El Complejo Legislativo: ¿otro elefante blanco?
Seis años después de presentada la propuesta, el Complejo Legislativo está inconcluso. Mientras la llamada "plaza Luz de América" es un parqueadero, el Palacio de Justicia fue demolido y la Casa Protocolar sirve para oficinas, la actual administración ha anunciado que va a reconstruir el cerramiento del Palacio Legislativo para para poder abrir las calles aledañas. Las oficinas de los legisladores siguen en edificios prestados.
08 de octubre del 2018
FERMÍN VACA
Elevada como un castillo en una colina, la Villa Lasso, una casa de esbelta figura rematada con un cúpula, es la muestra más evidente de uno más de los elefantes blancos del correísmo: el Complejo Legislativo.
Enclavada en los predios de la Asamblea Nacional, la Villa Lasso, residencia de Rafael Lasso Meneses, un aristócrata y diplomático quiteño, fue construida en los años 20 del siglo XX. La casona, que fue sede del Consulado honorario de Finlandia, se salvó de la demolición que afectó a toda la manzana en la que se encuentra, sobre la avenida Seis de Diciembre.

Una estructura de vidrio permite el acceso hacia la Casa Lasso.

Este parqueadero es lo que existe actualmente en lugar de la Plaza de la Luz y el Eje del Fuego.
Corrían los tiempos del apogeo del correato y presidía la Asamblea Fernando Cordero, ex alcalde de Cuenca y hombre fuerte de Rafael Correa. Arquitecto de profesión, Cordero empujó una reforma urbana que habría de alterar la imagen del barrio cercano al Palacio Legislativo y cuyas huellas se pueden ver hasta hoy. Se trataba del Complejo Legislativo, cuyo propósito era combatir uno de los principales problemas de los legisladores: la falta de espacio en el Palacio Legislativo para las oficinas de los 137 diputados, que ha obligado a ocupar dos antiguos edificios cercanos con los despachos. Solo 34 de los legisladores despachan en el Palacio Legislativo, además de las autoridades de la Asamblea.
Arquitecto de profesión, Fernando Cordero empujó una reforma urbana que habría de alterar la imagen del barrio cercano al Palacio Legislativo. Se trataba del Complejo Legislativo, cuyo propósito era combatir uno de los principales problemas de los legisladores: la falta de espacio en el Palacio Legislativo para las oficinas de los 137 diputados.
Un folleto de 27 páginas, publicado en septiembre de 2012, evidenciaba cuál era el plan del Complejo Legislativo: en un área de 90.987 metros cuadrados, es decir, de casi diez hectáreas, se iban a realizar modificaciones, pero sumando todos los terrenos intervenidos entre calles y edificios, esto alcanzaba las 16,45 hectáreas. Por lo menos 27.660 metros cuadrados miden los tres lotes del Palacio Legislativo, el Palacio de Justicia y la Villa Lasso.
Un gran parque lineal iba a conectar la Alameda con El Ejido, mientras que dos grandes plazas, al sur y al norte, llamada Piedrahita y Montalvo, respectivamente, se construirían rodeando el Palacio Legislativo. Se estimaba entonces que el 33% del espacio sería para uso oficial y el 67% sería de uso público.
El plan, como todo en la retórica correísta, era de ambiciones desmedidas: el Legislativo se extendería hacia el vecino predio del antiguo Palacio de Justicia, que sería reconstruido para albergar oficinas de 50 metros cuadrados para los legisladores y sus asesores. La calle que separaba ambos edificios desaparecería para ser reemplazada por una amplia plaza, llamada “Plaza de la Luz” en cuyo subsuelo -la plaza está justo en el declive del terreno entre la Alameda y El Ejido- se instalarían parqueaderos y los locales de la Biblioteca de la Asamblea.
La calle Seis de Diciembre, de sur a norte, se convertíría en un amplio bulevar “el eje del fuego” que conectaría los parques de La Alameda con El Ejido. Sobre la calle Piedrahita, otro bulevar serviría de paseo para los quiteños, mientras que en el costado oriental, en los subsuelos, se construiría un edificio subterráneo para uso de la Escolta Legislativa. Todo el imponente complejo debía estar listo en corto tiempo, año y medio según dijo Cordero, y con un costo de USD 11 millones. Finalmente, el presupuesto fue de casi 41 millones.

