Paco Moncayo, el candidato de un rompecabezas
¿Paco Moncayo traza una nueva vía para las fuerzas de izquierda que representa en esta elección presidencial? El ex general hace una campaña basada en lo que Tony Blair llamó la Tercera vía. Socialdemócrata convencido, Moncayo se aplica, con convicción, a dar cuerpo a esa doctrina que Izquierda Democrática abandonó en los noventas y que, desde entonces, nadie ha impulsado y recreado en el país. El 9 de enero pasado, en la Flacso, el candidato del Acuerdo por el Cambio se explayó sobre ese modelo ideológico y político que es el que mejor lo define. Y en el cual cree.
Acuerdo por el Cambio tiene, entonces, un candidato. ¿Pero qué tanto ese candidato representa a sus aliados; en particular a Pachakutik, el ala socialista de Enrique Ayala Mora, Unidad Popular e Izquierda Democrática y, por lo menos, 25 organizaciones importantes de la sociedad civil? La izquierda que dejó al correísmo no tenía alternativa esta vez: los niveles de división y desbarajuste ideológico hizo temer a muchos que no pudieran ir unidos a las elecciones. Hubo intentos de debatir un perfil ideológico y político común. No fue concluyente, aunque se asegura que esa izquierda que con Alberto Acosta obtuvo 3% en las elecciones de 2013, está en un proceso de centrización como lo llama el sociólogo Luis Verdesoto. Puede ser. No obstante, hay diferencias abismales entre Izquierda Democrática, que propuso a Moncayo como su candidato y el ex MPD o el movimiento indígena tan resquebrajado. El resultado de esto se ve en la campaña: ningún aliado cuestiona lo que Moncayo dice, aunque él dice cosas que, en casos, seguramente produce erisipela entre algunos en esa tendencia. Moncayo sorprende por su discurso democrático y centrista en política, ortodoxo y por la equidad en economía y resueltamente liberal y contemporáneo en los temas espinosos para los conservadores: minorías sexuales, aborto, temas de género…
El problema de Moncayo no es él. Son sus socios que no responden por una plataforma política común al punto de que sus candidatos a la Asamblea van en listas separadas. Así, Moncayo no representa una nueva tendencia –necesaria en el país– proveniente de las viejas izquierdas que estuvieron con Correa en el poder y cotejaron sus viejos sueños con las nuevas realidades del mundo. Moncayo hace campaña alrededor de su visión sobrevolando las divisiones de los movimientos y partidos que lo escogieron y que en algunas provincias compiten entre ellos por el voto de los electores. El ex alcalde de Quito seguramente no sabe a ciencia cierta a quién promocionar. O a quién poner a su lado. En ese contexto, esta puede ser la última elección presidencial en que esas izquierdas se ponen bajo un solo paraguas simulando acuerdos que, en realidad, no existen. Muchos de esos dirigentes están, como en el póker, pagando por ver. Si a Moncayo le va bien en las urnas (eso no significa pasar a segunda vuelta), seguramente su esfuerzo por llevar las izquierdas hacia el centro político tendrá un impacto provechoso para la democracia en el país. De lo contrario, algunos considerarán –desempolvando sus catecismos– que él tenía que radicalizar sus posiciones y volverán al pasado.
Esta dinámica explica la estrategia de esta campaña que reposa, en el plano nacional, únicamente en el candidato y, sobretodo, en viejos cuadros de la Izquierda Democrática. Nadie explica por qué Moncayo, que se presenta como el candidato de la experiencia y el conocimiento, escogió a Monserrat Bustamante como compañera de fórmula. Ella era una académica absolutamente desconocida en el ámbito político y entre los activistas sociales. Esto no le ha ayudado en la campaña en la Costa ni en el plano de los imaginarios. Otro enigma: su alianza con Jimmy Jairala, un prefecto que despierta enormes reservas éticas en esas izquierdas. En la campaña se dan razones estrictamente de carácter electoral que calzan mal con el perfil de sobriedad y honestidad que promociona el candidato.
En el plano de la estrategia, que concierne esta nota (ulteriormente se analizará el programa de gobierno), el resultado que obtenga Paco Moncayo servirá para responder otra inquietud: si tras diez años de correísmo, el electorado vota por el centro o prefiere mantenerse en los márgenes que traza la polarización entre el correísmo y su continuidad o la ley del péndulo.
Foto: Campaña de Paco MoncayoPróximo artículo: El programa de gobierno de Lenín Moreno
Artículos anteriores (serie Estrategias políticas electorales):
http://4pelagatos.com/2017/01/05/correa-ato-de-pies-y-manos-a-lenin-moreno/
http://4pelagatos.com/2017/01/06/cynthia-viteri-dobla-la-dosis-de-populismo/
http://4pelagatos.com/2017/01/10/lasso-es-el-cambio-pero-no-es-integral-ni-incluyente/
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