener un Vicepresidente de la República involucrado, en grados y formas diferentes, en temas de corrupción. Lo único que importa a los firmantes es mantener la unidad del bloque y, se entiende, del partido y de la función ejecutiva.
El texto no solo elude el fondo de la bronca. Es mentiroso porque habla de un “bloque sólido y unido” y es tan oscuro como ha sido la gestión de Alianza País: hace creer que esta es la posición de los 74 asambleístas de la bancada. No se han mostrado las firmas para saber, con precisión, cuántos firmaron. Las indagaciones de 4Pelagatos han sido infructuosas en ese sentido, pero las versiones oscilan entre diez y treinta asambleístas.
El manifiesto muestra la tarea inmensa que tienen Lenín Moreno y su gobierno si quieren que los asambleístas de su bloque y la militancia de Alianza País aterricen en el momento político que él está procesando. En esas pocas líneas se puede cernir, en efecto, el daño hecho por la Revolución Ciudadana en la mente de sus militantes. Confundir el Estado con el partido. Creer que el Presidente de todos los ecuatorianos debe seguir la directrices de un partido político. Pensar que para ser funcionario público se debe mostrar “compromiso con los postulados ideológicos de la Revolución Ciudadana”. Preconizar que la implementación del diálogo gubernamental debe estar apegada a la línea del partido que ganó las elecciones por una nariz; dicho de otra manera, dialoguemos pero impongamos. Creer que la ética pública no está por encima de las necesidades de unidad de una organización política. En fin, creer que un gobierno que asume puntos de vista de sus adversarios es automáticamente un gobierno vendido…
Hay rasgos mancondianos en este manifiesto. Se lee, por ejemplo, que el bloque reconoce “la acertada política económica de la Revolución Ciudadana”. Es inverosímil que unos militantes pretendan imponer un credo propagandístico a un Presidente que, según su propia versión, tardó casi dos meses en juntar la información fidedigna del estado real en que recibió la economía del país. Aquí vuelve a valer más, como ocurrió en la década de Correa, la propaganda que la realidad. Es tan absurdo ese razonamiento, que ese manifiesto, al saludar la “acertada política económica de Correa”, termina admitiendo, a la luz de las revelaciones hechas por el Presidente, que es acertado ocultar cifras, tomar decisiones “no debidamente mesuradas”, y poner la economía “al limite de su sostenibilidad”.
Es mancondiano convertir al Presidente en un camarada que está al mismo nivel que otro camarada, el Vicepresidente. O pretender que es tan desacertado romper con el gobierno, como hizo Glas, que retirarle las funciones por haber desconocido su autoridad, como hizo Moreno. Pero es esquizofrénico hacer esas piruetas, supuestamente ideológicas y con barniz revolucionario, y olvidar el problema de fondo: Glas es hoy un camarada que está más cerca de la cárcel que de volver a la Vicepresidencia. ¿Qué pretende el supuesto “bloque sólido y unido” de Alianza País? ¿Que después de lo que se sabe, se oye en los audios y se conoce del tío Ricardo, Glas vuelva a sus tareas?
¿Están tan drogados con propaganda estos asambleístas que creen que la unidad de su partido está por encima de la ética pública que está en juego en este caso? ¿Están tan ciegos que ni siquiera evocan el tsunami de corrupción que envuelve al camarada Glas? ¿Ignorar la corrupción, que defiende Correa desde Bélgica, es el precio que están dispuestos a pagar para “no poner en riesgo el proyecto político?
Se nota que Pabel Muñoz y los asambleístas que firmaron ese manifiesto no tienen la más famélica idea de lo que es la política, por fuera de obedecer. Porque si la tuvieran sabrían que, en vez de andarse jugando por cadáveres políticos, su tarea es dar contenido a la ética pública y al interés público. Sabrían que esas responsabilidades, que no son patrimonio de su partido, no se defienden protegiendo corruptos. Descubrirían que si realmente les importa su partido y su grupo parlamentario, su deber este rato, por el país, es sacar de allí a los corruptos. No arroparlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario