¿Por qué no investigar si Correa recibió dinero de las FARC?
En abril de 2008, el entonces presidente de Colombia, Álvaro Uribe, nada menos que en un evento continental –la reunión del Grupo de Río, realizada en República Dominicana– leyó correspondencia intercambiada entre los cabecillas de las FARC, Manuel Marulanda y Raúl Reyes. En ella, Reyes se refería a “la ayuda entregada a Rafael Correa, de acuerdo a su instrucción”. Esa correspondencia fue obtenida en las computadoras halladas en el campamento de Angostura (territorio ecuatoriano), donde acampaba la narco–guerrilla y que fue bombardeado por las fuerzas armadas colombianas. Una comisión de expertos de Interpol de Singapur, Corea y Australia, certificó en un “primer dictamen” la autenticidad de la información. Más tarde una verificadora suiza, la confirmó.
No obstante que Correa se metió en el bolsillo al Consejo Electoral de ese momento, con supuesto reexamen que se hizo de las cuentas de campaña del binomio Correa-Moreno, se impuso una multa por violación a la Ley de Control de Gasto Electoral. Por una razón: los gastos en la segunda vuelta electoral fueron realizados en efectivo y no se pudo establecer el origen lícito de, al menos, 629.945,08 dólares.
Eran tiempos en los que apenas un puñado de ciudadanos nos sostuvimos denunciando el carácter autoritario y abusivo del correísmo, que se forjaba con la ayuda de la derecha, de la izquierda, de periodistas y empresarios, de indios y mestizos. En esas condiciones políticamente adversas, presenté una petición al Consejo Electoral, controlado por una mayoría correísta integrada por Jorge Acosta de Sociedad Patriótica, René Maugé de Izquierda Democrática, Elsa Bucaram del PRE y Hernán Rivadeneira del partido Socialista, para que se investigue la denuncia realizada por Uribe en un foro internacional. El Consejo Electoral, negó la petición, me acusaron de traidor a la Patria y ordenaron al Fiscal de entonces, Washington Pesántez, me procese penalmente. Él, sin dudarlo, y a pesar de lo absurdo, ordenó el inicio de la indagación. Era una temeridad oponerse al correísmo y a la fuerza de choque institucional que tempranamente puso a su servicio.
Por intermedio del Ministerio de Relaciones Exteriores, el gobierno recibió la información impresa de las computadoras, con las validaciones de cadena de custodia y autenticidad. En una entrevista en El País de España, en la que se le preguntó sobre estos vínculos, Correa calificó de “supuestos mails de supuestas computadoras” los obtenidos en Angostura. Se hizo el loco afirmando que desconocía quién era Raúl Reyes y afirmó que la información que recibió del gobierno colombiano, la “tendrán el presidente de la Asamblea (Alberto Acosta), el fiscal general, los periodistas y que investiguen lo que les dé la gana…”. Nunca se hizo una investigación, nunca se verificó la información de las computadoras, nunca se indagó sobre el aporte de las FARC de 100.000 dólares. Todo se perdió en el tiempo y en la impunidad.
La prensa recogió y reprodujo datos e información que empezó a surgir sobre el bombardeo del puesto de las FARC en Angostura. Aparecieron nombres que también el tiempo ha dejado olvidados. Ignacio Chauvín, un funcionario del Ministerio del Interior que afirmó haberse reunido varias veces con Raúl Reyes, según dijo, autorizado por el gobierno para tratar de canjes humanitarios. Juan de Dios Parra, de la ALDHU, que repartía carnés de refugiados a los colombianos desplazados sin saber si eran civiles o terroristas. Un coronel Brito, quien se dijo era el contacto para la entrega del dinero. Nubia Calderón hija de Raúl Reyes, vinculada a la actual embajadora María Augusta Calle quien, según se dijo, era conocida como “comandante Pelos”. Lucía Moret, mejicana sobreviviente del bombardeo en Angostura, contra quien nunca se inició proceso penal por terrorismo y fue sacada, de la forma más irregular, en un avión enviado por Daniel Ortega, presidente eterno de Nicaragua.
Las FARC han estado cercanas al chavismo, al que Correa se adscribió rápido y sumisamente. Una alcahueta de la guerrilla, la ex senadora colombiana Piedad Córdoba fue asidua visitante a la presidencia y fue recibida vistosamente por Correa. Muchos cercanos al correísmo no escondían sus sueños guerrilleros y su admiración por las FARC.
En definitiva, hubo una denuncia, hubo testimonios de aportes y la campaña correísta fue multada por uso no justificado de dinero en efectivo. Pero nunca se investigó, todo se ocultó y sirvió para que Correa usara publicitariamente su bronca con Uribe con mirada torcida de bacán de esquina y con el aplauso de focas de sus conmilitones.
En definitiva, hubo una denuncia, hubo testimonios de aportes y la campaña correísta fue multada por uso no justificado de dinero en efectivo. Pero nunca se investigó, todo se ocultó y sirvió para que Correa usara publicitariamente su bronca con Uribe con mirada torcida de bacán de esquina y con el aplauso de focas de sus conmilitones.
La Base de Manta fue desmontada, como expresión de infantil soberanía; se eliminó la Unidad de Investigaciones Especiales que fue creada para investigar narcotráfico y terrorismo; se despidió al coronel Mario Pazmiño, jefe de Inteligencia Militar. Acciones de ese entonces que, ubicadas en medio de los vínculos políticos con la narco-guerrilla, por lo menos deberían crear dudas –si no certezas– sobre las graves deficiencias y amenazas en contra de la seguridad externa del país.
Ahora que se está haciendo evidente poco a poco, lentamente, el basural del correísmo, ojalá que este asunto pueda investigarse. ¡Prohibido olvidar!
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