La Casa Lasso estaba en estado ruinoso en 2012. Fotos tomadas del Blog Los Ladrillos de Quito de Héctor López Molina

Este era el aspecto original de la Casa Lasso antes de su restauración. Fotos: Archivo Diario La Hora
Desde su atalaya, la Villa Lasso, pintada de blanco, con su muro como de proa de un barco, serviría de Casa Protocolar de la Asamblea Nacional, con amplios salones para recepciones y, en lo alto de la torre, una suite para visitantes ilustres. La autoproclamada “revolución ciudadana” cambiaría para siempre el panorama del centro de Quito, destacando el Palacio Legislativo y solucionando para siempre los problemas de espacio de los padres y madres de la Patria.
Una entusiasta nota del diario oficial El Telégrafo, de la época, destacaba que también se pensaba reconstruir el Palacio de Gobierno en el Centro Histórico.
El Municipio, dirigido en ese entonces por Augusto Barrera, emitió una ordenanzaque describe los principales aspectos del proyecto. La entonces concejala Elizabeth Cabezas, hoy presidenta de la Asamblea Nacional, en su calidad de “presidenta de la Comisión de Suelo y Ordenamiento Territorial, indicó que se recogieron varias observaciones presentadas por otros concejales en torno a la accesibilidad a personas con discapacidades, así como el apoyo a las actividades económicas que se desarrollan en el lugar”, reseñó El Telégrafo, medio que también destacó la aprobación de la ordenanza con diez votos en el Municipio, controlado entonces por el correísmo.
¿Hubo un bombardeo?
El mismo lugar, seis años después. La “revolución” que iba a durar 300 años y a la que no paraba “nada ni nadie” se empieza a convertir, en el país de la desmemoria, en un mal recuerdo, y su leyenda es apenas distinguible de la anécdota. Todo lo que está actualmente construido fue edificado por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército entre 2012 y 2014. Desde entonces no ha habido avances sustanciales. Lo que se ve construido es lo que se edificó durante las presidencias de la Asamblea a cargo de militantes de Alianza PAÍS, como Fernando Cordero, Gabriela Rivadeneira y José Serrano. La actual titular de la Legislatura, Elizabeth Cabezas, también proviene de esa tienda política.
En el barrio en donde se iba a levantar el Complejo Legislativo hay la sensación de que hubiera habido un bombardeo. La zona recuerda las calles de la ciudades destruidas en las guerras, totalmente vacías e irreconocibles.

