Lienzo por agosto
Publicado el 2017/08/19 por BLL
Publicado el 2017/08/19 por BLL
[Alberto Ordóñez Ortiz]
Basta mirar los remansos repletos de hojas muertas y de escuchar la música con que en su lento deambular sonoro nos traspasa. De ver el esplendor amarillo que se ha tomado todos los senderos: topacio reluciente que se ensimisma y nos ensimisma, para entender que es agosto el que viene serpenteando entre las sendas y las frondas. Basta sentir, costillas adentro, ese dolor que no se sabe dónde, pero que nos duele y está allí, fijo como una cuchillada, para saber que es la túnica del mes en que todo se agosta la que nos aprieta y pone a silbar canciones de otoñal usanza. Las cañadas y la hojarasca centellean y danzan sobre la hojarasca de este mes estival. Los árboles esparcen el ramaje sobre el lento fluir de los pequeños hilos de agua en que se han convertido los ríos, hasta el punto de dejarnos mirar el costillar de las piedras del fondo; expuestas, hoy, desenfadadamente, a la mirada de todos. Descubriéndonos la piel de sus secretos resguardados por centurias. Se podría decir, sin exagerar, que estamos frente al cadáver y al velatorio de la tierra y del río, sobre el que caen las hojas en actitud contrita, donde no sobran ni faltan las palabras.
Los sauces de la orilla sollozan tras haber perdido el verde y de verse obligados a exhibir sus añosos nudos cubiertos por el imbatible musgo que refleja en el pan de oro que sube temblando por el ramaje, sus ondas edades. Desnudados hasta el alarido, los sauces cumplen a cabalidad con su rol de auténticas plañideras. Sollozan lágrimas doradas. Alineados en filas perfectas parecen avanzar corriendo sobre las orillas de los ríos, aunque en realidad no se hayan movido un milímetro. El flujo de la savia es el eco de un eco. Susurro de una agonía anaranjada. En sus insondables profundidades, el silencio cae gota a gota, mientras el descanso estival para los relojes y deja entrever la batalla interna de las raíces en su descanso ritual por recuperar en sus grutas tocadas por el dedo de lo oculto, las fuerzas que en su momento pusieron a cantar al verdor, a las flores y a los pájaros.
Las parvas edificadas con los tallos del maíz exánime, entrelazadas en un irrompible abrazo, son el testimonio de la peregrinación de la tierra en busca de sus profundidades más ignotas, mientras libra su arduo combate por devolverse a la vida y decirnos sus cosas en su lenguaje de inacabados trinos, mientras los astros la miran y la elevan a sus altares de celestial altura Es cuando entendemos que la vida consiste en algo más que simples canjes sentimentales. Que no es tan sólo la desgastadora costumbre del tiempo. Que el duermevela de la tierra, no es signo de flaqueza, si no de reafirmación de su presencia que se renueva y nos pone a volar con los ojos cerrados.
La naturaleza se agosta en este mes de las noches en que las estrellas fugaces nos roban la vista y nos devuelven a los insomnes patios de la infancia. De pronto el pasado y el futuro se sitúan a ambos lados y nosotros estamos en mitad de su río que deja escuchar su rumor sagrado que, súbitamente salpica nuestros ojos, sin que hasta ahora sepamos si son nuestros ojos los que lo salpican. (O)
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