Publicado el 2 febrero, 20181 febrero, 2018 por AGN
[Bridget Gibbs Andrade]
El huevo ha jugado un papel importante en la cultura y tradiciones de varios países. Hoy, se lo sigue celebrando por sus cualidades gastronómicas, decorativas y, en ocasiones, como un práctico instrumento de repudio. En China, los huevos de pato son apetecidos en la preparación de los “Huevos de los Mil Años”. Se los recubre con una mezcla de arcilla, ceniza, sal y hierbas por el lapso de varias semanas. El resultado no es nada apetecible, una yema verdosa y una clara gelatinosa. En Roma, durante la fiesta de Pascua, el huevo era un invitado de honor. Se colocaban varios de ellos previamente decorados sobre pedestales. Como aperitivo, se servían huevos duros antes de la comida principal.
Apicius, gastrónomo romano y autor de un libro de cocina, incluyó en muchas de sus recetas a este ilustre alimento. El apetito voraz de Luis XIV, el Rey Sol, lo impulsaba a empezar su cena con cuatro platos de sopa y, en seguida, engullía algunos huevos -su alimento favorito- para continuar con la comilona acostumbrada en ese tiempo. Plinio el Viejo, escritor y naturalista, describió el desarrollo del embrión hasta su nacimiento afirmando que si a los veinte días se agitaba el huevo, se escucharía la voz viviente que existía dentro del cascarón. Me puedo imaginar qué nomás gritaron las voces de los huevos agitados y lanzados recientemente por las turbas, sobre la frente de un ex presidente…
Por sus cualidades, el huevo también fue aprovechado en la preparación de pinturas al temple. Lo utilizaron los egipcios para decorar sus sarcófagos y, durante la Edad Media, fue una de las técnicas preferidas por artistas como Miguel Ángel, utilizándola para pintar la Capilla Sixtina.
Por sus cualidades, el huevo también fue aprovechado en la preparación de pinturas al temple. Lo utilizaron los egipcios para decorar sus sarcófagos y, durante la Edad Media, fue una de las técnicas preferidas por artistas como Miguel Ángel, utilizándola para pintar la Capilla Sixtina.
Sin duda alguna, los huevos más hermosos y famosos fueron los creados por Carl Fabergé. Elaboró 69 de ellos para el Zar Alejandro III y su esposa. Una cifra ínfima comparada a los que recibió el turista belga en su infructuoso tour por el país.
Desde hoy rige un tiempo de reflexión. Meditemos para que en un futuro próximo, se pueda evitar que un nuevo diluvio de “invitados de honor” llueva sobre la faz de algún ex funcionario… de esos íntegros y respetables que pululan a diario.
O, mejor, aprovechemos estos días y cantemos algunas rondas, sobre todo aquella que está de moda entre los pelagatos, que dice así: “Lirón, lirón, de dónde viene tanta gente, de la casa de San Pedro, una puerta se ha caído mandaremos a componer, con qué plata, qué dinero, con las cáscaras de huevo”…
Yo, ya la estoy cantando. (O)
Desde hoy rige un tiempo de reflexión. Meditemos para que en un futuro próximo, se pueda evitar que un nuevo diluvio de “invitados de honor” llueva sobre la faz de algún ex funcionario… de esos íntegros y respetables que pululan a diario.
O, mejor, aprovechemos estos días y cantemos algunas rondas, sobre todo aquella que está de moda entre los pelagatos, que dice así: “Lirón, lirón, de dónde viene tanta gente, de la casa de San Pedro, una puerta se ha caído mandaremos a componer, con qué plata, qué dinero, con las cáscaras de huevo”…
Yo, ya la estoy cantando. (O)
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