Réquiem por el Pedregal, otra víctima del miedo a disentir
En su célebre recomendación anual de los sitios a los que hay que visitar cada año, el The New York Times incluye al valle del Pedregal, en las faldas del Cotopaxi. De 52 lugares a los que recomienda ir este año, el Pedregal ocupa el puesto 13 de la que probablemente es la lista de recomendaciones turísticas con mayor impacto en el mundo. Millones de personas la leen y la comparten en redes.
Pero el autor de la lista hace una advertencia: vaya antes de junio, dice, para ver el valle antes de que las torres de transmisión de electricidad se crucen a los cóndores y a la vista. Se trata, sin duda, de una advertencia que lleva implícito un mensaje de despedida. Esta maravilla va perder su magia en seis meses está diciendo Tim Neville, autor de la nota, porque el inmenso sistema de transmisión eléctrica, diseñado para sacar la energía del Coca Coda y que atravesará el valle, afectará el hábitat de los cóndores y alterará irremediablemente su extraordinario paisaje.
Lo que no cuenta el The New York Times es que tras la afectación del patrimonio paisajístico y natural de El Pedregal está el miedo a expresarse que los ecuatorianos han desarrollado durante estos diez de ejercicio de un poder que no perdona el disenso. Las enormes torres de 80 metros de alto que atravesarán el valle y que ya están siendo emplazadas en el sitio no existen únicamente por una agenda de contratación de obra pública del Gobierno, sino también por el lamentable estado de la libertad de expresión que se evidencia en un sector de la dirigencia empresarial y de la sociedad civil que prefiere el silencio a ser objeto de represalias que podrían poner en riesgos sus intereses.
El The New York Times no cuenta lo que uno de los pocos activistas que quedan dijo a 4Pelagatos: tiene que ver con cómo fracasó la campaña para evitar la construcción de las torres por el miedo que tuvieron casi todos los afectados a contradecir las decisiones del gobierno. En el 2015 cuando arrancaron los trabajos previos al diseño y construcción de las torres hubo una activa movilización contraria al proyecto en la que participaron varios actores vinculados con el turismo y el medio ambiente en la zona. Ese activismo se fue apagando poco a poco y ahora son contados con los dedos de la mano aquello que se animan a protestar y tratar de evitar el crimen. La extinción del activismo se produjo, dijo esta fuente a 4Pelagatos, porque muchos de los que se atrevieron a desafiar la voluntad del Gobierno y del presidente Rafael Correa evitaron poner en riesgo sus intereses después de ser advertidos de que recibirían represalias si continuaban protestando. “Eso me pasó a mi”, dijo la fuente que prefirió guardar el anonimato.
La destrucción de parte del tesoro paisajístico y ambiental del lugar es, asimismo, la evidencia de que las ONG’s que trabajan en medio ambiente en el país prefirieron mantenerse calladas en este tema para no enfadar a los funcionarios del correísmo y no poner así en riesgo los proyectos que mantienen en otras partes del país. ¿No resulta extraño que ante la envergadura del daño que se va a hacer a un entorno natural como El Pedregal no haya existido un activismo sostenido y vigoroso de las ONG’s ambientalistas? ¿A ninguna le preocupó que los cables que conectarán las torres pueda afectar la vida los pocos cóndores que quedan en el país? ¿No hubo una sola organización que haya criticado que en el informe de impacto ambiental no se haya mencionado siquiera la palabra cóndor cuando los estudios hechos hablan del peligro que este tipo de tendidos eléctricos representan para los cóndores? La resistencia civil que hubo en Dakota del Norte, en EEUU, para evitar que cruce una reserva natural un oleoducto es un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando el miedo a expresarse es menos fuerte que el convencimiento.
Uno de los pocos activistas que aún se animan a mantener la causa en contra del paso de las torres dijo que al inicio de su lucha en contra del actual trazado de las torres -porque hay otro que causaría mucho menor impacto- recibieron incluso la visita de funcionarios, como el ministro de Turismo Fernando Alvarado, y se comprometieron a interceder para que la ruta de las torres sea una distinta a la trazada para no afectar al valle. Pero el compromiso de Alvarado y otros se trocó en evasivas primero y en silencio después.
