Perú: una renuncia que muestra que los políticos no han sabido gobernar
El problema no es el indulto del expresidente Fujimori ni la renuncia del presidente PPK. El problema consiste en que seguramente más de la mitad de los peruanos no está dispuesta a olvidar, está enfurecida y piensa —con razón— que PPK fue un traidor y un mentiroso y pide la anulación del indulto.
26 de marzo del 2018
RAZONPUBLICA.COM
Por: César Ferrari*
Una renuncia esperada
El 21 de marzo será recordado en la historia peruana como la fecha de renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) a la presidencia de la República.
Su dimisión ocurrió la víspera de que el Congreso (unicameral) debatiera la moción de vacancia por “incapacidad moral.” Esta moción seguramente habría prosperado pues se requieren 87 de los 130 votos, y se sabía que alrededor de 105 congresistas votarían a favor.
Dos días antes los votos a favor de la vacancia parecían no llegar a 87, pero la situación cambió a raíz de la difusión de unos videos y audios donde el congresista Kenji Fujimori convencía a otro congresista de abstenerse de votar la vacancia a cambio de contratos y obras en su departamento; se veía también que el congresista asistiría a una comida con PPK para cerrar el acuerdo.
A los cargos contra PPK por tratos indebidos con Odebrecht mientras era ministro de Alejandro Toledo —argumento para la primera moción de vacancia de diciembre del año pasado— se le sumó el intento de cohecho que acabó de enfurecer a sus opositores e incluso a varios miembros de su pequeño grupo parlamentario, quienes pidieron su renuncia o, de no producirse, anunciaron su apoyo a la vacancia.
Lo anterior ocurría debido a una serie de antecedentes:
- En diciembre pasado Kuczynski evitó la primera vacancia cuando diez parlamentarios disidentes liderados por Kenji Fujimori se abstuvieron de votarla. Esta vacancia era promovida por la mayoría fujimorista liderada por Keiko Fujimori (KF), hermana mayor y enemiga de Kenji, líder y candidata tradicional del fujimorismo a la presidencia.
- Dos días después Kuczynski indultó y excarceló al ex presidente Alberto Fujimori. El indulto fue presentado como un acto de misericordia para un anciano de 79 años que padecía múltiples enfermedades. Ninguna de ellas era terminal, y se supo que el indulto sirvió para evitar que PPK fuera destituido por los seguidores de Fujimori, que por una incomprensible regla electoral (ganaron el 36 por ciento de los votos) tenían la mayoría absoluta en el congreso (59 por ciento de las curules).
El indulto causó una airada reacción por parte del centro y de la izquierda: más o menos la mitad de la población, de la cual seguramente la mayoría había votado por PPK para evitar la presidencia de KF, después de recibir la promesa de que ese indulto no se produciría. La otra parte de la población celebró el indulto.
Para los indignados el indulto no era justo, sensato ni conveniente, dada la sentencia a 25 años de cárcel para Fujimori en juicios realizados con todas las garantías procesales por crímenes que incluyen asesinatos y corrupción. Al sentenciado le faltaba 13 años de su condena. Su furia aumentó cuando se enteraron de que además del indulto, PPK le había concedido a Fujimori una gracia presidencial que lo liberaba de futuras acusaciones por crímenes en investigación. Esta gracia fue rechazada por el tribunal encargado del proceso por la matanza de Pativilca, que decidió proseguir su investigación.
PPK demostró ser un pésimo político. El indulto no calmó a la derecha fujimorista que lo había fustigado durante su mandato, ni eliminó sus rencores. Y por su parte la izquierda y el centro se sintieron engañados y traicionados. De esta manera el presidente perdió el apoyo de casi todos los peruanos.
¿Quién es el nuevo presidente?
El primer vicepresidente Martín Vizcarra juró como presidente anunciando su disposición "... al diálogo para conducir al Perú... (proponiendo) un pacto social a fin de luchar sin distingo alguno contra la corrupción... (jurando) que (se) dedicar(á) a trabajar para todos los peruanos, en especial para los más necesitados".
Martín Vizcarra asume la presidencia de Perú tras renuncia de Pedro Pablo Kuczynski.
Foto: Congreso de la República de Perú
Vizcarra es limeño, de origen provinciano e ingeniero civil. Fue presidente regional de Moquegua en la costa sur entre 2011 y 2014, donde adelantó una gestión muy exitosa al negociar el apoyo de las grandes mineras que operan en su región al desarrollo y la educación, logrando así más altos estándares educativos del Perú. El nuevo presidente tiene un origen distinto del de su predecesor: mientras PPK está ligado al mundo internacional, al sector financiero y a los lobbies, Vizcarra viene del mundo provinciano y del sector de la construcción.
Vizcarra inicia su presidencia con una enorme debilidad política: una reducida bancada parlamentaria, un centro desconfiado, una izquierda que no cree en él ni en sus posiciones y un fujimorismo que lo único que le interesa es tomarse el poder.
Vizcarra comienza su gobierno con una gran debilidad: una bancada parlamentaria reducida, un centro desconfiado, una izquierda que no cree en él ni en sus posiciones y un fujimorismo cuyo único interés es tomarse el poder. La mayoría fujimorista ya mostró su talante: durante el corto gobierno de PPK, la mayoría parlamentaria censuró u obligó a renunciar a 14 ministros, incluido el presidente del Consejo de Ministros.
Probablemente los primeros meses de Vizcarra sean relativamente tranquilos, pero después comenzará una confrontación aguda si no consigue algún tipo de acuerdo que le permita gobernar.
La corrupción desenfrenada
Los escándalos de corrupción han desahuciado a los líderes políticos peruanos, tanto a quienes ejercieron el poder como a los de la oposición fujimorista que han buscado llegar a la presidencia desde el año 2000.
