Desde que Donald Trump comenzó su campaña ha aumentado el porcentaje de estadounidenses que dicen que las relaciones raciales están empeorando en Estados Unidos. En una encuesta realizada en abril por la cadena CBS News, casi la mitad de los consultados admitió esa problemática. El mayor incremento fue entre los republicanos: el 60 por ciento dijo que las relaciones raciales estaban peor que antes.
Sin embargo, algunos están eufóricos. Al afirmar de manera explícita la identidad blanca y hacerse eco de las quejas más generalizadas, Trump ha galvanizado el mundo marginal de quienes se declaran nacionalistas blancos y se describen a sí mismos como “realistas raciales”.
Ellos lo aclaman como el hombre que ha logrado que millones de estadounidenses blancos entiendan que la raza les debe importar tanto como a todos los demás. Los activistas dicen que él ha liberado a los estadounidenses para que digan lo que realmente piensan.
“Los estadounidenses blancos no quieren discutir sobre la identidad, ¿quiénes somos?”, dijo Richard Spencer, de 38 años, un escritor y activista de Montana que se dedica a estudiar “la herencia, identidad y el futuro de las personas de ascendencia europea en Estados Unidos”. Según Spencer, Trump “llevó la política de identidad de la gente blanca a la esfera pública como nadie lo había hecho”.
Los temores de la inmigración
Los expertos en demografía han advertido que en el futuro próximo, los blancos no hispanos serán una minoría de la población estadounidense. En estados como Texas o California, y en cientos de ciudades y condados, el futuro ya llegó.
Para muchos estadounidenses la elección de Barack Obama, que en parte fue posible por la creciente fuerza de los votantes que no son blancos, marcó un momento trascendente en la historia racial de ese país. Pero para algunos blancos, la elección del primer presidente negro también fue un poderoso símbolo de su declive en la sociedad estadounidense.
Michael I. Norton, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard,sugiere que los blancos han llegado a ver el sesgo contra su raza como un problema más grande que el sesgo dirigido contra las personas de raza negra, y piensan que los avances y las conquistas sociales de los negros suceden a expensas de sus derechos.
Y durante la presidencia de Obama, los blancos han visto que sus políticas favorecen a los negros, según los datos recogidos por Michael Tesler, un politólogo de la Universidad de California.
Pocos políticos estaban mejor preparados que Trump para aprovechar estos cambios. Mientras que el racismo abierto contra los negros sigue siendo uno de los tabúes más poderosos en la política de ese país, las encuestas muestran que los estadounidenses sienten mayor libertad para expresar sus preocupaciones sobre los inmigrantes ilegales y la aversión al islam.
El respaldo de los nacionalistas blancos
En junio de 2015, dos semanas después de que Trump iniciara su campaña electoral, recibió un respaldo que suele acabar con la mayoría de aspiraciones políticas: The Daily Stormer apoyó su candidatura.
Fundado en 2013 por un neonazi llamado Andrew Anglin, The Daily Stormer es uno de los sitios de internet donde se agrupan los nacionalistas blancos y antisemitas más famosos, con secciones dedicadas a “El problema judío” y la “Guerra racial”. Anglin, de 31 años, explicó que aunque tuvo algunos desacuerdos con Trump, fue el único candidato dispuesto a decir la verdad sobre los mexicanos.
“Trump dice lo que piensan la mayoría de los estadounidenses: es el momento de deportar a esas personas”, escribió Anglin. “Él también está dispuesto a calificarlos como violadores, criminales, asesinos y traficantes de drogas”.
La campaña de Trump le dio un nuevo aire al mundo de los nacionalistas blancos. Durante mucho tiempo habían estado ausentes de la política convencional, refugiándose en las conferencias y los paraísos anónimos de internet. La mayoría creía que el Partido Republicano había sido subvertido y capturado por los dogmas raciales liberales.
Esta nueva generación de nacionalistas evita las trampas de la antigua supremacía blanca, por lo que se apropian del lenguaje de la multiculturalidad para presentarse como personas de raza blanca con objetivos similares a los de La Raza y otras organizaciones de derechos civiles. Se hacen llamar “realistas raciales” o “identitarios” y son unos conservadores que se centran más en la herencia racial que la ideología.
Pero las descripciones que Trump hace de los inmigrantes, como transmisores de enfermedades y responsables de crímenes violentos y la decadencia social, encontraron una resonancia particular en el discurso de este sector de la sociedad blanca.
Retuits y repercusiones
Trump desdeña a quienes lo acusan de fomentar o permitir el racismo. “Soy la persona menos racista”, declaró en diciembre en una entrevista en CNN.
Sin embargo, en las redes sociales la frontera entre Trump y la supremacía blanca se difumina fácilmente. Él ha retuiteado a sus nueve millones de seguidores algunos mensajes de apoyo que recibe de cuentas racistas o nacionalistas. En el otoño pasado retuiteó un gráfico con estadísticas falsas de criminalidad que decían que el 81 por ciento de las víctimas blancas de homicidio en 2015 habían sido asesinadas por negros. (Hasta ahora no hay ninguna estadística de esta índole para el año 2015; la cifra real para 2014 fue de 15 por ciento, según el FBI).
