"Es muy difícil transformar desde la izquierda una sociedad que no es laica": Juan Cuvi
En su nuevo libro, "La Sociedad autonóma", Juan Cuvi reflexiona sobre la relación entre la sociedad y el Estado en el Ecuador. También, explica la génesis ideológica del correísmo, al argumentar cómo buena parte de la izquierda nacional está condicionada por la influencia política y moral de la educación católica. Cuvi rastrea así los orígenes del correísmo, un populismo de derechas que, sin embargo, no tuvo empacho en utilizar una retórica izquierdista.
19 de marzo del 2018
FERMÍN VACA
El nuevo libro de Juan Cuvi será presentado en abril.
En tu nuevo libro reflexionas sobre la influencia de la educación católica en la formación de la idiosincracia nacional y de la práctica política. En el caso de Rafael Correa, quien siempre se presentó como un católico autoritario, su proyecto logró el apoyo entusiasta de ciertos sectores de la izquierda. ¿Cómo entender esto?
Algunas de esas observaciones son parte de un estudio que estoy realizando. Estoy analizando la idea de la autonomía y por qué es tan difícil recuperar esta capacidad de las organizaciones y seres humanos. Hay un Estado que tutela a la sociedad, que dispone qué se debe hacer y eso me lleva a analizar la forma de hacer política. Concluyo que esa matriz religiosa es la base de esa idea de control social, de verticalidad, de manejo de lo público. El discurso religioso en nuestra sociedad es autoritario, vertical, y la izquierda ecuatoriana se ha nutrido de esa idea del control social, y por eso ha pensado que cualquier transformación social debe pasar por el Estado. Creo que a partir de esa idea es que la izquierda pierde un poco el rumbo, pues una izquierda que quiere transformar una sociedad debe cambiar la base social. Ese es un discurso muy viejo en la izquierda, desde cuando se discutía si abolir el Estado o tomar el control de su aparato y de su poder. La izquierda debe replantearse cuál es su verdadera función, si crear desde la sociedad una alternativa o hacerlo desde el control del Estado. En ese proceso de constitución de una sociedad autoritaria, creo que la formación religiosa ha cumplido un papel.
"Hay un Estado que tutela a la sociedad, que dispone qué se debe hacer y eso me lleva a analizar la forma de hacer política. Concluyo que esa matriz religiosa es la base de esa idea de control social, de verticalidad, de manejo de lo público".
¿Por eso en el Ecuador hay personas que no ven contradicción entre sus ideas de izquierda y su formación y práctica tomadas de la religión? ¿Se puede hablar entonces de una izquierda reaccionaria, recesiva en nuestro país?
Es una izquierda que conjuga con el autoritarismo, con controlar a la sociedad. Ahí coinciden con otros sectores, aunque tengan propósitos distintos la izquierda y la derecha, creo que debe haber un debate de qué debe plantearse la izquierda en los próximos tiempos, y esto lo plantea Natalia Sierra en el prólogo de mi libro. Hay que entrar a debatir por qué nuestras izquierdas sintonizan con caudillos, como en el caso venezolano. Aparecen caudillos con un discurso contestatario, crítico del sistema, y basta eso para que la izquierda no solo se alinee, sino que se entregue a ese proceso. Así se ha terminado legitimando a caudillos autoritarios que distan mucho de un proyecto de transformación de la sociedad, porque la transformación de la sociedad tiene que partir de la aspiración de libertad y solidaridad que salga de la gente, no que sea impuesto por el Estado. Esta decisión de imponer transformaciones desde arriba es una de las grandes limitaciones de la izquierda, no solo en el Ecuador. Hay que plantearse una nueva forma de hacer política desde la izquierda.
En el caso ecuatoriano, ¿la izquierda no ha tenido una postura oportunista? Desde por lo menos la época de Velasco Ibarra, llegando a Correa, la izquierda apoya caudillos y luego rompe con ellos y se victimiza diciendo que la traicionaron...