Este improvisado punto de control está en la Plaza Juan Montalvo, acceso a la Asamblea Nacional.
En donde se levantaba el Palacio de Justicia, hervidero de abogados y litigantes, sede en otros tiempos de la Corte Suprema de Justicia, hay un gran parqueadero. Es un parqueadero común y corriente, como de centro comercial, con líneas amarillas delimitando los espacios para los autos.
En donde se levantaba el Palacio de Justicia, hervidero de abogados y litigantes, sede en otros tiempos de la Corte Suprema de Justicia, hay un gran parqueadero. Es un parqueadero común y corriente, como de centro comercial, con líneas amarillas delimitando los espacios para los autos. De la estructura del Palacio de Justicia solo es distinguible una pared de piedra de lo que fue el auditorio de la Corte Suprema. La estructura se levanta en medio de la playa de estacionamientos. Por dentro no se parece en nada a como era antes: es una especie de sala de conferencias con puertas por los ambos lados. Es el único vestigio que queda del Palacio de Justicia.
Aunque en un principio se pensó en usar la estructura del Palacio de Justicia para el edificio de oficinas, luego se cambió de opinión, y se lo demolió casi completamente, dejando el auditorio como una suerte de lunar en medio del descampado.
Aunque en un principio se pensó en usar la estructura del Palacio de Justicia para el edificio de oficinas, luego se cambió de opinión, y se lo demolió casi completamente, dejando el auditorio como una suerte de lunar en medio del descampado.
La Escolta Legislativa tomó el control de la zona debido a las obras del Complejo. Grandes vallados cierran el parqueadero por los cuatro costados. En la calle Piedrahita, una especie de vereda especial permite el ingreso al Colegio de Abogados, que ocupa una mansión patrimonial frente al sitio de la intervención. El resto de casas parecen abandonadas. Lo que eran restaurantes, cafeterías, una parqueadero de autos, locales comerciales de distinto tipo están simplemente cerrados. También luce abandonado el edificio que en otros tiempos ocupaba el Registro de la Propiedad.
Los moradores del barrio han colocado un gran cartel: El Barrio de El Belén pide que le devuelvan las calles cerradas, dice, palabras más o menos. Solitaria, también, está la estatua del diputado de izquierda Jaime Hurtado, asesinado a balazos a media cuadra de ahí, junto con sus acompañantes, en un crimen que aún no tiene solución.

La calle Piedrahita luce desierta, con todos sus locales y casas cerrados como consecuencia de las obras.
En la calle Piedrahita, se ha construido un bulevar. Amplias terrazas de madera reemplazan las aceras y uno de los carriles de la calle. Hay bancas y mobiliario urbano también de madera. Aunque no se ha abierto al público todavía, la madera de las terrazas luce descuidada y no es difícil dar con alguna zona levantada.

El bulevar de la calle Piedrahita sería abierto al público, pero luego de volver a poner un muro en torno al Palacio Legislativo.
Una pronunciada rampa sortea el declive de la avenida Seis de Diciembre en ese punto. El “eje del fuego” cruza, imaginario, por en medio del parqueadero y la estructura solitaria del auditorio. La rampa no tendrá ni cinco años, pero a simple vista se ve que está cuarteada.
Por debajo del Palacio Legislativo se han excavado varios parqueaderos, cuyas tres entradas son visibles en los costados del edificio, recubierto de mármol rosado y con columnas de mármol negro. El friso de Luis Mideros, que recuerda la historia de la patria hasta 1960, sigue en el lugar de siempre.
El cerramiento que rodeaba el Palacio Legislativo y lo protegía de disturbios y protestas ha sido demolido en su mayor parte. Debajo del Palacio están los bloques de parqueos F y E, que según la Contraloría, presentan filtraciones de agua y no han sido habilitados para su uso. En la plaza Juan Montalvo hay unas fuentes ornamentales que nadie ha visto funcionar, pues la Contraloría ya advirtió en 2016 que no están conectadas.

La rampa se encuentra con fisuras en el sector del parqueadero subterráneo.
Parte de las demoras en la entrega, según consta en el informe de la Contraloría DAPyA-0050-2016 se deben a que hubo discrepancias entre el constructor de todos esos espacios, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, y la Asamblea, en lo referente a la recepción de los espacios de parqueaderos subterráneos y de las áreas del bulevar Piedrahita.
El Cuerpo de Ingenieros del Ejército fue encargado el 28 de diciembre de 2012 de construir el edificio de las oficinas para los asambleístas, pero 623 días después, el 12 de septiembre de 2014, el contrato se declaró terminado por mutuo consentimiento, sin que se avanzara nada en la obra. La causa fue que la Asamblea no contaba con el proyecto definitivo. El Cuerpo de Ingenieros tampoco recibió el anticipo, precisa la Contraloría en un informe.

