Pablo Balarezo Moncayo
MONTALVO:
ACADÉMICO DE 21 ACADEMIAS
ACADÉMICO DE 21 ACADEMIAS
Montalvo no fue académico de ninguna Academia de la Lengua, pero es académico de 21 Academias: la Real Española y las 20 hispanoamericanas. La afirmación es rotunda, de verdad incontrovertible, aunque parezca paradójica e incongruente: falsa por decirlo en una sola palabra.
El problema académico ecuatoriano tiene su inicio en 1870, año en que la Corporación de Madrid resuelve autorizar la fundación de Academias en Hispanoamérica. Continuábamos dependiendo de la Madre Patria, en cuanto a la lengua, España creía en su propiedad sobre ella, y habría de correr mucha agua, en largas décadas, hasta que se dijera, con amplitud de derecho, que la Lengua Española es más de América que de España por muchas y justificadas razones.
Con el objeto de llevar a la realidad de su designio de 1870 la misma Real Academia nombró Miembros correspondientes a nueve escritores ecuatorianos entre ellos a dos ambateños, el doctor Pedro Fermín Cevallos y don Juan León Mera. Los flamantes académicos reunidos en Quito, en la casa del doctor Cevallos, el 4 de mayo de 1875 resolvieron “declarar y se declaró instalada la Academia”, y nombraron otros seis académicos. Los concurrentes a dicha sesión inaugural, en la que no estuvo presente Mera, nombró presidente al doctor Cevallos. Es obvio que esta fundación no fue resultado de la libre voluntad de escritores ecuatorianos, sino impuesta desde la Península, y que primó seguramente el criterio político-religioso.
Montalvo se encontraba en su destierro de Ipiales. Es cierto que su obra de escritor estaba consolidada, pero su lucha doctrinaria nunca fue de la devoción de Cevallos ni de Mera. Era el réprobo, que no tenía el beneplácito de quien dominaba despóticamente el país. Su marginamiento fue definitivo. Nunca podía ser académico durante la administración gubernamental garciana ni las sucesivas. Ocho años después, se repetiría el suceso en la Real Academia Española. Montalvo llegó de visita a Madrid. Habíale precedido la fama de sus “Siete Tratados”. Su prosa literaria sin duda asombró a los centros culturales de España. En amistosa actitud de aplauso y homenaje, rodearon al americano los más valiosos escritores de la época. Tres de ellos, Emilio Castelar, Juan Valera y Gaspar Núñez de Arce, convinieron en que pocos personajes de la letras merecían como Montalvo su ingreso a la Academia. Tuvieron como señalado honor presentarlo como candidato, dando por segura su aceptación unánime. Tanto fue así que en nota de 9 de junio de 1883, se le invitaba para un paseo dominical y una gran noticia “…le requiero y emplazo para esta conversación peripatética y le anuncio su presentación de académico por varios de mis consocios más ilustres. Le quiero mucho a U. de antiguo y antes de conocerle, su amigo. Emilio Castelar”.
Volvió a imponerse la política reaccionaria y el fanatismo religioso. Le cerraron las puertas de la Real Academia de la Lengua Española. Montalvo no fue académico de ninguna de estas ilustres Corporaciones. Pero esculpió, como en mármol su frase lapidaria: “Yo valgo fuera de la Academia”.
Pero he aquí otro suceso académico inesperado y sorpresivo. El V Congreso de Academias de la Lengua Española realizado en Quito en 1968 en homenaje que rindiera a Montalvo en el solemne recinto de su mausoleo, el 30 de agosto del mencionado año, hizo la siguiente declaración, en voz del académico nicaragüense D. Julio Icaza Tigerino.
“Las Academias de la Lengua Española tienen con Montalvo una deuda impagable. Al gran ecuatoriano le fue negado en su tiempo el ingreso al cenáculo de los hombres encargados de velar por la unidad y esplendor de la lengua de Cervantes. Permitidme que hoy en un gesto simbólico en nombre de las Academias aquí presentes trate de enmendar esa injusticia por encima del tiempo y de la muerte, declarándolo miembro eximio de todas ellas maestro perpetuo de académicos y Príncipe de la Lengua. Que su orgullosa ciudad natal recoja complacida este homenaje del Quinto Congreso de Academias de la Lengua Española y lo coloque sobre su tumba como una corona inmarcesible que acreciente su gloria en la inmortalidad”.
Montalvo es académico de las Academias de 21 países que hablan español y escriben español y vigilan su esplendorosa renovación y crecimiento. Pero acuden a mi mente las palabras, llenas de irónica amargura, de un ilustre periodista, en el homenaje póstumo a otro hombre de singular valía vencido por la tuberculosis y la muerte.
“Ya para qué…? Y surge mi duda: ¿de vivir aún Montalvo aceptaría esta gentil aunque ya inútil declaratoria? Montalvo es inmortal, será inmortal mientras se hable y escriba español, como ya alguien dijera. Y también su soberbia y lapidaria frase: “Yo valgo fuera de la Academia”.
Montalvo es académico de las Academias de la Lengua de los 21 países que hablan y escriben español y vigilan su espléndida renovación y crecimiento. Es el único escritor egregio que haya recibido tan estupendo homenaje, sin fronteras intercontinentales entre la América Hispana y la España de Cervantes y el Quijote.
Pablo Balarezo Moncayo
(Del libro “Montalvo – Testimonio Documental” - 1995)
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