lunes, 10 de noviembre de 2014

Reformas revolucionarias

Simón Pachano
Lunes, 10 de noviembre, 2014
La Corte Constitucional demostró que aprendió la lección que enseña que los caudillismos no duran sin la presencia del personaje que los creó. Aferrándose a su deseo de mantener el cargo o de conseguir otro más cercano al líder protector, como ha ocurrido con otros funcionarios, dieron el visto bueno para que la reelección pase automáticamente por la Asamblea de las manos alzadas y las cabezas vacías. Gracias a esa decisión tendrán asegurado su futuro, si es que por seguridad se entiende el goce de los privilegios del poder y la disponibilidad de unos cuantos centavos adicionales cuando llegue la hora de su retiro. Pero es imposible que no sepan que han hipotecado la posibilidad de recibir un saludo respetuoso al ir por la calle, especialmente cuando baje la marea que ahora mantiene a flote a tecnócratas y a esa rara especie que es la de los revolucionarios conservadores.
Parecía que se había tocado fondo en este tipo de maniobras cuando, por obra y gracia de su propia voluntad, en el año 2008 se erigieron en Corte Constitucional. En esa ocasión aprovecharon un vacío de los muchos que dejaron los asambleístas de Montecristi. Era un vacío que ellos mismos, como integrantes del Tribunal Constitucional, pudieron hacerle notar a la Asamblea antes de que fuera promulgada la Constitución. Para ello hubo tiempo entre la difusión de su contenido y la puesta en vigencia. No lo hicieron y de esa manera tuvieron su oportunidad para demostrar que sabían hacer buena letra. Con lo de ahora simplemente han corroborado que la siguen haciendo.

Pero, al fin y al cabo, ese es un problema que esos personajes deberán afrontar en términos personales. Lo de fondo y lo que nos afecta a todos es el precedente que dejaron establecido y los efectos de los cambios que se vienen. Por dejar expedita la reelección indefinida del caudillo, dejaron pasar también temas que son de fondo y que tendrán graves consecuencias en la vida nacional. La limitación a la iniciativa ciudadana para la consulta popular anula toda la verborrea de la democracia directa y participativa que alimentó a la revolución ciudadana y es un retroceso enorme en materia de derechos. Los recortes que se harán al amparo constitucional (artículo 88 de la Constitución) es parte del desmontaje del garantismo que ha sido anunciado en varias sabatinas y que será seguido por las nuevas “enmiendas” notificadas por el revolucionario asesor jurídico. Las tres propuestas que reducen los derechos de los trabajadores del sector público constituyen un retroceso de más de medio siglo. La definición de la comunicación como un servicio público será la puerta por la que puedan ingresar los gobiernos autoritarios al control de la opinión y de la información. Finalmente, al dejar sin efecto la conformación de regiones (prevista en la primera transitoria de la Constitución) se altera la estructura del Estado. Todo eso se lo debemos a unos señores y señoras que quisieron –y lograron– ganarse un puesto en el Gobierno. Perdón, en la historia.

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