Solo el auditorio se conservó del Palacio de Justicia, mientras se aprecian los accesos a los subsuelos.
La Casa Protocolar, sin protocolo
Más estacionamientos conectan el solitario auditorio con la Villa Lasso. La mansión aristocrática, podría decirse, es la única etapa del ambicioso complejo que se logró terminar, a un costo de más de un millón de dólares.
La segunda etapa fue la construcción de los bloques de parqueaderos en la avenida Juan Montalvo y la calle Piedrahíta. En la tercera fase constan las oficinas para los legisladores.
Según el examen de la Contraloría DAPyA-0050-2016, que analizó la obra hasta mayo de 2016, hubo algunas irregularidades. En diciembre de 2012 la Asamblea suscribió un contrato con el Cuerpo de Ingenieros del Ejército por USD 26,5 millones, con un plazo de entrega de siete meses y un anticipo del 50%. Hubo retrasos en 2014, la Legislatura dio por terminado el contrato. Desde entonces no se han realizado más adjudicaciones.
Pero la Casa de “protocolar” no tiene nada. Dentro, en todos y cada uno de los espacios, con esa singular habilidad que tiene la burocracia para colonizar lugares, se ha convertido en oficinas. La entrada solemne con una escalinata, que debía conducir al vestíbulo principal, ha sido cerrada para convertirla en un despacho. Se ingresa por una puerta lateral al vestíbulo, en donde hay más escritorios, más archivadores, más mesas y sillas.

En todos los cuartos se han instalado funcionarios con sus escritorios, la humedad en las paredes fue advertida por la Contraloría.
De todos los espacios de la Villa Lasso, solo uno se usa como una sala de reuniones. El resto de los cuartos sirven de oficinas, en donde los funcionarios se han ingeniado para colocar su mobiliario, sus computadoras y sus teléfonos. Una empinada escalera conduce a la torre, y a la suite en donde se iba a alojar a “visitantes ilustres”. Bajo la cúpula de la Villa, el último piso es una especie de bodega donde hay cajas, papeles, archivadores y más cachivaches que nadie quiere en su oficina. La suite de huéspedes ilustres, que tiene un baño y un clóset, está sepultada entre los cachivaches.
Con el estado en el que está, no sorprende que nadie sepa en la Asamblea cuál es la “Casa Protocolar”. Aunque acaba de ser restaurada, la Villa Lasso muestra humedad en sus paredes y, por dentro de la cúpula, amplias grietas y un pedazo de mampostería se han desprendido, según relata un funcionario, en los recientes temblores que afectaron al país.
Desde los amplios balcones de la Villa, los 30 funcionarios que ahí trabajan pueden ver el descampado enorme junto al Palacio Legislativo, y el muro de contención pintado de gris que sostiene al edificio de los años 60.
Con el estado en el que está, no sorprende que nadie sepa en la Asamblea cuál es la “Casa Protocolar”. Aunque acaba de ser restaurada, la Villa Lasso muestra humedad en sus paredes y, por dentro de la cúpula, amplias grietas y un pedazo de mampostería se han desprendido, según relata un funcionario, en los recientes temblores que afectaron al país.
En un informe de la Contraloría de 2016 ya constan algunas de estas falencias, como pintura reventada en varios muros y en la base de la cúpula. Este portal constató que siguen sin ser reparadas.
La Villa Lasso no es, entonces, nada protocolar. Es solo un bloque de oficinas amoblado con modulares cualquiera, mientras sus techos con decorados de yeso y sus lámparas iluminan a unos pocos funcionarios que, sin saberlo, trabajan en uno de los locales más costosos de la Función Legislativa.
El investigador arquitectónico Héctor López, en su blog “Los Ladrillos de Quito”, precisa que en 2013, “el encargado del complejo, Carlos Lozada, habló sobre la distribución:
Primer piso: una pequeña cafetería y un museo con reliquias, como la primera Constitución del país. Sólo este nivel estará abierto al público.
Segunda planta: oficinas, como la del presidente de la Asamblea y los funcionarios de protocolo. Salas de reuniones que podrían albergar a 80 personas.
Tercer nivel: el área de descanso para diplomáticos extranjeros invitados, con una vista privilegiada de la capital.

