Si el huevazo lo desacralizó, el helicóptero lo pulverizó
Rafael Correa salió hoy de Quinindé en helicóptero. El ex presidente no pudo abandonar la Radio Magia tras la entrevista que tuvo a las 7:20 y permaneció bloqueado durante 5 horas. Los carros de su comitiva recibieron huevos, tomates y basura. Correa acusó al alcalde y directores departamentales del municipio de Quinindé y a militantes del ex MPD. Los manifestantes dijeron, en cambio, que protestaban porque durante el correísmo, Esmeraldas perdió territorio: La Concordia, Las Golondrinas y porque él firmó un decreto para que La Sexta, en Simón Bolívar, pase a Puerto Quito.
Este hecho se convierte en el punto más crítico de la campaña para Rafael Correa. Los videos que circulan en las redes sociales muestran el nivel de tensión y el arduo trabajo que hizo la policía –que usó gas lacrimógeno– para sacar de ese municipio a Correa y a su comitiva.
Esto no ocurrió en Samborondón, en Guayaquil, ni en Cumbayá, cerca de Quito, lo cual hubiera favorecido la lectura política de Correa. Lo vivió en Quinindé, en un municipio extremadamente pobre que, según su rejilla interpretativa, es territorio conquistado. Es ahí, refugiado en una radio modesta, donde se pulverizaron, en horas, los pocos mitos cuidadosamente construidos durante su década. Non son los grandes poderes los que amenazaron su vida: es gente sencilla, sin pedigrí social ni trascendencia política.
Correa dependió otra vez del apoyo de la policía nacional para salir del atolladero. Es evidente que hubo órdenes del Ejecutivo, tratado de traidor en adelante, para que velaran por su seguridad. La peor humillación es huir, como Lucio Gutiérrez el 20 de abril de 2005, en helicóptero. Cualquiera imagina al ex presidente rememorando, mientras aceptaba esa vía de escape, las veces que se burló del ex presidente Gutiérrez. O que llamó cobardes a los que huían en helicóptero. Las redes han sido particularmente pródigas en recordárselo. Es inaudito que en solo 8 meses, se haya triturado el ex Presidente, sus ínfulas monárquicas, sus mitos grandilocuentes, su supuesta grandeza moral, sus aires de superhéroe que desafía al enemigo y la adversidad…
Si el huevazo lo desacralizó, el helicóptero lo pulverizó. La distancia que inspiraba, así como el miedo, la obsecuencia y la sumisión han ido desapareciendo. Quinindé muestra que Correa ya no está seguro en ninguna parte y que en su relación con la población pesan más los pasivos que sembró durante su gestión que sus actuales propuestas. Quizá ese es el golpe mayor para él. Porque en ocho meses no solo se quedó sin poder sino que la población se encargó de dejarlo sin discurso y sin herencia política.
Hasta antes de llegar al país, Correa podía soñar en el ático, y desparramar esos sueños en Facefook Live, diciendo que el país lo necesitaba, que le bastaba con aterrizar para que lo volvieran a elegir, que Ecuador soñaba con los ojos abiertos en su revolución ciudadana… Ahora los videos hechos a partir de la transmisión de sus propios amigos, los huevos recibidos, su comitiva atravesando pueblos en la más parca indiferencia, el cordón de policías para protegerlo, el helicóptero para evacuarlo… prueban que en 8 meses su leyenda se desvaneció.
No solo luce desdibujado: su figura se carga de significaciones adversas que provienen de los presos, investigados y huidos, cuya lista cada día aumenta. Y al hacerlo, se revela para la opinión pública el verdadero motivo que mueve a sus amigos, a sus defensores, a sus leales: la avidez por el dinero; la defensa de lo que robaron. La corrupción de los hermanos Alvarado, que está en en un informe de la Unidad de Análisis Financiero (UAF), es la más reciente pista jabonosa que Correa tiene en su camino. Pero está lejos de ser la última.
Estaba dicho que Correa es experto en trabajar contra sus intereses. Pocos imaginaron que en apenas ocho meses, él mismo de-construyera lo que, con su equipo de propaganda y tanto dinero del erario público, fabricó en una década.
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