¿Cómo evitar un nuevo Bin Laden entre los yihadistas que vuelven de
Siria?
Mirren
Gidda
BBC News
·
MAlgunos países intentan impedir que
sus nacionales marchen para la guerra, otros se hacen la vista gorda, pero
todos se enfrentan a un mismo problema; ¿Qué hacer con ellos cuando vuelven a
casa?
Algunos analistas creen que ocurre lo
mismo que durante la guerra de Afganistán en los años ochenta, cuando miles de
extranjeros se unieron a los muyahidines, (guerreros islámicos) en el conflicto
contra las fuerzas soviéticas.
Aquella guerra duró una década hasta
que en 1980 los islamistas proclamaron victoria. Pero para muchos combatientes
extranjeros, la guerra no había acabado.
El más conocido de los yihadistas que
volvieron a países como Egipto o Argelia para seguir perpetrando ataques fue el
saudita Osama Bin Laden, uno de los fundadores de al-Qaeda.
Pocos quieren que emerja un nuevo Bin
Laden de Siria, pero no existe acuerdo sobre cómo impedirlo.
Juicios
en ausencia
En septiembre, Bélgica, el país con
el mayor número de combatientes per cápita, juzgó a 46 de sus ciudadanos,
algunos en ausencia, por su relación con Sharia4Belgium, un grupo que ayudaba a
enviar yihadistas a Siria.
Solo ocho comparecieron en el
tribunal. El resto están en Siria, vivos o muertos.
Bélgica no ha sido el único país que
ha tomado ese tipo de medidas. Francia, Australia, Noruega y Reino Unido, todos
ellos países con un gran número de combatientes extranjeros, también han
arrestado a yihadistas que volvían del frente. Muchos de ellos habían apoyado
al grupo de milicianos Estado Islámico (EI).
La policía británica informó de 218
arrestos hasta el momento este año. Alrededor de 40 ciudadanos británicos han
sido acusados de terrorismo.
Según las normas vigentes, Reino
Unido puede incautarse de los pasaportes de los sospechosos de yihadismo, así
como detener a quienes regresen de Siria por hasta 14 días aun sin existir una
imputación.
Londres prevé publicar a finales de
noviembre una nueva ley antiterrorista que incluirá órdenes de exclusión
especial, que impedirían la entrada de sospechosos de yihadismo durante más de
dos años a menos que acepten someterse a estrictos controles.
El primer ministro australiano, Tony
Abbott, cuyo gobierno ha aprobado nuevas medidas antiterroristas, ha dejado
clara su posición. "Si vuelven, serán detenidos, porque el gobierno
mantendrá segura a nuestra comunidad", dijo.
Pero decidir a quién arrestar es
difícil. Viajar a Siria no es ilegal y es para probar que los sospechosos
participaron en actos de terror hace falta información de inteligencia.
Sin embargo, se entiende que exista
un deseo de arrestar. Cuando EI comenzó a recibir atención internacional,
aseguró que Occidente no era su objetivo. Su meta, afirmaron sus líderes, era
establecer un califato en Medio Oriente, lejos de la influencia occidental.
Ahora la situación es diferente. Los
ataques aéreos de países occidentales han desatado la ira del grupo, y han
decapitado a rehenes estadounidenses y británicos en lo que dijeron que eran
actos de venganza.
En los videos de las decapitaciones,
EI incluyó amenazas a occidente. Bravuconerías, quizás, pero en todo caso la
amenaza queda en el aire.
Diálogo
Pero no todos los países han optado
por la mano dura. En la ciudad portuaria de Aarhus, en Dinamarca, los
yihadistas que regresan reciben asistencia y consejos profesionales, en lugar
de penas de cárcel.
La filosofía del modelo de Aarhus es
simple. Muchos de quienes se marcharon eran hombres jóvenes, sin perspectivas,
que no se sentían bienvenidos en la sociedad danesa. Interrogarles y
arrestarles a su regreso podría radicalizarlos aún más, mientras que el diálogo
serviría para lo contrario.
Las autoridades locales también han
intervenido en debates con los líderes de la mezquita de Grimhojvej, que se
sospecha es un centro de reclutamiento, lo que niega la mezquita.
Muchos combatientes podrían echar de
menos esa indulgencia danesa, ya que cientos llegan a Siria para darse cuenta
de que la brutalidad de la guerra no se asemeja al escenario idealizado de los
videos de reclutamiento.
De
todos modos, es difícil volver. El profesor Peter Neumann, del King´s College
de Londres le dijo en septiembre al diario The
Times que había sido contactado por
30 yihadistas británicos que querían regresar de Siria a Reino Unido pero
temían ser arrestados a su llegada.
La familia del estudiante británico
Muhammed Mehdi Hassan, al que lo mataron en Kobane en octubre, culpó al
gobierno de su muerte por poner tantas trabas al regreso de combatientes
británicos.
Atentado
de Navidad
Los yihadistas de Arabia Saudita, sin
embargo, no tienen por qué preocuparse tanto. A pesar de la dureza del país con
los criminales, hace años que el gobierno puso en marcha un programa de
rehabilitación para los yihadistas.
Puesto en marcha para ayudar a los
presos de Guantánamo que eran repatriados, el programa Care ofrece consejo y
educación a los extremistas islamistas dentro de un impresionante complejo en
la capital del país, Riyad.
Care asegura que tiene una tasa de
éxito del 90% pero una investigación del programa de la BBC Newsnight averiguó
que dos de sus residentes escaparon a Yemen, una vez liberados, y allí fundaron
al-Qaeda en la Península Arábiga. Ese grupo organizó el intento de atentado de
la Navidad de 2009, cuando un pasajero de un vuelo a Detroit escondió una bomba
en su ropa interior.
Pero aunque la rehabilitación
demasiado "suave" puede ser problemática, lo mismo puede pasar si es
demasiado duro. Existe el riesgo de que puedan actuar en contra de su propio
país o intentar volver al mismo lugar del conflicto.
Estados Unidos ha optado por un camino
intermedio. En septiembre, Washington confirmó que estaba monitoreando a
yihadistas estadounidenses que habían regresado pero no se han producido
arrestos.
Los que regresan de Siria e Irak no
encajan en un único perfil. Por cada yihadí con visiones extremistas, hay
muchos otros que creen que la lucha ha acabado.
Si es usada apropiadamente, la
vigilancia permite a los servicios de seguridad recabar pruebas contra quienes
planean ataques terroristas.
Pero la vigilancia, como han probado
en el pasado otros ataques, no es infalible. El monitoreo constante de un
individuo precisa de un equipo de alrededor de 30 agentes, y en un momento en
que están regresando cientos de combatientes, los servicios de seguridad deben
tomar decisiones difíciles sobre a quién vigilar y a quién dejar en paz.
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