La cúpula de la mansión presenta fisuras desde 2016, según advirtió la Contraloría.

La "suite de visitantes ilustres" es una especie de desván donde se acumulan muebles y papeles.
Los áticos y cielos rasos se restauraron como en la época, la palmera que está en el jardín se conservó y fue declarada patrimonial, se mantuvo la mayor parte de la distribución interna excepto para los dormitorios del tercer piso. Hay una sala de prensa, cafetería, cochera, biblioteca, guardianía, y un espacio para el área de sistemas. La mansión se restauró con un presupuesto oficial de 1’152.692 dólares”.
Sobra decir que ninguna de éstas áreas se usa, en la actualidad, para lo que se pensó apenas hace cinco años.
¿Qué hacer con el complejo?
Elizabeth Cabezas, ex concejala de Quito, es actualmente presidenta de la Asamblea Nacional. La legisladora destaca que, a pesar de que en el presupuesto de 2018 se incluyó dinero para terminar el Complejo, el Ministerio de Finanzas no lo entregó, por la crisis económica que vive el país.
Cabezas admite que el malestar de los vecinos -la zona lleva cerrada ya casi seis años- es legítimo y ha pensado en una solución: se volvió a presentar, en agosto de este año, el proyecto “complejo legislativo en siete componentes restantes”, en el portal de la Senplades, para que la Secretaría de Planificación emita un dictamen de prioridad.
Hasta tanto, destaca Cabezas, se ha pensado en abrir el espacio al público. Pero hubo reparos de la Escolta Legislativa, pues resulta que, en la práctica, las entradas al Salón del Pleno están prácticamente sobre la calle Piedrahita. Así que, para asegurar el Palacio Legislativo y su defensa en caso de alguna protesta, se va a volver a reconstruir el cerramiento que cercaba originalmente el Palacio.

Hubo reparos de la Escolta Legislativa, pues las entradas al Salón del Pleno están prácticamente sobre la calle Piedrahita. Así que, para asegurar el Palacio Legislativo y su defensa en caso de alguna protesta, se va a volver a reconstruir el cerramiento que cercaba originalmente el Palacio.
El 25 de septiembre de este año, se adjudicó a la empresa Tertecom compañía limitada reconstruir el cerramiento del Palacio Legislativo, por un valor de USD 69.507, 32. Según estiman la presidenta y sus asesoras, hasta principios de noviembre o diciembre se terminaría el cerramiento y se podría abrir el paso por la calle Piedrahita y también un paso peatonal por la avenida Seis de Diciembre, con lo que el público podría volver a transitar por las calles cerradas. La presidenta estima también que terminar el Complejo costará por lo menos 30 millones de dólares y que, de momento, no hay recursos para ello. Sin embargo, ha dispuesto que en el bulevar de la calle Pïedrahita y en la plaza que reemplazará a los parqueaderos se realicen actos culturales como exposiciones fotográficas, de escultura y música.
Los asambleístas, entre tanto, seguirán despachando en dos cercanos edificios: el Alameda II, antigua sede de la Superintendencia de Bancos, y el Dinasep, en la calle Juan Murillo. Según la presidenta de la Asamblea, el Legislativo no arrienda esos edificios, sino que se han entregado de forma gratuita por ser de instituciones del Estado. Solo pagan USD 1200 mensuales de servicios.
¿Se pensó en un proyecto más allá de las posibilidades del Estado? "fue ambicioso en la medida en que en esa época había recursos para soñar y financiar cosas grandes e importantes", admite Cabezas, quien cree que es mejor "concluir que dejar a medias" el proyecto del Complejo Legislativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario