jueves, 18 de octubre de 2018

Desclasificado: el descaro de Espinosa no tiene parangón

   en Conexiones4P/Elenfoque  por 
De los 28  documentos que fueron desclasificados por la Cancillería, sobre la naturalización de Julian Assange, cuatro (del 18 al 21) sirven para probar la osadía de María Fernanda Espinosa y sus funcionarios. Osadía que termina envenenando las relaciones con Gran Bretaña. Este capítulo empezó el 20 de diciembre de 2017, cuando la embajada de Ecuador en Londres presenta al director de protocolo del Foreign Office, mediante una simple nota, a Julian Assange como el nuevo consejero político de la misión diplomática de Ecuador en Londres. Cualquiera imagina la sorpresa que se debieron llevar esos duchos diplomáticos: el hacker, que había sido requerido por la justicia sueca por violación y por la policía británica, por violar disposiciones de un juez sobre prisión domiciliaria, Ecuador lo convierte en diplomático. En su propia capital.
La respuesta llega al día siguiente: el Foreign office en tres párrafos informa a la embajada que a la luz de las circunstancias (Assange asilado en la embajada), no puede considerar a Assange como miembro de la misión ecuatoriana. Su nombre es rechazado. Así dura horas el sueño de María Fernanda Espinosa de engañar como niños de pecho a los diplomáticos ingleses. Hasta aquí esta historia era conocida y 4Pelagatos la contó, en forma exclusiva, en su momento.
Lo que no se conocía es la respuesta que dio la Cancillería, manejada por Espinosa, a la negativa inglesa de reconocer a Assange como diplomático ecuatoriano. Su nota, enviada el 22 de diciembre, está completa: es el anexo 20. Lejos de acusar el golpe con discreción diplomática y hacer un retiro honroso, Espinosa y sus asesores persisten y, haciendo alarde de una falsa soberanía, tratan de acomodar la realidad a sus deseos. Por supuesto deploran que la acreditación de Assange haya sido negada. Y, como si estuvieran en una sabatina, se atreven a afirmar que la Cancillería inglesa lo ha hecho “sin aportar elementos y o fundamentos que justifiquen dicha decisión”. Como si no hubieran leído en la nota inglesa que Assange “no goza de ninguno de los privilegios e inmunidades bajo la Convención de Viena sobre las Relaciones Diplomáticas”. Como si Assange no llevara (en ese momento) cinco años y medio encerrado en las oficinas de la embajada ecuatoriana en Londres. Como si él no fuera considerado como un delincuente por la institucionalidad estadounidense. Como si, en fin, los diplomáticos ingleses pudieran prescindir de las decisiones de la justicia de su país. Pues al margen de todo esto, Espinosa sostiene en su nota que Assange “reúne las condiciones necesarias según la legislación del Ecuador” y que sobre él “no pesa impedimento alguno que lo inhabilite para desempeñar el cargo encomendado.” Y que, por lo tanto, “no existe justificación que impida su acreditación como tal en Gran Bretaña”.
Espinosa en su atrevimiento (vergonzoso para el país a la luz de las circunstancias), no solo da lecciones de soberanía a Inglaterra: le informa que el nombramiento de Assange, como diplomático, le otorga un nuevo estatus. Ya no es asilado: ahora es una “persona internacionalmente protegida”. Como si aquello pudiera cambiar alguna cosa para Assange y la Justicia inglesa. Así, lejos de atenuar la afrenta que a nombre de Ecuador pretendió hacer a Inglaterra, profundiza el diferendo diplomático con Londres. Ella, que quiso engañar a sus pares del Foreign Office, interpreta su negativa como “un acto contrario al principio de buena fe que debe regir las relaciones según la Convención de Viena sobre las Relaciones Diplomáticas de 1961” y la  “Convención sobre la prevención y Castigo de delitos contra Personas internacionalmente protegidas”. Además les previene que, de no acreditar a Assange, “se trataría de una vulneración a una decisión soberana del Estado Ecuatoriano”. Tal cual.
La osadía de María Fernanda Espinosa no puede haber sido mejor plasmada. Su nota, de siete puntos, fue enviada a la embajada de Londres en Quito con el pedido expreso de que fuera dirigida al Foreign Office. La embajada británica le respondió el 28 de diciembre y ni siquiera se dio la pena de tomar en cuenta el alegato de la Cancillería. En tres líneas, le recordó que la posición de Gran Bretaña fue expresada en la nota del 21 de diciembre en la que negó la designación de Assange como diplomático en Londres.
Una verdadera cachetada para la Cancillería que montó esta tramoya para sacar a Assange (que pensaba refugiarse en Rusia) y tuvo que desmontarla (como si se tratara de borrón y cuenta nueva) apenas comprobó su total fracaso.

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