domingo, 1 de enero de 2017

Transhumanismo

Publicado el 2016/12/31 por AGN

[Alberto Ordóñez Ortiz]
Terminaré el año con una noticia desconcertante; con una que, por lo menos incomoda y nos envía a reflexionar sobre el posible destino futuro de la especie humana, aunque ésta sea época en que el vértigo de los avances científicos y tecnológicos ha acabado con nuestra capacidad de asombro. El hombre post-moderno tiene a esta altura de los tiempos la real posibilidad de ser en parte robot y en parte humano. No obstante hay que reconocer esta ventaja, enorme en el campo de la ciencia para no perder la hoja de ruta sobre un tema que por sus vislumbres resulta profundamente inquietante: me estoy refiriendo al “Transhumanismo”, cuya develación, por razones de enfoque, la efectuaré más adelante. No sin antes mencionar que a lo largo y ancho del planeta hay ahora mismo miles de personas que disponen de corazones, extremidades artificiales, ojos biónicos y un vasto etcétera de dispositivos. Pronto -si no lo son ya- los órganos artificiales pasarán a integrar nuestra cotidianidad. Entonces no nos queda más que admitir que la fusión entre lo humano y lo artificial es parte de nuestra cotidianidad y que, por fuerza de su verdad tenemos que admitir que la fusión entre uno y otro, es el mayor avance de todos los tiempos.
Muchos dirán -sin que posiblemente les falte razón- que la capacidad de reemplazar varios de los órganos que dios puso a nuestra disposición, coloca al hombre a su mismo nivel o, muy cerca de él. En la medida de los adelantos, los conceptos filosóficos y de todo orden -especialmente los que provienen de la órbita de la ética y de la moral- sufrirán drásticos e inusuales cambios. Entonces, es imperativo, -como nunca antes-, que la apertura de nuestra mente vaya de la mano de los episodios en marcha, porque caso contrario nos pasará por encima el vertiginoso tren bala del desarrollo. De no hacerlo, corremos el riesgo de convertirnos -alegóricamente hablando- en la estatua de sal del mito bíblico: lista a esfumarse frente al primer soplo.
Turba y causa pasmo saber que con el transhumanismo la media de vida se extenderá a límites nunca antes registrados. Para aproximarnos a las nuevas percepciones hay que llevar la imaginación al límite, respirar el renovado aire de los adelantos e impregnarnos de su atracción casi religiosa y, en lugar de rechazarlos, tratar de asimilarlos, evitando los posibles perjuicios.
Los transhumanistas creen a pie firme que en los próximos cien años se logrará integrar la mente humana -mediante un chip- a la computadora más adelantada, alcanzando por esa vía una superinteligencia y algo más insólito todavía: “La existencia post-biológica que ocurrirá cuando podamos realizar un escaneo de nuestra matriz cerebral -in íntegro- y reproducirla en una computadora para qué, entonces podamos emigrar desde nuestro cerebro -el fundamento de nuestra identidad espiritual y humana- a un sustrato puramente digital, logrando así períodos de vida ilimitados.” Nuestra eternidad habrá coronado el universo o acaso el infierno con las manos. ¿Estaremos asistiendo a la última versión del hombre que somos? (O)

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