Publicado el 16 febrero, 201815 febrero, 2018 por AGN
[Bridget Gibbs Andrade]
Hoy, voy a describir una parte de la gran suciedad que está inmersa en nuestra sociedad. Primero, diferenciemos un pederasta de un pedófilo. Un pederasta es una persona que abusa sexualmente de niños. Un pedófilo, es una persona que siente atracción sexual por niños aunque no abuse de ellos. Viene la pregunta de rigor: un pederasta, ¿nace o se hace? Existen estudios que señalan tres factores importantes: la predisposición genética que crea una base para este trastorno; el contexto sociocultural que presiona al individuo a que abuse de su poder como un arquetipo de virilidad y, el desarrollo psicológico de las personas que han sufrido maltrato en su infancia. Estos sujetos suelen desinhibirse al consumir drogas o alcohol, reflejando una baja autoestima o sentimiento de inferioridad, recurriendo al sexo como un medio de afrontar sus problemas. La OMS considera a la pedofilia como un trastorno de inclinación sexual, es decir, son personas que sufren un desorden mental. Por lo tanto, necesitan tratamiento psicológico para mejorar y superar esta condición.
Después de conocer el resultado de los porcentajes correspondientes a las preguntas de la Consulta, me quedó una interrogante lacerante. ¿Estuvimos en manos de quiénes estos últimos años? ¿Cómo es posible que casi el 30% de la población -incluidos los miembros de ese partido- hayan apoyado la no prescripción de delitos sexuales contra los niños? ¿Es que acaso ninguno de ellos tiene dentro de su entorno familiar a uno solo de estos pequeños? Dos militantes fanáticas antes AP, actualmente RC, exhibieron como trofeos sus papeletas de votación marcadas a favor del NO. Una de ellas es madre. ¡Qué abominación! ¿Si a uno de sus hijos o sobrinos les abusaran sexualmente, tendrían la misma sonrisa de triunfo pintada en sus rostros?
Me causa repugnancia la suciedad de la sociedad que nos rodea. Es difícil digerir la falta de valores y principios que un grupo imbuyó en el país. El que el 26.28% de la población haya votado NO en la pregunta 4, nos deja un sabor amargo y desgarrador sabiendo que a ese porcentaje le importa un bledo el abuso sexual a menores de edad. Si en una de las preguntas debió arrasar el SÍ, debió ser en esta. Estamos presenciando la degeneración de una sociedad que vela únicamente por el bienestar propio, más no el de los niños. ¿Y las autoridades, qué opinan? ¿Siguen creyendo ilusamente que dialogando se soluciona todo? Es imperativo que el gobierno tome decisiones categóricas sobre este tema. Es imperdonable que funcionarios públicos, maestros y otros sujetos de la sociedad apoyen esta aberración y, lo que es peor, se jacten de ella… (O)
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