La recesión de finales del siglo pasado condujo al triunfo de la izquierda en algunos países de América del Sur, pero la mayoría de ellos se estancó. ¿Fallaron sus políticas?En el origen de los problemas que enfrenta hoy la mayoría de esas economías se encuentra la implementación de políticas macroeconómicas populistas. Como explican los profesores Dornbusch y Edwards, esas políticas se basan en la adopción de posturas fiscales y monetarias expansivas, una sobrevaluación de la moneda y un incremento reiterado de los salarios reales para procurar un crecimiento dinámico con pleno empleo y equidad.
El mayor gasto público desmejora con el tiempo el balance fiscal. Aunque surgen presiones inflacionarias y excesos de demanda, al comienzo los controles de precios y las importaciones evitan una inflación desmesurada.
Como no se contemplan estrategias para aumentar el crecimiento potencial, después de una aceleración inicial el exceso de demanda genera desbalances macroeconómicos que hacen insostenible la expansión, debido a los cuellos de botella que surgen por la asignación ineficiente de los recursos, provocada por las distorsiones introducidas en los mercados por la intervención estatal. Se deteriora entonces el balance externo, se requiere mayor financiación del exterior y se dispara la inflación.
La mayor demanda por divisas crea presiones depreciadoras sobre la moneda, reprimidas por el control de cambios. La desconfianza en las políticas insostenibles y la inflación producen una parálisis de la inversión y una fuga de capital. Por la escasez de financiación y la falta de confianza, la demanda interna se desploma y la economía cae en una depresión. La reducción de los ingresos públicos, combinada con la imposibilidad de disminuir los gastos, profundiza el déficit fiscal. En ocasiones se recurre a financiarlo con emisión monetaria, lo cual acelera la inflación. Su incremento reduce los salarios reales, mientras que la depresión desmejora el bienestar.
Caso Venezolano
En Venezuela las posturas fiscal y monetaria son expansivas desde 2006. El gobierno acometió expropiaciones en casi todos los sectores, lo cual desmejoró la productividad y redujo la tasa de inversión desde 2008. En lugar de ahorrar o invertir, las autoridades dilapidaron la bonanza petrolera de 2004-2013, entre otras cosas en altos subsidios para la gasolina y la energía, así como en transferencias a otros estados.
El déficit fiscal está fuera de control desde 2009, lo cual aumentó la deuda pública en exceso, hasta que los mercados internacionales le cerraron el acceso al país en 2013. A partir de ahí el déficit público se financia con emisión. El gobierno introdujo el control cambiario en 2003 y el de los precios en 2011. Sin embargo, el país se quedó sin divisas para importar y la moneda se deprecia en el mercado negro. Por estas causas, la economía cayó en depresión con desabastecimiento y una alta inflación.
Caso brasilero
En Brasil, durante el superciclo de las materias primas el gobierno no ahorró ni invirtió en mejorar la competitividad, de modo que la moneda se apreció y redujo la demanda, las utilidades y la inversión de la industria. Al caer los precios de las materias primas desde 2012, la economía careció de fuentes de crecimiento.
Para morigerar la inflación, el gobierno frenó los precios regulados. Su descongelamiento recrudeció la inflación en 2015, por lo cual el banco central incrementó las tasas de interés. El aumento contribuyó a desestimular la actividad económica. El relajamiento de la postura fiscal deterioró el balance público desde 2014, por un descenso en los ingresos y un incremento en los gastos. Los menores ingresos se deben a la introducción de exenciones tributarias y a la caída de los precios de las materias primas.
Al mismo tiempo, el gasto crece por causas estructurales: las pensiones, los intereses de la deuda y los derechos de la población. El mayor déficit conduce a una dinámica explosiva de la deuda pública. La desconfianza en su sostenibilidad redujo la tasa de inversión desde 2014, provocó fugas de capital y estrechó el acceso a los mercados financieros. La crisis política erosionó aún más la confianza, por lo cual se deprimió la demanda. El desempleo, las mayores tasas de interés y el alto endeudamiento desaceleraron el consumo. En estas circunstancias, la economía entró en depresión.
Caso argentino
En Argentina la administración Kirchner desmejoró el balance fiscal desde 2005, por un incremento del gasto en subsidios, pensiones y funcionamiento, hasta llevarlo a déficit a partir de 2009. Sin acceso a los mercados de capital desde el default de 2001, el déficit se financió con emisión monetaria, lo cual contribuyó a la inflación. Por este motivo, el gobierno mantuvo el control sobre los precios de los servicios públicos. Su rezago ocasionó un exceso de demanda, que en el caso de la energía deterioró la balanza comercial e incrementó el requerimiento de divisas.
A medida que aumentaron las importaciones, la escasez de liquidez externa erosionó las reservas internacionales, lo cual llevó a introducir restricciones en el mercado cambiario en 2011. Según el reporte de Libertad Económica Mundial, este es uno de los 10 países con menor libertad económica del mundo. Por este motivo, por la creciente desconfianza en la sostenibilidad fiscal, por la sobrevaluación de la moneda y las restricciones al comercio internacional, la inversión permaneció estancada –con una de las tasas más bajas de la región (18% del PIB)–, por lo cual la economía quedó ad portas de una recesión al terminar el gobierno de los Kirchner.
Caso ecuatoriano
En Ecuador, durante el auge de las materias primas, el gobierno incrementó el gasto público sin incurrir en déficit. Sin embargo, la caída del precio del petróleo, sin un ajuste del gasto y sin reemplazar los ingresos perdidos por esa causa, condujo a un déficit desmesurado (-5,2% del PIB en 2015) y a un rápido incremento de la deuda pública, que arriesga la confianza de los inversionistas en la sostenibilidad fiscal. Por la misma causa se generó un déficit en la cuenta corriente, que requiere mayor financiación externa. La apreciación de la tasa de cambio y la ausencia de una política monetaria por la dolarización han impedido un ajuste gradual de la economía a este choque. Por eso se encuentra al borde de la recesión.
La contraparte
En contraste, el eficaz marco de la política económica y la flexibilidad de los mercados en Chile evitaron que la economía incurriera en desbalances macroeconómicos profundos y preservaron su resiliencia. Gracias a ello, las autoridades implementaron estrategias contracíclicas en las coyunturas recesivas, como hacen desde 2014, sin desestabilizar la economía ni arriesgar la confianza de los inversionistas.
La actual coyuntura externa, en la cual desmejoraron los términos de intercambio y se estrecharon los mercados financieros internacionales, pudo contribuir al fracaso de las estrategias populistas. Pero la vulnerabilidad de las economías a esos choques externos se debe sobre todo a su poca resiliencia y la implementación de políticas insostenibles que crean profundos desbalances macroeconómicos. Esta combinación lograda por casi todos los gobiernos de izquierda condujo a la recesión a algunos de los países de América del Sur.
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