Época de desconcierto
Publicado el 2017/01/14 por AGN
[Alberto Ordóñez Ortiz]
Vivimos la época del desconcierto. De un desconcierto sucesivo, creciente e inapelable. La economía -el aspecto más sensible- acusa un déficit por el momento insuperable. Tendrá que pasar mucho tiempo para que se la restaure, si es que aún es posible. Como su consecuencia más visible: el desempleo se refleja en los cientos de miles de ciudadanos y sus familias que con las manos en la cabeza exhiben la devastación inhumana del despiadado desastre. Las deudas adquiridas con la China -con un interés tan alto que ni de lejos se equipara al del propio Fondo Monetario- resulta inaccesible, a menos que se trate de “algo” que ocurrió bajo la mesa de las inefables y “mutuas conveniencias”. “Dios averigua menos y perdona más”, aunque no creo que haya perdón para el pecado de haber hipotecado al país -hasta el 2026- según fuentes confiables. Todo este lamentable embrollo ¿o envoltorio? demuestra de manera categórica que quienes nos gobiernan estuvieron capacitados para …todo, menos para gobernar.
La entrega de la minería a la China, bajo condiciones que se desconocen y que seguramente serán también funestas para el País, evidencia por lo menos dos cosas: Que con el país de los ojos rasgados, habría una suerte de truculento celestinaje; y que, el irrespeto a los daños que su explotación produce y producirá sobre amplias colectividades, poco o nada importan a sus impávidos gestores. El proyecto está en marcha y va porque va. No importa la vida- y esto lamentablemente hay que decirlo en voz alta- solo importaría el convincente “business”. Y nada más. El potencial, el enorme potencial que exhibe el Ecuador en materia de minería se expresa en sus invaluables minas de metales como el platino, el oro, la plata, el cobre, el antimonio, el plomo, el zinc, entre los principales.
Sobre el particular, varias investigaciones provenientes de prestigiosas instituciones, incluyendo la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo, ponen en evidencia que en países como el Ecuador, la minería metálica a gran escala produce los siguientes principales impactos: “1.- Aumento de la pobreza y ampliación del subdesarrollo; 2.- Depresión de otros sectores de la economía; 3.- Aumento de conflictos que podrían resultar harto violentos; 4.- Incremento de la delincuencia y de otros problemas sociales; 5.- Irreversibles impactos ambientales; 6.- Aumento de la corrupción y gobiernos autoritarios”. Esto y, mucho más, es lo que le espera al país en los próximos años, parte de lo cual -gran parte- está ocurriendo en este mismo momento.
Si a lo dicho, agregamos el caso Odebrecht y todos los que han empleado esa sinuosa línea; de la misma manera que la moneda virtual, en plena circulación, cuya vigencia liquidaría al dinero efectivo y daría paso a su emisión sin respaldo, llegaremos a la inequívoca conclusión de que el desconcierto -como dijimos al inicio- promovido desde las más altas esferas, ha abierto sus esclusas y que, el incontenible embalse que a su conjuro nos invade, no dejará piedra sobre piedra, si aún queda alguna. (O)
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