MIGUEL RIVADENEIRA
La peor herencia del anterior presidente fue haber sembrado como política de gobierno -con odio, intolerancia y resentimiento social- la mentira, el engaño y la negación de los hechos. Sin embargo, poco a poco se derrumba con tantas pruebas testimoniales, contratos e informes aunque nieguen hasta el final, sin razonamiento, los que tienen un comportamiento ovejuno, aquellos que se beneficiaron del poder con discurso “revolucionario” y los que aplauden con los ojos cerrados. Conforme salen las cosas se podría revertir la frase del exmandatario: qué caretucos. Los documentos y testimonios grabados (que en otros países han llevado a la cárcel a ex mandatarios y otros en el caso Odebrecht) acá siguen negando a pesar del señalamiento de irregularidades, sobreprecios y coimas por millones de dólares encontradas en cuentas y hasta en los techos, entregadas a ex altos funcionarios y parientes cercanos, que hoy quieren aparentar relaciones lejanas cuando han sido socios en compañías. Por eso el ex presidente declaró una guerra a los medios de comunicación para que no le difundan todas sus acciones nefastas en contratación pública, en la mayor época de bonanza petrolera. Acusó e hizo sancionar a la prensa mientras hacían lo que querían, con adjudicaciones a dedo, precios exorbitantes, y unos organismos de control y jueces cómplices y encubridores. Allí está la actuación del ex contralor del Estado, hoy en Miami. Se conoce, por audios presentados desde Brasil, que pedía dinero en efectivo e involucra al segundo mandatario. Los casos siguen saliendo e involucra a ministros, altos funcionarios y familiares directos. Unos sentenciados, otros en el exterior, fugados de la justicia y unos terceros que niegan sin rubor las pruebas. Lo más grave es que frente a tanto acto de corrupción tienen la audacia de sostener que en el nuevo gobierno, que cívicamente ha rescatado las libertades y la democracia, se quiere institucionalizar la corrupción, cuando no tienen calidad moral ni ética. Acusan de supuestas alianzas con “la partidocracia” cuando en el anterior régimen ellos tuvieron ministros y altos funcionarios de esos sectores. Primero que respondan por tanta irregularidad que silenciaron a la fuerza con persecuciones y cárcel para los denunciantes, con agilidad de la Fiscalía y jueces sometidos al poder. El Presidente ha pedido que se revele los actos de corrupción y eso responde a un mandato constitucional que obliga a todos a denunciar y combatir este mal. Bien decía el filósofo español, Miguel de Unamuno, que no es raro encontrarse con ladrones que predican contra el robo para que no les hagan competencia y el presidente de EE.UU., Abraham Lincoln, sostenía que se puede engañar a todo el mundo algún tiempo, a algunos todo el tiempo, pero nunca a todo el mundo todo el tiempo.
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