domingo, 31 de julio de 2016

El Glas subliminal

Francisco Febres Cordero
Domingo, 31 de julio, 2016


Hay palabras que suenan lindo pero que son horribles. Maleficio, por ejemplo. ¡Qué linda palabra, pero qué feo lo que significa! Maníaco también me encanta, porque parece que es una palabra que se puede combinar con el pescado, pero no tiene nada que ver. ¿Y regañadientes? ¿Cómo les suena? Lindo, pero ¡qué feo!
Subliminal también me encanta, porque parece que viene de sublime. Lo contradictorio es que para nosotros los sicólogos lo subliminal no es sublime, sino espantoso porque ¿cómo les explico? Lo subliminal es algo que entra al cerebro sin que nosotros nos demos cuenta y se va metiendo y metiendo hasta que ahí adentro se emponzoña. Elé. Otra linda palabra horrible: emponzoña.
¿Ya me entendieron qué quiero decir con subliminal? Híjoles, ahí sí me fregaron. Bueno ya, para que me entiendan clarito les pongo más bien un ejemplo: el Glas.
El Glas es lo más subliminal que hay dentro de la sicología moderna. Se nos va metiendo, metiendo en el cerebro sin que nosotros nos demos cuenta. ¡Qué inteligente que soy! ¡Qué pedagógico!
Vean lo que está pasando: ahora el Glas es todo. Sabatinero de una cantidad de sabatinas, el Glas. Hacedor de hidroeléctricas, el Glas. Reconstructor del terremoto, el Glas. Padre y madre de los damnificados, el Glas. Cadenero de las cadenas nacionales, el Glas. Buenito, el Glas. Lo único que le falta para ser perfecto son los dos aviones que no le prestan todavía, pero ya mismo, no se preocupen, porque ya aprendió a montar en bicicleta y ese creo que es el primer paso para volar. A contarnos todo lo que come también ya aprendió. A decir que sus hijitos son una maravilla y que él es un gran padre de familia también ya aprendió.
Y a hablar igualito es lo que mejor aprendió. ¡Eso sí que debe haber sido lo más difícil! ¡Qué bestia, cómo habla de igualito! No pues igualito al Glas, sino al Correa, ese que antes era dictador pero que cada vez asoma menos. O sea sí creo que sigue siendo dictador porque le dicta al Glas todo lo que tiene que hacer y decir, cómo tiene que moverse, cómo tiene que saludar, qué muecas tiene que hacer y, sobre todo, el tono y el timbre de voz con que tiene que hablar.
Y entonces ¿qué es lo que tiene eso de subliminal?, me preguntarán ustedes. Y yo les responderé que justamente eso: que al Glas nos lo están metiendo en el cerebro sin que nos demos cuenta para que nos familiaricemos con su figura, con su presencia, para que seamos conscientes de los muchos dones que le adornan y veamos en él a nuestro próximo salvador.
¿No les parece eso bien subliminal? Sin hacer campaña, sin hacernos notar, el Glas se va proyectando como el sucesor, el único capaz de seguir con la revolución ciudadana y, sobre todo, el que va a asumir el papel de excelentísimo: como habla como él, como es igualito a él, va a tener en sí todos los poderes y no va a dejar que nadie comience a investigar las trapacerías cometidas en los largos diez años de dictadura.
Pobre Glas, ya me dio pena. ¿Cómo será ser el doble de alguien, un títere, un sosias? Verán nomás que ya mismo comienza a recibir los honoris causa de trece universidades y, con la experiencia que tuvo como ingeniero, copia la mitad de su tesis, se gradúa de economista, blande su correa, hace dieta, se adelgaza y hasta siace delgado. (O)

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