por Miguel-Ángel-Berlin
25 años, ya. Recuerdo que aquel la noche, mientras
veía en la tele las imágenes de la Puerta de Brandenburgo, me preguntaba qué
significaba todo aquello.
Para mi entonces la DDR era un régimen oscuro, una
especie de franquicia de la Unión Soviética en medio de Europa. Yo no veía a
Berlín como una franquicia del capitalismo en medio del bloque comunista (como
así era), si no todo lo contrario.
En
realidad, el Muro no rodeaba el Berlín este, si no el Berlín Oeste. Ese detalle
era el que me faltaba para comprender el Muro.
El hecho de que las puertas del Muro se abrieran
sin disparar ni un solo tiro, ni un cristal roto, ni un empujón, es lo que hace
esta historia tan maravillosa.
Fue el
día en que los alemanes se reconciliaron con su historia.
No nos olvidemos que el 9 de Noviembre, hasta
entonces, era el día del la Christalnacht, la noche de los cristales rotos, el
progrom contra los judíos. Desde ese día los alemanes tienen un día para
sentirse orgullosos como pueblo.
Aquel día lo comprendí. Pero no lograba abarcar las
consecuencias que tendría. Por supuesto, como la mayoría, aquello parecía la
certificación de la derrota de la URSS, como así fue.
La caída del Muro cogió Mihail Gorbachov en la
cama, al canciller Kohl en Varsovia, al presidente francés Mitterrand en
Dinamarca. Margaret Thatcher y George Bush fueron los únicos que lo vieron por
la tele.
Sospecho
que ellos tampoco tenían muy claro qué significaba todo aquello.
Gorbachov había sugerido a Hoenecker que se
enganchara al carro de la historia si no quería ser barrido por ella.
Mitterrand tenía un miedo cerval a una Alemania unida y más potente que
Francia. Thatcher tampoco las tenía todas consigo, para ella una Alemania unida
podía convertirse otra vez en una pesadilla, algo indomable. Sólo Bush tenía una
posición bastante más confiada: la única condición que puso es que la Alemania
del Oeste se integrara también en la OTAN. No es de extrañar que Kohl se
mostrara tan agradecido a Felipe González, el primer líder europeo que lo
felicitó tras la caída del Muro, su influencia pudo hacer que Mitterrand
perdiera parte de sus reticencias.
El resto,
la reunificación de Alemania, ya lo conocemos, es una historia de éxito, por
más que aún quedan un 15% de alemanes a los que les gustaría que todavía
hubiera un Muro. La
grandeza de la democracia es precisamente que haya gente tan rara. Porque
sencillamente, hay que tener la mente retorcida.
Lo que yo aquel día hace 25 años no podía imaginar
son las consecuencias que tendría para todos y cada uno de nosotros. Porque aquel
día no sólo se certificó la derrota del comunismo, si no también (y de eso no
se era totalmente consciente) la victoria del capitalismo, con todo lo que eso
significaba.
Durante los años de la guerra fría, occidente había
dado cuerpo al estado del bienestar. Tenía que ofrecer a sus ciudadanos algo
para que no cayeran seducidos por las promesas igualitarias del comunismo. En
palabras económicas, la competitividad entre Occidente y la URSS creó el estado
del bienestar.
Y aquel
día en que ganó Occidente, el capitalismo se quedó sin parte de su esencia: la
competencia del comunismo.
Las huestes de Reagan ya había fraguado el término
neoliberalismo un eufemismo que todos sabemos lo que significa: la vuelta al
capitalismo más descarnado. Ahora ya no había alternativa: el comunismo había
muerto, el comunismo era una dictadura y además era inviable, así que vía libre
al capitalismo.
Las
consecuencias de aquella victoria las vivimos hoy. El capitalismo, sin
competencia, ha retrocedido varias décadas hasta poner en cuestión el estado
del bienestar. En cierto modo, el capitalismo se ha convertido en una
dictadura, la dictadura de la avaricia.
Y una vez más, soy incapaz de imaginar qué
significa todo esto. Qué viene después.
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