domingo, 8 de enero de 2017

Mensaje de año nuevo



Publicado el 2017/01/07 por AGN
Diario El Mercurio

[Alberto Ordóñez Ortiz]
La inauguración del año astronómico que en esta vez coincide con el inicio de la campaña política “honrada” por reiteradas deshonras públicas, produce comprensible- desazón, y, porque no decirlo, justificado escalofrío. Y no es que seamos supersticiosos o pesimistas, ni mucho menos, sino más bien realistas. En extremo realistas. La putrefacción en el manejo del erario nacional que en el año que acaba de terminar rebasó las alcantarillas no puede ser más expresiva. Si asumimos que la extraña coincidencia -con el roñoso tema político de por medio- coincide -valga la redundancia- con el escándalo de los paraísos fiscales -barril sin fondo en el que cerda con cerda se apretujan los cerdos ávidos por lo ajeno- que han marcado -los paraísos fiscales- a más de un funcionario estatal con manchas resistentes a todo detergente, tendremos que concluir que el olor a mortecina que inunda los espacios públicos si no es ave de mal agüero es ave de rapiña en trepidante forcejeo por lo maloliente.
Resulta difícil por no decir imposible que el presente año en materia de indignidad en el manejo de la cosa pública supere al anterior, ni se diga si se considera que aún resuma ponzoña, comprometedora hedentina en que la notoriedad por la apropiación de los fondos públicos es ahora signo de buena y apetecida fama por los ceros a la izquierda de sus mantecosas chequeras. La maceración de la impudicia no se detiene. Con patas cerriles la mezclan -la impudicia, claro está- en extraño baile de San Vito destinado a producir la chicha del deshonor -en burda imitación a la ceremonia con que se prepara el vino que no afrenta sino espiritualiza-.
Y con crasa ordinariez -la de los cerriles- e inevitables desfases cognitivos propios de su andar sinuoso, siguen en el baile hasta que producida la impúdica chicha la beben hasta mancharse las mangas y el cuello a causa de su incontinente apetencia por lo turbio. Y en el culmine de su éxtasis proclaman que las manchas son lo único que les “honra”, aunque para tapar la trapacería que les regodea, no vacilen en apresar a sus compinches -curiosamente- en vísperas de elecciones.
A donde hemos llegado. “¿Dios mío porque te has olvidado de nosotros?”. La desintegración de la República bordea el abismo que precede a su desaparición. La delectación por el desplante aplaude desde el palco en que se han refugiado los autores de la mayor catástrofe moral en que vagamos con las manos por delante para no mancillarnos con el vaho sucio que resoplan aunque estén lejos. Bien lejos.
En época oscura hay que curarse en sano, en el entendido de que hacerlo significa evitar todo contacto con la aviesa purulencia que desborda las puertas públicas de los altos “jefes”, quienes aterrizaron en esa “jettatura” por arte de una demagogia cuadrúpeda que lamentablemente caló porque al pueblo no le queda otra cosa que soñar y creer en la esperanza como su única y última oportunidad. Y, desde luego, si llegaron, -hay que reconocerlo- fue por una carambola de la lívido que engendra lo que dejamos dicho. Y más. Mucho más. (O)

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