sábado, 31 de marzo de 2018

Nuestra política



Alberto Ordóñez Ortiz
Por AGN -31 marzo, 20184
Nuestra política, como toda política, es un desafío. Un largo y sostenido desafío que apuntaría a quebrantar el escudo de la más recia imaginación. Hacerlo trizas, para pronto ser un multicolor estallido de fuegos artificiales que aparten nuestra vista de los acontecimientos que vivimos y los alteren de acuerdo a sus [soberanos] intereses, para así cumplir con su cometido de convertir las falacias en realidades. Pero, sobre todo, es un complot, un abierto y desafiante complot que a caballo sobre las mentiras piadosas e impiadosas, busca ocultarnos la realidad. Escamotearla para convencernos de que vivimos en un país en que todo es miel sobre hojuelas. Los índicadores -por ejemplo- aseguran que nuestra economía ha subido en dos puntos porcentuales y que a fines de año, serán cuatro. Mientras tanto, el país de la bonanza se ha endeudado hace poco en siete mil quinientos mil millones de dólares. No hay duda que la falsificación de la verdad es consigna propia de los políticos.
Hay que desmitificar a esa suerte de seudociencia que es la política cuando disfraza lo que toca -una especie de rey Midas del engaño- y se disfraza para hacer del timo una verdadera política de Estado. No obstante, no hace falta de mucho, basta que la situación económica se torne insostenible y que el poco dinero de los pobres desaparezca en el vano intento de llenar la “canasta familiar”, -vaya nombrecito lleno de los encubrimientos propios de su relatividad-, para que los índicadores se derrumben, el engaño salga a flote y lo que es más grave: que surjan comprometedoras reacciones sociales capaces de provocar desestabilizaciones de fatídicas consecuencias. Cuando ocurra, la verdad brillará como una moneda de oro recién acuñada.
En el país, varios ex-mandatarios no tuvieron el menor empacho en emitir frases que pretendían ser sentenciosas pero que, el tiempo al darles su verdadera estatura, demostró lo que en realidad eran: exhibición de ex-abruptos o de interesadas falacias. Galo Plaza durante su gobierno -década del cincuenta- lanzó su célebre frase: ”El Oriente es un mito”, frase que habría tenido la misión de ocultar -así se aseguró- su verdadera riqueza petrolera. Oswaldo Hurtado no se impacientó al afirmar que si “las alverjas estaban caras, se debían comprar otras cosas”. Pero hay una reciente: El Secretario de Información -vocero del gobierno- anunció la quiebra del IESS. No informó, desde luego, que en el Presupuesto del Estado no consta partida alguna para el pago de la cuantiosa deuda que mantiene con el Instituto, pese a la mandatoria normativa constitucional vigente para ese efecto. El atentado contra los jubilados -grupo vulnerable- es en el orden social y humano, de tal gravedad, que podría apresurar sus fallecimientos, sin descartar el suicidio -ocurrió en Argentina- como medida propia de la desesperanza.
En un reciente informe a la nación en que se condenó la muerte de varios hermanos ecuatorianos, víctimas de ataques de ilegales en la Frontera Norte, alguien denominó a tales ataques -textualmente- como: “ataques alegres”. No hay para escandalizarse. Son cosas propias de nuestra política. (O)

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