martes, 27 de febrero de 2018

Farsantes




Hernán Pérez Loose
Las últimas revelaciones del ex “contralor de lujo” que estuvo al servicio de uno de los regímenes más corruptos del mundo, según el reciente informe de Transparencia Internacional –y que resulta ser “pana” de Pepe–, no hacen sino confirmar el estado de putrefacción ética en el que vivimos durante la dictadura de la revolución ciudadana. Y no hacen sino ratificar los casi insalvables obstáculos que esperan a los ecuatorianos para reencauzar la vida pública por los andariveles de la modernidad democrática, el desarrollo económico y el republicanismo. Cada uno de estos “destapes” que se vienen haciendo entre sí los integrantes de la mafia, es un recordatorio doloroso del infierno en que caímos como sociedad: la corrupción, la mediocridad y el machismo se convirtieron de pronto en virtudes cívicas.
De toda la basura destapada por el excontralor, la más grave fue la relacionada con la falsificación de documentos para legitimar el supuesto intento de golpe del 30 de septiembre, por nada menos quien hoy aparece como fiscal general. Al más puro estilo nazi, que en su momento forjaron la leyenda de una conspiración judía en contra del régimen alemán, para con ello dar rienda suelta a la más inhumana persecución, así los jerarcas de la revolución ciudadana forjaron la colosal mentira del llamado 30S. Abusaron de los recursos estatales, gastaron millones de dólares en publicidad –que ahora ya sabemos a qué bolsillos creacionales fueron a parar– y atropellaron toda ley para satisfacer la voracidad de poder y la vanidad del dictador, infundir miedo y crear el mito de un complot de los medios de comunicación. En su más desembozado afán de rescribir la historia llegaron al ridículo de registrar como marca comercial la expresión “30S” y al extremo de amenazar penalmente a quienes osaran dudar de la veracidad de su enfermiza versión. Un periodista de este Diario fue miserablemente perseguido por un simple comentario sobre esta farsa del 30S.
De todo el pus que viene saliendo, esto del uso de fondos públicos para crear la mentira del 30S ha sido probablemente lo más repugnante. No tanto por la suma involucrada –aunque el peculado está claramente determinado–, sino porque demuestra lo profundamente dañada que es la mente de estos mafiosos. Si fueron capaces de mentir con tal de crear una narrativa que justifique una despiadada persecución a gente inocente, arruinando vidas enteras, entonces son capaces de todo.
No resulta extraño, entonces, que quienes ayer aplaudían a rabiar la farsa del 30S hoy salgan a defender al fascista de Maduro bajo el pretexto de la no intervención y autodeterminación de los pueblos; o que quien no tuvo empacho en forjar una denuncia con tal de arruinarle la vida a Polibio Córdova hoy sea ministra, y nada menos que de Justicia.
Esa es la calaña de inmoralidad que el país derrotó en la última consulta popular, pero que, sin embargo, nos sigue gobernando. Y mientras tanto, el capo di tutti capi sigue libre, sin ser encausado. (O)

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