Por eso planteo una crítica a esa estrategia de la izquierda que se ha vuelto recurrente. La izquierda no puede seguir ese esquema de ponerse detrás del caudillo de turno, sino construir un proyecto claro de transformación de la sociedad y eso no se hace con un control administrativo y coyuntural del Estado. Me parece que una de las funciones centrales de la izquierda no es solo la política formal, sino construir un proyecto diferente. Ahí hay una contraposición con el papel del Estado, que debe estar al servicio de la sociedad y no a la inversa. El Estado no es neutro, está compuesto por burócratas, tiene intereses puntuales. En el caso de Correa, se le entregó desde Montecristi atribuciones hipertrofiadas, y con ellas acabó debilitando a la izquierda y a los movimientos sociales. ¿Cómo se trasforma una sociedad hacia la igualdad y la libertad aniquilando el tejido social?
Pero si se le pregunta a Correa, él se considera un hombre de auténtica izquierda. ¿Es el tipo de personas de origen conservador que porque maneja ciertas categorías ya se considera progresista? ¿En contraste, hay en el caso de Bachelet en Chile o en Mujica en Uruguay izquierdistas laicos más verosímiles?
Ese es un tema central, el del laicismo. El laicismo fue aniquilado como doctrina de convivencia en el Ecuador. Es la capacidad de decidir sobre lógicas no confesionales. La sociedad debe reflexionar sobre lógicas que estén fuera del discurso religioso. En esa medida, pienso que Correa no es un hombre de izquierda, sino que adoptó una retórica de izquierda, pero realmente tenía una concepción tradicional y autoritaria de la política. Se asumió como el caudillo que tenía que decirle a la sociedad cuáles eran sus contenidos. Hay una gran diferencia con Pepé Mujica, que es un hombre laico que, cuando lo invitó un papa, se excusó por no ser creyente. El proceso en Uruguay tiene un debate sobre temas sociales muy abierto, como en el caso del matrimonio igualitario o el aborto, mientras acá impusieron el Plan Familia. Una de las responsabilidades de la izquierda es reforzar la idea de la política laica, cuando la política está atravesada por una visión religiosa, deriva en posturas casi fascistas.
"Correa no es un hombre de izquierda, sino que adoptó una retórica de izquierda, pero realmente tenía una concepción tradicional y autoritaria de la política. Se asumió como el caudillo que tenía que decirle a la sociedad cuáles eran sus contenidos".
¿Pero desde ciertas izquierdas no hay más bien una revalorización del discurso religioso? ¿No se defiende al Islam como parte de la agenda alternativa sin considerar cómo funcionan los estados teocráticos musulmanes? ¿En lugar de reivindicar sociedades laicas cierta izquierda no le apuesta más bien a la religiosidad del credo que sea?
Hay que ver en qué estado están los países musulmanes en términos de autoritarismo político. Yo respeto las creencias de la gente, pero las sociedades no pueden ser tributarios de la religiosidad. Es verdad que el Islam resiste a Occidente, pero son países con una visión teocrática, autoritaria y machista. Hay que debatir ese sustrato religioso que puede llevarnos a tomar decisiones políticas. Sacerdotes de la Teología de la Liberación dijeron que eso compete al ámbito privado, pero no se pueden tomar decisiones públicas con una base religiosa. Por ejemplo, la igualdad no es solo ante Dios, sino en oportunidades para todos.
Tu hablas de fascismos, como el español, el italiano y el alemán, y mencionas la cercanía de la educación católica nacional con educadores de simpatías franquistas. ¿Cuán profunda puede haber sido esa influencia del nacionalcatolicismo en nuestro medio?
Sostengo que hubo relaciones de comunidades religiosas ecuatorianas con similares de España, pero eso debe ser analizado más a profundidad. Hubo profesores y sacerdotes que venían de España para hacerse cargo de la educación católica en nuestro país, pero dejo abierto el debate sobre si pudieron o no transmitirse algunas visiones franquistas a nuestro medio. He conversado con gente de izquierda que admite doctrinas de carácter religioso, o de familias que plegaban a ideas de la España franquista. Hay que ver hasta dónde ese discurso religioso permeó a la izquierda. La izquierda debe analizar de dónde provienen esas posturas autoritorias, creo que el estalinismo tuvo un sentido de opresión. Probablemente la religión ortodoxa rusa puede haber tenido que ver con la génesis del estalinismo. La izquierda debe apartarse de visiones mesiáticas, debe reinventarse, y el discurso debe adaptarse a la situación actual.
