Para Correa el problema no es robar sino cuánto se roba
Acosado por los escándalos de corrupción que afectan su imagen y ponen en riesgo su futuro político, Rafael Correa parece ahora empeñado en relativizar la importancia de la corrupción. La evidencia del interés de Correa está en la recomendación que hizo hace pocos días a quienes lo siguen en redes sociales para que lean un artículo que afirma que la lucha anticorrupción es una estrategia de la derecha para evadir sus responsabilidades públicas y que en realidad hay problemas mucho más graves que ese.
El artículo se titula “La anticorrupción, una estrategia de las élites para evadir sus responsabilidades” y está firmado por Martín Pastor. Publicado a finales del 2017 en el sitio de izquierdas Alainet, el texto ha sido reproducido en muchas páginas web y blogs simpatizantes de las corrientes del socialismo del siglo 21 en toda la región.
Pastor plantea una tesis que, evidentemente, busca relativizar la gravedad de la corrupción en la percepción ciudadana bajo el argumento de que hay cosas más graves como, por ejemplo, la evasión de impuestos o la salida de capitales del país. Si bien no está bien que existe corrupción, es mucho peor que haya conductas que únicamente pueden ser endosadas a las élites y a la derecha como son la evasión tributaria y la salida de capitales, sostiene la tesis expuesta en el texto. “La lucha contra la corrupción en Ecuador es una estrategia política promovida por las élites para ignorar los factores estructurales que permiten el flujo ilícito de capitales, verdaderos problemas del país y la región”.
Para llegar a la conclusión de que la lucha contra la corrupción es una trampa de la derecha, Pastor hace un ejercicio aritmético curioso: los 50 millones de dólares, que según el ex procurador Diego García pagó Odebrecht, en sobornos de los brasileños es mucho menos que los 400 millones que, según él, pierde aproximadamente el Ecuador por evasión de impuestos cada año. “Es así que mientras los millones de Odebrecht duelen e indignan a los ecuatorianos, los miles de millones en ilícitos tributarios son ignorados”. dice Pastor quien luego arranca con esta afirmación categórica: “esto quiere decir que existen problemas muchos más grandes que afectan a los bolsillos de los ecuatorianos”. Más adelante cita a varias personas que sostienen que existen estadísticas que muestran que, incluso en términos regionales, “la corrupción no representa la mayor afectación”.
Para sostener su argumentación, Pastor parte del singular supuesto de que el único escándalo de corrupción en el Ecuador es Odebrecht, ya que su cifra de partida para la comparación que hace son los 50 millones de coimas que pagó esa constructora brasileña. No menciona los miles de millones de dólares que el Estado perdió en sobreprecios en contratos como los de la Refinería del Pacífico o de Esmeraldas, así como en cientos de obras que no sirvieron para otra cosa que para beneficiar a los contratistas que compartían sus ganancias con los burócratas encargados de las licitaciones. Pastor no cuenta tampoco los miles de millones en comisiones ocultas por la venta de petróleo que fueron a parar en los bolsillos de intermediarios amigos del gobierno o en los contratos de propaganda política con los se beneficiaron las empresas de los hermanos Alvarado. Tampoco lo que perdió el estado por el manejo corrupto de las empresas públicas como los canales de televisión incautados, TAME y el ferrocarril entre otras.
La corrupción, en definitiva, es el mal menor de un sistema donde las élites usan el discurso de la lucha en contra de ella como un arma política: “A través de esta se ignora el rol del empresariado y las estructurales legales e ilegales que permiten el flujo ilícito de capital, manipulando así a la población”.
Pero lo más insólito del artículo que Correa está empeñado que se lea es que no existe ni por asomo una referencia al tema de la ética. Se trata, en suma, de un razonamiento donde A es más grande que B por lo que B es apenas un elemento distractor. En otras palabras, si los asesinatos no son la principal causa de muerte en una sociedad sino el hambre, entonces no hay que preocuparse de los asesinatos. Parecería que para el autor del texto, la honradez y la ética pública son conceptos utilizados por las élites para desviar la atención y poder seguir desfalcando al Estado y no principios básicos de la democracia. Bajo la lógica de Pastor, es imposible que sea el Estado el que desfalque a la sociedad. “Es así que el discurso ‘anticorrupción’ se convierte en el ‘chivo expiatorio’ perfecto para desviar la atención a las falencias del sistema del que ellos se benefician”.
Correa parece haber encontrado en el artículo de Martín Pastor la coartada que necesitaba en medio de tanto escándalo de corrupción que lo afecta y sin duda a eso se debe su recomendación. Expresa en forma diáfana la esencia del pensamiento el ex presidente según el cual la deshonestidad únicamente puede estar en el lado del empresario y el sector privado porque, por principio, el funcionario o burócrata es el único que está del lado del “bien común” y por ende del pueblo.
A Rafael Correa, además, le parece “interesante” el texto de Pastor porque de alguna manera reduce el tema de la corrupción al caso Odebrecht. Se trata de Odebrecht como único caso cierto de corrupción lo que hace parecer como si no fuera por esa empresa y sus perversiones todo hubiera sido perfecto durante su gobierno.
En realidad, la lógica del artículo no es nueva para Correa. Hace casi un año, cuando salió en defensa de su ex ministro Alecksey Mosquera, a quien se le inculpaba por haber recibido un millón de dólares de Odebrecht, Correa aseguró que no había nada de malo en que Mosquera hubiera recibido el dinero de los brasileños porque para él eso era un acuerdo entre privados donde lo único incorrecto es que no se hubiera declarado el ingreso para no pagar impuestos. Correa no veía nada malo que un ex funcionario, que había tenido relación con los sectores en donde Odebrecht había trabajado, hubiera recibido ese monto de dinero porque “ya no estaba en el sector público”. “¿Dónde está el problema? Que no declaró pues ese millón de dólares, hay defraudación tributaria (…) ”, dijo ese día el entonces presidente quien agregó: “Si Alecksey Mosquera decía yo como consultor eléctrico estoy ayudando a Odebrecht en diferentes obras por un millón de dólares le facturo, declaro impuestos y lo deposito donde me dé la gana en el mundo. No ha pasado absolutamente nada, el problema es que no lo ha declarado”.
Correa actualmente está acosado por denuncias sobre actos de corrupción y parece que los argumentos de defensa se le van agotando. Ya no es solo Odebrecht el problema. A ese tema se han sumado otros como la contratación de la deuda pública donde, incluso, hay evidencias de su participación directa en maniobras para cambiar leyes y ocultar información con el objetivo de endeudar al país más allá de lo legalmente permitido. En esas circunstancias, que alguien diga que el problema no es la corrupción sino la evasión fiscal le cae como anillo al dedo. La idea, como se dice en el texto, de que los esfuerzos por combatir la corrupción son estrategias de la derecha para volver a imponer el neoliberalismo y ocultar los verdaderos problemas del Ecuador debe ser, para un Correa en las actuales circunstancias, una perfecta coartada para lavarse la cara y seguir aspirando a tener futuro en la política.
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