viernes, 17 de marzo de 2017

El Biess es el arca abierta de Richard Espinosa

  en La Info  por 
Todo lo que allí ocurre es anormal. No hay directorios y no se conoce lo que sucede. Hay pedidos de sanciones a mandos altos que los responsables del banco ni siquiera responden. La Contraloría investiga algunos temas pero sus informes definitivos nunca salen y los informes preliminares son leídos por algunos y guardados bajo llave… Hay un gerente general, pero el poder real lo detenta Luis Fernando Hermosa Zambrano. En la lista de funcionarios, él figura como “Asesor-Directorio” y tiene un salario de $4.508 dólares. Lejos de los gerentes que ganan $8.300 dólares y del gerente general (Alejandro Javier Pazmiño) cuyo salario es de $12.020 dólares. Pero Luis Fernando Hermosa representa a Richard Espinosa, Presidente del Consejo Directivo del IESS y, de hecho, ocupa su oficina en el noveno piso del Biess.
Hay eventos que Hermosa arrastra como cacerolas en su hoja de vida. Uno: Stanford Group. Diario La Hora habló en 2009 de una estafa, tras conocerse que Securities Exchange Commission tomó acciones en Estados Unidos contra Allen Stanford y tres de sus compañías y pidió congelar sus activos. Allen Stanford era propietario del 99.99% del capital social de Stanford Group; la Casa de Valores que en Guayaquil manejaba fondos y operaciones fiduciarias y pagaba intereses de hasta el 6.5%. Se llegó a decir que manejó hasta $170 millones de dólares. El 20 de marzo de 2009, el interventor Marco Vinicio Sánchez, comunicó a la Bolsa de Valores de Guayaquil la ausencia del representante legal de esa compañía: Luis Fernando Hermosa, Presidente ejecutivo y representante legal de esa compañía. Cuando saltó la escándalo, él se perdió en la naturaleza…
Hermosa es hoy el poder tras el poder en el Biess que es, mirado desde adentro, una absoluta catástrofe. La información de toda gestión es incompleta, se oculta o se publica tarde violando ostensiblemente la ley. El Biess goza, como dice un funcionario de la Superintendencia de Bancos, de “un tratamiento especial”. Se refiere a la anomalía de que el Biess no tenga calificación de riesgo. Claro, si usted abre la página del Biess encontrará que tiene una calificación AAA-. Esa certificación fue entregada por la calificadora de riesgos Pacific Credit Rating el 28 de enero de 2016 basándose en los balances auditados hasta el 30 de septiembre de 2105. En la Superintendencia no se explican por qué el Biess puede prescindir de este control permanente que la Súper publica cada tres meses.
No solo no hay razón sino que la en esa dependencia se sabe que BankWatch ratings S.A. auditó al Biess y bajó su calificación a AA+. Ese resultado fue impugnado y la calificadora se ratificó en él. El Biess no corrigió la calificación de riesgo que exhibe en su página y la Superintendencia de Bancos no lo incluye en la lista de bancos auditados que figuran en su página web hasta junio de 2016. Nadie duda del tratamiento político que da el gobierno al Biess en este y otro temas en los cuales se violan leyes y protocolos que regulan la actividad bancaria.
Resulta incomprensible que, con un número impresionante de operaciones (ejemplo: en agosto 16 del 2016 el número de préstamos hipotecarios sumó 89.616 y los quirografarios 152.857) el Biess no haga balances diarios. No se sabe si los dineros que se cobran y los intereses que se pagan llegan a esos balances. Lo mismo se puede decir de sus estados financieros. El 9 de febrero pasado, por ejemplo, se publicó el “Estado de la situación financiera al 31 de diciembre de 2016”… casi 40 días después. En esto tampoco interviene la Superintendencia de Bancos.
¿Cómo se manejan las inversiones del Biess? En su portal figuran los montos de créditos, inversiones, fideicomisos por un total de $4.241.780 millones en 2015. Las de 2016 no aparecen. No se han publicado. Así nadie tiene que explicar, por ejemplo, por qué pasó de $750 millones a $796 millones el año pasado en la columna “colocación de capital de renta fija en el sector público”. Nadie tiene que explicar tampoco por qué, a septiembre de 2016, el Biess había colocado 7.626 millones de dólares en bonos del Estado. Es decir, un 44% de su portafolio. Por supuesto que la participación del Biess en el mercado nacional ha bajado sensiblemente y, con ello, la rentabilidad para afiliados y jubilados. En 2011 colocó en el mercado de valores 245 millones de dólares; el año pasado apenas siete millones. ¿Quién responde por estas decisiones que, además de obedecer a la lógica política del régimen, se antojan nada rentables y totalmente secretas? ¿Quién decide y en función de qué, por ejemplo, las inversiones en los Fondos Complementarios Cerrados que suman unos $200 millones semanales? ¿Quién responde por las desinversiones que se hacen y por la descapitalización del IESS, visible en sus estadísticas?
Las inversiones son el terreno reservado de Richard Espinosa y Luis Hermosa. Hay un detalle, de enorme significación, que llamó poderosamente la atención puertas adentro. Los miembros del directorio, además de su gestión, ejercen la presidencia de los comités que hay en el Biess. Espinosa se quedó con el de la administración de riesgos (por ahí pasan las inversiones) y el de ética (que evita sancionar a los gerentes que pone Espinosa y cuya ineptitud es proverbial).
¿Qué pasa en el Biess con el sistema de cobranzas y con la morosidad que aumenta y es superior a la de la banca privada? ¿Qué pasa con esos 70 fideicomisos; 45 de inmobiliarias, que, además de representar pérdidas desde hace años para el Biess, suscitan altas sospechas de corrupción en peritajes y obras paralizadas? ¿Qué pasó con la venta del Hotel Quito que la Contraloría observó y que fue vendido por debajo de todas los escenarios hechos por Price Waterhouse?: $30 millones y a plazos cuando el menor precio previsto por esa firma era de $32 y el mejor de $46. ¿Ya lo pagaron? El número de interrogantes que suscita esta arca abierta en que se ha convertido el Biess es infinita. Su lema es: “El banco que cumple tus sueños”. Es evidente que muchos deben estar cumpliéndolos en la administración de Richard Espinosa. Y mientras lo hacen, fabrican una verdadera pesadilla para afiliados y jubilados para los próximos años.

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