Lo mismo sucedió con un sector de los empresarios. Luego de que Diego Vivero, presidente de la Cámara de Turismo de Pichincha, Captur, apareció en los medios expresando su preocupación y formulando alternativas para un nuevo trazado, funcionarios del correísmo lo descalificaron y en poco tiempo fue abandonado por los otros gremios empresariales que prefirieron, según este testimonio, no cortar las relaciones con el gobierno bajo la tesis de trabajar, por ejemplo, en proyectos de ley que podían beneficiar al sector privado. Vivero sostenía que el costo de la variación de la ruta sería de 6 millones de dólares, que no representa ni el 1% del costo total de la obra, aunque reconocía que el tiempo de construcción aumentaría a 18 meses. Vivero quedó huérfano de apoyo de sus colegas dirigentes de otras cámaras empresariales y fue, más bien, víctima de las embestidas de ataques en la prensa oficialista y en las redes sociales.
Incluso la campaña que algunos empresarios turísticos habían comenzado a hacer en redes sociales con bastante éxito fue evaporándose, pues muchos recibieron advertencias de funcionarios, muchas veces amigos, de que era mejor no insistir en su lucha si no querían que sus licencias de operación fueran afectadas. En esta campaña se había incluido un video hecho por el músico Ricardo Perotti (otro convencido del tema) en el que se exponen los argumentos de los defensores de El Pedregal. Al final, el miedo dio paso al silencio.
La causa prácticamente murió cuando Rafael Correa apareció en una de sus sabatinas afirmando que las torres pasarían por El Pedregal. “Hacer un rodeo (del tendido eléctrico) cuesta decenas de millones de dólares. Tendrá que pasar por una parte del parque lastimosamente”, dijo Correa en el enlace del 10 de septiembre de 2016. Quienes están en contra del proyecto dicen que son precisamente estudios de la Corporación Eléctrica del Ecuador, la entidad que lleva adelante el proyecto, los que demuestran lo contrario de lo que dice Correa. El desvío costaría 6 millones mientras, sostienen, los ingresos turísticos dejan 13 millones anuales a la zona según los datos del Captur.
Otra persona vinculada con el trabajo de los guías turísticos que operan en la zona también dijo a 4Pelagatos que cuando acudieron a las ONG’s ambientalistas que están radicadas en el Ecuador, recibieron muy poco o ningún apoyo. Les dijeron que preferían mantener un perfil bajo en el tema porque temían que el gobierno les ponga problemas en otros proyectos. “Existe una completa desarticulación de las ONG’s ambientalistas -dijo el entrevistado-. La salida de los alemanes también afectó”.
Los organismos estatales que están obligados a defender el turismo y el medio ambiente sostienen, en cambio, que el actual trazado es que menos afecta a los cóndores y al turismo y que si se hubiera optado por por el que recomendaban los ambientalistas, es decir por un costado del Pasochoa, se hubiera perjudicado sectores turística y ambientalmente más valiosos.
En este video casero se puede ver a un cóndor en la zona de El Pedregal acercarse a un potrero para alimentarse de un animal muerto. Vuela a la altura en la que estaría el tendido eléctrico
El hecho cierto es que no hubo un auténtico y libre debate sobre la decisión de atravesar El Pedregal con unas inmensas estructuras de metal que pondrán en riesgo a la población de cóndores del lugar y que, sin lugar a dudas, afectará el paisaje de la zona. Es evidente que en esa carencia de debate libre de represalias pesó mucho. Ese miedo a hablar y disentir se incubó en el país desde que el correísmo impuso una verdad única: la suya. Ese miedo es el resultado, además, de un sistema perverso donde la sociedad civil es vulnerable al poder del Estado porque no existen auténticos contrapoderes que la protejan. En el reino del miedo, el poderoso siempre gana y eso lo saben quienes intentaron oponerse al tendido eléctrico, cuya construcción avanza rápidamente.
Por eso, The New York Times hace la advertencia: si van a ir a El Pedregal háganlo antes de que estén levantadas las torres.
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