Desde los años noventa la corrupción ha venido creando un drama cuyo primer protagonista fue el propio presidente Fujimori: el conocimiento público de sus múltiples crímenes, su huida, su renuncia por fax, su vacancia por incapacidad moral, su encarcelamiento y, desde hace tres meses, su indulto como precio para mantener a PPK en el poder.
Este drama, agravado por el descubrimiento de los sobornos de Odebrecht, incluye
- La solicitud de extradición de Alejandro Toledo prófugo en Estados Unidos.
- Las acusaciones contra el también expresidente Alan García.
- El enjuiciamiento con prisión preventiva de un tercer expresidente, Ollanta Humala.
- Las acusaciones contra la líder de la oposición Keiko Fujimori.
- Las ya citadas dádivas para evitar la vacancia, y la renuncia de PPK quien también está vinculado a los pagos indebidos de Odebrecht, y
- El probable desafuero de Kenji Fujimori.
De modo pues que el problema no es el indulto de Fujimori ni la renuncia del presidente. El problema consiste en que seguramente más de la mitad de los peruanos no está dispuesta a olvidar, está enfurecida y piensa ̶ con razón ̶ que PPK fue un traidor y un mentiroso y pide la anulación del indulto.
Más complicado aún: hastiada de la corrupción de los líderes, la inmensa mayoría clama “que se vayan todos (los políticos),” reclamo de imprevisibles consecuencias y refrendado en las encuestas de opinión: al final de su mandato PPK tenía 15 por ciento de respaldo y el Congreso 11 por ciento.
Esto ocurre en medio de una desaceleración notable de la economía, consecuencia de la dependencia a las materias primas, la caída de los precios internacionales y la ausencia de un modelo que los líderes han sido incapaces de proponer para superar esa dependencia.
¿Será que la presión popular obliga a renunciar al nuevo presidente y a llamar a elecciones de inmediato? La cuestión no parece viable constitucionalmente, a menos que Vizcarra renuncie antes del 2021.
¿Acabará siendo controlado totalmente por el fujimorismo? A este no le faltaría interés: con la ayuda u omisión del presidente intentaría desmantelar al poder judicial, lo que ya ha intentado con poco éxito hasta ahora. La razón: bloquear la judicialización de Keiko Fujimori y de su círculo por cuestiones de corrupción (Odebrecht y lavado de activos); parte de su tradición, pues Fujimori padre también desmanteló al poder judicial de su época.
Ese escenario, tarde o temprano, movilizaría al centro y a la izquierda y acabaría en una crisis pronunciada, como ha pasado en casi todas las historias latinoamericanas modernas.
Tales parecen los rasgos de un país en crisis de adolescencia (como la caracteriza Luis Alberto Sánchez): con una notoria debilidad institucional y donde la política solo ha servido para apropiarse del poder en beneficio propio y en perjuicio del resto de la sociedad. Tal vez esto se deba a que la sociedad peruana ha sido complaciente, a consecuencia de:
- El hecho de que las acciones dolosas no se vean como ‘graves’ cuando el afectado es un Estado lejano y ajeno.
- El que los poderosos acaben convencidos de su omnisapiencia y omnipotencia para acomodar la ética a su interés particular.
- Un ejercicio del poder desde el gobierno o desde la oposición sin transparencia ni control efectivo.
¿Todo está perdido?
Renuncia del Ex-presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski. Foto Wikimedia Commons
Perú tiene sus fortalezas
La primera: un poder judicial que parece no hacer distingos y judicializa también a los poderosos. Las otras son:
- Con la crisis, los peruanos no estarían dispuestos a seguir aceptando a los políticos corruptos. Esto hará que más temprano que tarde aparezca una nueva clase dirigente.
- La economía parece fuerte. Desde el 2000 Perú ha crecido por encima de su nivel histórico, y también más que sus vecinos y principales socios en la Alianza del Pacífico, Colombia y Chile.
Este crecimiento se debe a la abundancia de recursos minero-metalúrgicos (incluyendo gas natural, cobre y oro), a sus precios elevados y al financiamiento internacional barato. Pero la dependencia minera produce también la inestabilidad del crecimiento al vaivén de los precios internacionales.
No es que el Perú sea ingobernable, es que sus políticos no han estado a la altura del país.
Por otro lado el notable crecimiento del sector agropecuario, que es más estable, tiene que ver con la conversión de los desérticos valles costeros en un vergel productivo, debido en parte a las cuantiosas inversiones estatales en infraestructura y transvase de aguas desde la cuenca amazónica a la costa. Incidió principalmente la reforma agraria de los años setenta que eliminó el latifundio; incidió también la posibilidad de comprar y vender la tierra reformada que atrajo a nuevos empresarios e inversiones al campo.
¿Pero será viable Perú en medio de la turbulencia política y social que lo sigue afectando? Y en todo caso, con nuevos liderazgos, ¿podrá plantearse un nuevo modelo económico que institucionalice al país, le evite los vaivenes de los precios internacionales, y genere ingresos estables para la población?
Ojalá. Perú necesita democracia y una economía que crezca en forma incluyente, sostenida y sostenible para resolver los problemas de rezago, pobreza e inequidad. Las soluciones no son fáciles ni rápidas.
Para lograrlas se necesita un mínimo de consenso social. Lograr ese consenso es la tarea más urgente de los peruanos; y eso es válido no sólo para el Perú.
*Ciudadano peruano e italiano, profesor titular del Departamento de Economía de la Universidad Javeriana, Ph.D. en Economía y master en Desarrollo Económico de la Universidad De Boston, master en Planeación Urbana de la Universidad de Nueva York e Ingeniero Civil de la Universidad Católica del Perú.
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