domingo, 10 de julio de 2016

La Enfarma enferma


Francisco Febres Cordero
Domingo, 10 de julio, 2016 - 00h07



A mí ¡darme una angustia por el cierre de Enfarma! Tanto que nos anunciaron que con esa empresa no solo que nunca más nos iban a faltar las medicinas, sino que íbamos a inventar unas que iban a revolucionar el mundo científico. Como estaban planificadas para la exportación, esa plata iba a ser una potente inyección –literalmente– para nuestra economía.
Elé. Total, en siete años la tal Enfarma pasó enferma hasta que, ¡oh dolor para los deudos y sobre todo para las deudas!, entró a terapia intensiva y expiró. En el Yachay creo que la enterraron, ¡ay!
¿Nues como para llorar a mares? Según nos dijeron, era una empresa modelo, tanto que su sola inauguración ya la ponía a la cabeza de la farmacología microestrabiótica y entropatológica. Su existencia competía en importancia solo con la Agencia Espacial, que tanto éxito nos ha dado.
Es que ¡qué cantidad y qué clase de medicamentos que tenía preparados Enfarma para mantenernos sanísimos!
Imagínense que entre los productos que iba a sacar estaba el Custodiol. No pues para los guardaespaldas del excelentísimo señor presidente de la República, porque, como ellos tienen pistolas, gases lacrimógenos y esas cosas, no necesitan pastillas. El Custodiol, farmológicamente, sirve para que, con una dosis de tres grajeas al día, no nos roben. O bueno ya, para que si nos roban, no nos importe. Por ejemplo, si nos daban Custodiol, todo el rollo que se ha armado con la refinería del Aromo nos hubiera resbalado. Y los Panama Papers, también. Ay no, qué bruto, para los Panama Papers iban a preparar el Fiscaliol, pero en supositorios.
Para las adolescentes que estaban todavía estudiando habían preparado el Abstinex Forte, un compuesto a base de hidrocefalina de cebolla, biosulfato de ajo y trinitrito de azufre, con lo cual nadie se les acercaba porque ¡qué fiero olor que producía ese medicamento! Y entonces, pobrecitas, ellas se dedicaban solo a estudiar y se graduaban con todos los olores. ¡Qué bruto!, con todos los honores, digo.
Estaban preparando también una píldora reconstituyente, pero como la fórmula era muy complicada siguieron nomás con el Dictadoctril a la vena.
Para las grandes concentraciones de masas, en cambio, estaban haciendo unas cápsulas verdes que se iban a repartir bajo el genérico de Afiliatex y que, preferentemente, iban a ser administradas en sánduches, aunque también podían ser disueltas en colas. Estaba casi listo pero en eso el Correa, dado de dietista, comenzó a decir que no hay que tomar colas y les jodió la receta.
Enfarma iba también a sacar al mercado el Esbirroparegórico, que tenía que ser administrado a esos que se estaban desafiliando y salían a despotricar contra el Gobierno al cual habían servido tan obsecuentemente, pero decidieron que mejores resultados farmacopeicos daba el Coimianto, un jarabe que hace que el burócrata que lo ingiere no piense en renunciar porque, si renuncia, le entra el síndrome de abstinencia, se vuelve hablador y comienza a cantar lo que no debe. En cambio, con el Coimianto se queda calladito, dócil y, encima, riquísimo. No pues el jarabe, sino el tomante.
Y así, con tanto medicamento todos íbamos a estar felices, y no como ahora, que estamos pobres, sin trabajo, endeudados y mal genios. Y sin ni solo un medicamento que nos salve. (O)

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