A la baja
Escrito por Francisco Febres Cordero
Domingo, 2 de Noviembre 2014
¡Ya nos fregamos! Según dicen los entendidos, el precio del
petróleo está cayendo en picada. Claro que ellos no dicen así, porque por algo
son entendidos. Ellos dicen que está con tendencia a la baja. Esto significa
que, ¡chuta!, ahora sí vamos a tener que cambiar de matriz productiva para ver
cómo diablos subsistimos.
Los analistas creemos que, como vamos
a contar con menos ingresos, es necesario que nos moderemos en el gasto. O sea
que ahora todos tenemos que colaborar para solucionar la crisis que se avecina
y, como decimos en términos aeronáuticos, ajustarnos los cinturones para
aterrizar de emergencia en la yerma pista de la desbonanza.
En esta dura travesía, el primero que
debe moderarse, obviamente, es el excelentísimo señor presidente de la
República, que nos resultó un tigre para el derroche. Más manisuelto que es. Si
ve que por ahí se necesita un puente, enseguida ordena que se lo construya. Y
cuando se da cuenta de que además de un puente también se necesita un río,
manda que le pongan nomás uno ahí endebajo, y ya: otra obra de la revolución
ciudadana.
Porque ¡qué constructor que nos
resultó el excelentísimo señor presidente de la República! En sus recorridos
por aire, mar y tierra se pasa ordenando: aquí construyan enseguida una escuela
del milenio; allá, un hospital del centenio; acullá, una universidad para los
genios; más acullá, donde está la cascada, un nuevo ministerio para demostrar
que la revolución ciudadana construye ministerios en cascada. Feliz pasa
esparciendo las obras y pavimentando las carreteras por doquier. Es tan hábil
que de una simple asonada construyó un golpe de Estado y después construyó un
magnicidio enterito. Después, con sus propias manos construyó una nueva
justicia, que lleva su firma. Y así.
Qué angustia: ¿ahora, si por falta de
plata tiene que limitar las obras, qué va a decir en las sabatinas? ¡Se fregó
el excelentísimo! O más bien nos fregamos nosotros, porque lo único que va a
querer demostrar es que si cuando estaba rico insultaba, de pobre ha de
insultar más todavía, con el argumento de que nos pueden quitar todo, menos el
insulto. Pero como ya no ha de tener plata para insultar desde la tarima, ha de
insultar a ras del suelo, lo que ha de resultar mucho más grave.
¡Qué pena que me da! ¿Cómo será el
excelentísimo señor presidente de pobre? ¿Tendrá que vender sus aviones y sus
helicópteros? ¿Tendrá que hipotecar sus guardaespaldas, sus canales de
televisión, sus radios, sus periódicos? ¿Cuando cante, vendrán sus acreedores a
embargarle la voz? ¿En lugar de hacer ejercicio en bicicleta usará patineta? ¿O
triciclo? ¿Y las cocinas de inducción que nos ofreció se transformarán en unos
reverberos de pilas chiquiticos?
¡Ay!, mejor ni pensar en eso. Lo
bueno es que con las ventas anticipadas de petróleo, la explotación del Yasuní,
los nuevos impuestos, la ausencia total de ahorro, los cientos de miles de
burócratas, los contratos a dedo, la falta de inversión privada, los créditos
chinos, los nuevos préstamos al FMI y al Goldman Sachs, más todo lo que vino
trayendo de Catar, nos hemos de salvar y así hemos de seguir siendo el milagro
ecuatoriano, un ejemplo económico para el mundo. ¡Qué alivio!
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