Corrupto y mafioso
Por más que la retórica verde-flex quiera pintarlos de otro color, los intentos por reconciliar a los dos sectores de Alianza PAIS en pugna se ubican claramente en el campo de la indecencia. Porque de por medio está la necesidad vital e imperiosa de tapar la corrupción. No es un acuerdo por el poder sino un pacto por la impunidad.
09 de agosto del 2017
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Moreno sugiere que su subrogante es parte de una maqui-naria que opera fuera de los límites de la legalidad, de un entra-mado que atenta contra la propia institucio-nalidad del Estado y de la sociedad".
No existe total certeza respecto de quién acuñó la célebre frase de que en la política ecuatoriana se puede freír granizo. Unos se la atribuyen a Gonzalo Cordero y otros al Lluro Córdova. Lo único cierto es que la metáfora, aguda e ingeniosa, inmortalizó los extremos a los que se puede llegar en el pantanoso terreno de las luchas por el poder en nuestro terruño.
Pero esta metáfora del absurdo puede referirse tanto al arte de lo imposible como al arte de la indecencia. Todo depende de lo que esté en juego. No es lo mismo que conservadores y liberales se alíen para repartirse el poder a que se haga un pacto de trastienda para repartirse los fondos públicos. Lo primero es vergonzoso, lo segundo es inmoral y delictivo.
Por más que la retórica verde-flex quiera pintarlos de otro color, los intentos por reconciliar a los dos sectores de Alianza PAIS en pugna se ubican claramente en el campo de la indecencia. Porque de por medio está la necesidad vital e imperiosa de tapar la corrupción. No es un acuerdo por el poder sino un pacto por la impunidad. No es una disputa supuestamente ideológica; es una tranza para perpetuar el esquema de enriquecimiento lícito e ilícito que ha funcionado durante una década.
En la disputa entre Moreno, Glas y Correa no solo se han dicho vela verde, sino que han destapado una diferencia que, además de haberse hecho pública, aparece como insuperable. Así al menos lo ve la ciudadanía. Se trata de una bronca implacable entre el ala corrupta de Alianza PAIS y aquella que pretende ejercer la transparencia.
La pelea es agria. Los punzantes señalamientos de Moreno en contra de Glas trascienden el ámbito de los insultos. Cuando afirmó que el dedo de las investigaciones le apunta cada vez más, insinuó que es un corrupto; cuando rechazó adscribirse a lealtades propias de la mafia, insinuó que es un mafioso. En otras palabras, Moreno sugiere que su subrogante es parte de una maquinaria que opera fuera de los límites de la legalidad, de un entramado que atenta contra la propia institucionalidad del Estado y de la sociedad. No es poca cosa.
Estas insinuaciones no se equiparan, ni de lejos, con las acusaciones de mediocridad y deslealtad con que Glas y Correa intentan minar la imagen y la autoridad del Presidente. Es como cotejar una carga de TNT con una vaca loca. Las primeras implican una acción contundente desde la justicia; las segundas están destinadas al solaz del pueblo. De las primeras no hay cómo retractarse sin incurrir en un alto riesgo político; las segundas se las retira como puteadas de borrachos.
Si Moreno recula en su ofensiva podría echar por la borda el capital político acumulado en estos dos meses. Devolverle a Glas sus funciones, por ejemplo, sepultaría irremediablemente su imagen pública. Por eso la reconciliación es altamente improbable.
En ese sentido, la pintoresca comisión de reconciliación creada por Alianza PAIS para soldar la fractura interna luce como pirotecnia. Ni Patiño ni Rivadeneira entienden que el conflicto no puede resolverse al interior del movimiento oficial. Lenín Moreno hizo declaraciones frente al país como Presidente de la República, no como militante verde-flex. El asunto trascendió el coto de la cofradía ovejuna.
A menos que quieran burlarse del país entero.
La gente está expectante de que la lucha contra la corrupción no sea un juego de artificios, y mucho menos que se asuma tras bastidores. El desfalco de fondos públicos durante el correato ha sido demencial, y el pueblo quiere sanciones ejemplares para los responsables.
Pero esta metáfora del absurdo puede referirse tanto al arte de lo imposible como al arte de la indecencia. Todo depende de lo que esté en juego. No es lo mismo que conservadores y liberales se alíen para repartirse el poder a que se haga un pacto de trastienda para repartirse los fondos públicos. Lo primero es vergonzoso, lo segundo es inmoral y delictivo.
Por más que la retórica verde-flex quiera pintarlos de otro color, los intentos por reconciliar a los dos sectores de Alianza PAIS en pugna se ubican claramente en el campo de la indecencia. Porque de por medio está la necesidad vital e imperiosa de tapar la corrupción. No es un acuerdo por el poder sino un pacto por la impunidad. No es una disputa supuestamente ideológica; es una tranza para perpetuar el esquema de enriquecimiento lícito e ilícito que ha funcionado durante una década.
En la disputa entre Moreno, Glas y Correa no solo se han dicho vela verde, sino que han destapado una diferencia que, además de haberse hecho pública, aparece como insuperable. Así al menos lo ve la ciudadanía. Se trata de una bronca implacable entre el ala corrupta de Alianza PAIS y aquella que pretende ejercer la transparencia.
La pelea es agria. Los punzantes señalamientos de Moreno en contra de Glas trascienden el ámbito de los insultos. Cuando afirmó que el dedo de las investigaciones le apunta cada vez más, insinuó que es un corrupto; cuando rechazó adscribirse a lealtades propias de la mafia, insinuó que es un mafioso. En otras palabras, Moreno sugiere que su subrogante es parte de una maquinaria que opera fuera de los límites de la legalidad, de un entramado que atenta contra la propia institucionalidad del Estado y de la sociedad. No es poca cosa.
Estas insinuaciones no se equiparan, ni de lejos, con las acusaciones de mediocridad y deslealtad con que Glas y Correa intentan minar la imagen y la autoridad del Presidente. Es como cotejar una carga de TNT con una vaca loca. Las primeras implican una acción contundente desde la justicia; las segundas están destinadas al solaz del pueblo. De las primeras no hay cómo retractarse sin incurrir en un alto riesgo político; las segundas se las retira como puteadas de borrachos.
Si Moreno recula en su ofensiva podría echar por la borda el capital político acumulado en estos dos meses. Devolverle a Glas sus funciones, por ejemplo, sepultaría irremediablemente su imagen pública. Por eso la reconciliación es altamente improbable.
En ese sentido, la pintoresca comisión de reconciliación creada por Alianza PAIS para soldar la fractura interna luce como pirotecnia. Ni Patiño ni Rivadeneira entienden que el conflicto no puede resolverse al interior del movimiento oficial. Lenín Moreno hizo declaraciones frente al país como Presidente de la República, no como militante verde-flex. El asunto trascendió el coto de la cofradía ovejuna.
A menos que quieran burlarse del país entero.
La gente está expectante de que la lucha contra la corrupción no sea un juego de artificios, y mucho menos que se asuma tras bastidores. El desfalco de fondos públicos durante el correato ha sido demencial, y el pueblo quiere sanciones ejemplares para los responsables.
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