domingo, 13 de agosto de 2017

De venta



DIARIO EL UNIVERSO
Francisco Febres Cordero
Qué bueno que el presidente Moreno haya decidido entrar a una etapa de austeridad, después del despilfarro al que estuvimos acostumbrados con el Correa, que nos resultó demás manisuelto, francamente. ¡Qué bestia cómo gastaba! Cómo sería, que después de haber dicho que somos jaguares, nos dejó convertidos en gatos, flacos, hirsutos, hechos una pendejada.
Ahora el Moreno está empeñado en vender lo que, poco a poco, va encontrando entre los desechos del despilfarro. Pobre, desesperado, anunció que va a comenzar con los carros. Bueno, sí le han de comprar y con eso ha de conseguir buena plata porque ¡cómo tenían carros los de la revolución ciudadana! Y eran unos bien de lujo en que los ministros y las ministresas, los subsecretarios y subsecretarias, los asesores y asesoras se desplazaban, sobradísimos, con chofer y guardaespaldas. Full equipo eran. No pues los ministros, sino los autos. Con sirenas incorporadas, aunque sin placas para que no les reconocieran. Ojalá el Moreno antes de venderlos les matricule. Bueno, si no a todos, por lo menos al que usaba el Glas, que ha de haber andado con la matrícula plagiada en el rincón del vago, igualito que la tesis.
Otra cosa que está vendiendo es uno de los dos aviones, pero eso no creo que es por sacar plata sino solo por hacerle tener iras al Glas. ¡Cómo se quejó de que ya no le dejaran usar el avión! Fue lo que más le dolió. Mucho más de que le hayan despojado de todas sus funciones. Gritó, lloró, pataleó el Glas, antes de anunciar que ¡oh tragedia!, ahora se veía obligado a desplazarse por tierra, como cualquier animal. Y razón tiene porque si, por ejemplo, hace cola para subirse a uno de Tame, la gente le ha de comenzar a gritar: ¡Fuera, Glas, fuera!, algo que se agravaría si subrepticiamente logra subirse y, ya en el aire, los pasajeros le descubren y a la voz de ¡fuera, Glas, fuera!, le hacen bajar al vuelo.
Chuta, y aprovechando que va a vender el avión, está de que el Moreno comience también a vender las piezas de ese museo que el Correa, que era demás humilde, sin ninguna pretensión de pasar a la historia, dejó instalado en once salas del palacio. Como el Gustavo Larrea no tiene trabajo pero se pasa todo el día en Carondelet, el Moreno puede encargarle la tienda para que vaya vendiendo los objetos al por menor. Es que ahí dizque hay artículos carísimos, relojes de oro con incrustaciones de rubí, ¿o eran rubíes con incrustaciones de relojes?, bastones de marfil y jade que le regalaban al Correa cuando estaba patojo y hasta la rodilla que le sacaron, engarzada en lapislázuli. Y así. Pero lo más lo más caro, aparte de la enorme colección de fotos del Correa, son sus 17 títulos honoris causa, por cada uno de los cuales cualquier coleccionista pagaría una fortuna. El tío del Glas, por ejemplo.
Y ya, con eso nomás, financiado el presupuesto.
Aunque, claro, mejor que la tienda sería que el Moreno les obligara a los ladrones a devolver la plata que se robaron, con lo cual podría comprarle al Glas no solo un avión nuevo para que no llore, sino hasta un satélite como ese Pegaso con que el Correa inauguró la carrera espacial y mandarle a volar en el espacio sideral con prisión domiciliaria, como al Pólit. (O)

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