El fin del intervencionismo militar, el cierre de Guantánamo y la solución al conflicto palestino-israelí son algunas de las promesas del presidente desde su primera campaña electoral.
La impopularidad de Barack Obama se debe especialmente a su gestión en los asuntos internos, pero puede entenderse también desde sus promesas incumplidas en política exterior. Mientras la derecha republicana critica su falta de decisión para intervenir de modo más contundente y rápido en Siria, y así evitar el surgimiento del Estado Islámico, una parte de la izquierda rechaza su falta de liderazgo para cumplir algunas de sus promesas electorales, como cerrar Guantánamo o alejarse del intervencionismo militar en otros estados.
- ¿Fin del unilateralismo?
El mundo respiró más tranquilo cuando Obama asumió en 2008 la Presidencia de EE.UU. Parecía el fin de una época de intervencionismo militar y de decisiones tomadas por George W. Bush por encima de la ley internacional. Obama prometía el fin de ese unilateralismo arrogante y la búsqueda de los intereses estadounidenses a través de la diplomacia. Prometía, entre otras cosas, retirarse de Irak y Afganistán, buscar la reconciliación con el mundo musulmán y lograr el fin del conflicto entre Israel y Palestina.
Obama ha tenido algunos éxitos, como la retirada de las tropas de Irak y, parcialmente, de Afganistán. Tras esta salida, sin embargo, Irak quedó sumido en una sangrienta guerra sectaria y Afganistán casi convertido en un Estado fallido, uno de los más corruptos del planeta y donde reemerge el régimen talibán que la ocupación estadounidense intentó eliminar. En cuanto a la “guerra contra el terrorismo” iniciada por Bush, la muerte de Osama Bin Laden es el principal éxito de Obama, pero esto no significa que un enemigo tan amorfo como el “terror” haya sido derrotado.
Washington ahora despliega en Siria e Irak una guerra contra el terror, pero esta vez optó por no actuar en solitario. Ante el avance del Estado Islámico, una organización de fundamentalistas suníes que representa el proyecto no acabado por Al Qaeda, logró convencer a más de 40 países de que participaran en una operación militar para frenar los yihadistas. Tampoco actuó en solitario en la operación que en 2011 resultó en el asesinato del dictador libio Muamar Gadafi. Aquella guerra fue desplegada vía aérea por la OTAN, con el liderazgo “desde atrás” de EE.UU. y con la participación de algunos árabes en el terreno que recibieron asistencia e insumos de las fuerzas internacionales.
Obama involucró al grupo P5+1 (los cinco miembros del Consejo de Seguridad y Alemania) en las negociaciones con Irán para poner fin al conflicto nuclear. Ha logrado acuerdos sin precedentes, como el compromiso de Irán de congelar su programa de enriquecimiento de uranio durante seis meses. Además convenció a Rusia y China de cooperar en una agenda de control de armas e imponer sanciones a Irán y Corea del Norte en el Consejo de Seguridad.
Pero los actos del multilateralismo se ven ensombrecidos por otros que hacen ver a Obama en la línea de Bush. Por ejemplo, el uso de aviones no tripulados, que ha sido un pilar de la política antiterrorista de EE.UU. Esta política fue iniciada por Bush, pero durante el gobierno de Obama se ha expandido fuera de Irak y Afganistán a países como Pakistán, Yemen y Somalia. El número de civiles inocentes muertos bajo los “ataques selectivos” es indeterminado, pero varias organizaciones coinciden en que es una cifra elevada y denuncian las graves violaciones a los derechos humanos cometidas a través de este programa. El relator de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales, Christof Heyns, considera que los ataques perpetrados con drones pueden constituir crímenes de guerra.
En este sentido, aunque haya menos “botas en el terreno” y más fuerzas especiales e inversiones en sistemas aéreos no tripulados, la política de Obama no se aleja demasiado de la de su antecesor, quien después del atentado a las Torres Gemelas en 2001 dejó claro que emprendería actos unilaterales de guerra sin importar la ley internacional. Los ataques con drones, además, van en contravía de las palabras de Obama en su discurso de 2009 en El Cairo, en el que aseguró que Washington respetaría la soberanía de otras naciones y el imperio de la ley.
- Israel y Palestina
Solucionar el conflicto entre Israel y Palestina también fue una promesa electoral de 2008 y es otro punto en el que Obama no marca una ruptura frente a su antecesor. Pese a que este año intentó auspiciar un diálogo de paz, la iniciativa fue un fracaso. El fin de las negociaciones estuvo marcado por una operación militar israelí en la Franja de Gaza que dejó al menos 2.000 muertos palestinos y 66 israelíes.
Obama ha sido claro en criticar y pedir el fin de la colonización israelí en Palestina. Esto le ha generado distanciamiento, tensiones y un cruce de acusaciones poco diplomáticas entre altos funcionarios de la Casa Blanca y del gobierno israelí de Benjamín Netanyahu, que, a pesar de los pronunciamientos de Washington y de la presión internacional, avanza en la construcción de asentamientos en Cisjordania, con lo cual se hace cada vez menos viable la continuidad geográfica del Estado palestino.
Esta continua anexión de territorios se debe a que los pronunciamientos en contra de la colonización carecen de acciones que los sustenten. En el plano más formal, EE.UU. mantiene intacto su apoyo con Israel, sobre todo a nivel militar y económico. Cuando se trata de vetar resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU que condenen al Estado de Israel por las violaciones a los DD.HH. en que ha incurrido, o que reconozcan a Palestina como Estado miembro, la política de Washington sigue siendo esencialmente la misma.
- Cuba
En 2008, Obama también tenía en su agenda el cierre de la base naval de Guantánamo, un referente mundial de violaciones a los DD.HH. cometidas por EE.UU. Aunque la mayoría republicana en el Congreso le ha puesto trabas para hacerlo, el hecho de que ese centro de detención siga operando es una muestra de falta de liderazgo político del presidente. Además, como ha dicho el relator de la ONU sobre la tortura, si el presidente quisiera, podría ordenar el cierre mediante decreto ejecutivo, lo que no es seguro es si quiere afrontar el peso político de esa decisión. El más reciente paso de la Casa Blanca fue solicitar a terceros países que recibieran detenidos de Guantánamo. La respuesta, sin embargo, es demasiado lenta y escéptica.
Pero no fue Guantánamo el tema por el cual días antes de las elecciones legislativas Cuba figuró en la agenda de EE.UU. La isla apareció cuando se hizo evidente que el lobby para levantar el embargo que sobre ella mantiene Washington desde 1960 cobra cada vez más fuerza.
Cuando Obama era senador, en 2004, se pronunció en contra del bloqueo. No obstante, esto no hizo parte de sus promesas en la campaña hacia la Presidencia. Como presidente, sin embargo, flexibilizó ciertas restricciones sobre viajes o remesas. Levantar el embargo en los dos años que le quedan representaría un paso importante hacia su acercamiento con América Latina, una región que no ha figurado entre las prioridades de su política exterior y en la cual Cuba se ha convertido en un líder de las nuevas izquierdas.
El debate sobre el levantamiento del bloqueo, además, reemerge justo cuando EE.UU. y Cuba trabajan juntos en la lucha contra el ébola. La isla se ha destacado como uno de los países que han ofrecido la ayudas más significativa a los países golpeados por el virus en África Occidental. Cuba envió médicos, en vez de dinero y militares, y llamó a la cooperación incluso con Washington. Mientras tanto, a Obama le llovían críticas por no impedir la llegada de la enfermedad a su país. Críticas que a última hora capitalizaron los republicanos en el debate electoral.
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