Tú transcribes algunas de las características del fascismo italiano, una de ellas, reescribir la historia. Correa, contra la opinión tradicional, sostenía por ejemplo que el linchamiento de Eloy Alfaro no lo organizaron ni el clero ni los conservadores, sino los propios periódicos liberales. ¿El correato quiso también cambiar la historia?
Absolutamente. Emilio Gentile, uno de los grandes analistas del fascismo italiano, habla de la palingenesia, eso de refundar todo, de crear una nueva génesis. Eso es propio de los proyectos caudillistas y es peligroso. Cuando Correa habló de refundar la patria yo marqué distancia, porque las refundaciones son conservadoras. Si uno va a Francia, aún puede ver el Palacio de Versalles y las estatuas de Luis XIV, ahí no se borró la historia, se la cuestionó. Cuando tu reescribes la historia haces solo una parodia. Hay que entender qué había antes, los procesos revolucionarios no niegan ni borran la historia. En el análisis de Gentile hay una coincidencia sorprendente con el correísmo, como recorrer el país, plantear una religión de la patria, la propaganda religiosa de Correa mirando al horizonte rodeado de sus apóstoles. Yo ya había detectado los detalles fascistoides de Correa, como sus llamados a tener fe en él, a dividir todo en amigos y enemigos, a no pensar sino creer en el líder.
"En el análisis de Emilio Gentile hay una coincidencia sorprendente con el correísmo, como recorrer el país, plantear una religión de la patria, la propaganda religiosa de Correa mirando al horizonte rodeado de sus apóstoles".
Otro aspecto relevante de tu trabajo es señalar cómo Guayaquil y la Costa se convierten en el centro de gravedad de las visiones conservadoras en el Ecuador. ¿Ese Guayaquil reaccionario, qué peso tuvo en el correísmo?
Creo que fue fundamental. La cúpula de Alianza PAÍS era costeña, provenía de sectores de la derecha, como los más cercanos a Correa, que tenían vínculos con la educación católica y los sectores conservadores. Luego del liberalismo radical de Alfaro, de su política anticlerical, de su proyecto laico, hubo respuestas como su asesinato y luego cercar al laicismo. Se reforzaron las posturas conservadores atadas al discursso religioso y esas posturas nacen de Guayaquil, como el PSC, Álvaro Noboa o Guillermo Lasso. La educación conservadora pegó más en las élites y no en los sectores medios de Quito y de la Sierra. Por eso cobran más fuerza movimientos de izquierda como la Revolución Juliana, como el movimiento indígena o Pachakutik, que también le dieron el triunfo a Correa pero que se separon del correísmo. En las últimas elecciones la Sierra votó contra Correa.
¿Pero la sociedad indígena no tiene a su vez valores conservadores, y la pentracion de iglesias protestantes y católicas?
Creo que ellos tienen una ventaja, el concepto de comunidad, que es un contrapeso a las visiones autoritarias, obliga a la horizontalidad...
¿La comunidad y la decisión colectiva no se vuelven totalitarias, sin aceptar nada ni nadie por fuera de las decisiones comunitarias?
Ese es un tema pendiente de análisis también. He conversado con indígenas sobre la relación entre el individuo y el grupo social, Nina Pacari reflexiona sobre la autonomía del individuo frente a lo comunitario. El mundo indígena ha resistido al capitalismo, aportes como la plurinacionalidad son importantes para la autonomía, los indígenas no están defendiendo un territorio sino toda una cosmovisión que no empata con las lógicas capitalistas. Pero en quechua no hay un concepto de autonomía, por ejemplo, y podría significar que la idea del individuo esté vetada en el espacio comunitario. Eso habría que verlo. Debemos discutir, este es un libro para el debate. El debate sobre la autonomía es marginal, no olvidemos que la división entre anarquistas y comunistas luego de la Comuna de París se debió a eso a los límites de la autonomía, a la si es el Estado o los procesos horizontales el camino de la izquierda. En el México zapatista, hay ya un debate de la autonomía, y ni siquiera la propia izquierda mexicana, alineada con Andrés Manuel López Obrador, quiere apoyar la alternativa zapatista. La izquierda debe reconstruir su discurso y su estrategia de cambio de la sociedad.
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