En enero y febrero retuiteó mensajes de la cuenta @WhiteGenocideTM, cuya imagen de perfil es una foto de George Lincoln Rockwell, el fundador del Partido Nazi Americano. Un par de días después retuiteó dos cuentas más que se dedican a temas como el nacionalismo blanco o el nazismo. Trump eliminó uno de los retuits, pero los supremacistasblancos lo vieron como una clara muestra de apoyo. “Nuestro glorioso líder y último salvador le ha hecho un guiño a sus seguidores más agresivos”, escribió Anglin en The Daily Stormer.
De hecho, la presencia de Trump en Twitter está estrechamente ligada con hordas de cuentas anónimas que se dedican a realizar ataques racistas y antisemitas. Cuando Little Bird, una empresa de minería de datos en medios sociales, analizó una semana de sus actividades en Twitter, encontró que casi el 30 por ciento de las cuentas que había retuiteado pertenecían a los 50 usuarios más populares que se identificaban como nacionalistas blancos.
Presencia en las universidades
Tres días después de que un hombre armado mató a 49 personas en un bar en Orlando, Florida, una multitud de estudiantes universitarios se reunieron a dos cuadras del lugar de la matanza. Llevaban sombreros o camisetas de Trump y coreaban: “Construyan el muro”.
Minutos más tarde, Milo Yiannopoulos se bajó de una camioneta negra. Es un gay conservador de treinta y tantos años, criado en Londres, que se ha convertido en una nueva celebridad de la derecha alternativa.
Desde 2014, Yiannopoulos ha recorrido los campus universitarios en Estados Unidos e Inglaterra con un espectáculo que es, a la vez, unperformance y un discurso de campaña. Este activista descarta las estadísticas de violaciones en las universidades como una ficción oficial y suele decir que “el feminismo es un cáncer”.
Sus críticas se dirigen principalmente a los liberales, las feministas y los activistas de Black Lives Matter, quienes de forma rutinaria protestan e interrumpen sus discursos. Sus seguidores filman estos enfrentamientos y los comparten con entusiasmo en YouTube y Facebook. En un video, Yiannopoulos llega al lugar donde pronunciará su discurso en una silla de manos cargada por varios hombres jóvenes con gorras de Trump.
“Yo sabía que podía divertirme en los campus, porque son muy tiesos y están dirigidos por personas que no me gustan”, dijo Yiannopoulos, que se considera un “fundamentalista de la libertad de expresión”. Y añadió: “Menos cínicamente, creo que son un campo de batalla importante”.
Poco después de los sucesos de Orlando, Yiannopoulos anunció que estaba planeando hablar en la Universidad de Florida Central (UCF, por su sigla en inglés). La universidad canceló su presentación, primero citando una escasez de personal de seguridad y luego dijeron que no había ningún espacio disponible en el campus de 572 hectáreas. Yiannopoulos decidió hablar cerca de la discoteca de Orlando.
Se paró muy cerca de donde estaban las cadenas de televisión, aunque ninguna mandó a sus periodistas para que lo cubrieran. Vestido con un traje oscuro de rayas bajo el sol implacable de Florida, advirtió sobre la amenaza de los inmigrantes musulmanes y aderezó su discurso con anécdotas sobre las agresiones sexuales en Alemania y las piscinas donde se segregaba en función del género.
En el relato de Yiannopoulos, los liberales son hipócritas y están engañados, tan cegados por un multiculturalismo simplista que ni siquiera reconocen lo peligroso que es el islam para las personas homosexuales como las víctimas de la matanza de Orlando. Entre aplausos y gritos, alabó el plan de Trump para prohibir la entrada de musulmanes al país.
Después, sus fanáticos hicieron fila para conseguir su autógrafo. La mayoría parecía ser partidaria de Trump, pero no todos eran conservadores. Varios se identificaron como liberales y algunos dijeron que solo querían oír lo que Yiannopoulos tenía que decir.
“Por su configuración, la UCF tiene muy pocos lugares donde se les permite hablar a las personas”, dijo Allen Greathouse, una esbelta estudiante de 20 años de edad, de Melbourne, Florida. “Solo se puede hablar en las zonas de libre expresión”.
Otro estudiante, Simon Dickerman, dijo que iba a votar por Trump. Es un visitante frecuente de 4chan, una página de internet en la que los usuarios compiten entre sí para enviar mensajes cada vez más provocadores, desde imágenes de los nazis hasta caricaturas racistas.
Dickerman dijo que entendía por qué esas imágenes molestaban a algunas personas mayores, aunque eso le importa poco a sus amigos.
“Por supuesto que en realidad no quieren que los judíos mueran”, dijo Dickerman. “Ellos solo quieren escandalizar”. Agregó que sus amigos solo “son chicos que en realidad no saben muy bien qué fue el Holocausto”.
“A ellos no les interesa la historia”, dijo. “Y algunos piensan que es algo divertido”.
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