Solo faltaron los mariachis: Fernando Alvarado se fue en una barca de oro, como cantaba Pedro Infante, con todas las de ley: preparó la ruta, dejó una emotiva carta de despedida y se despojó de su grillete, símbolo de la unión eterna con la patria que lo tenía cautivo. Así, entre las sombras, uno de los más grandes íconos del correísmo -ícono por su servilismo con el tirano y su actitud atrabiliaria y totalitaria- deja el Ecuador. Y el país, sumido en el desencanto, la perplejidad y la rabia, asume con asombro los detalles del insólito pero previsto abandono de su nuevo fugitivo.
Las redes sociales registran esa conmoción. Con rabia. Pero también con humor, sarcasmos, burlas, ironías… Como una catarsis imprescindible, como una sanación impostergable. Es la forma como muchos usuarios de redes sociales reaccionan ante este evento que remite al teatro del absurdo. La decepción nutre la irreverencia: eso se sabe. El poder queda desnudo, como se observa en este brevísimo recorrido por las redes.
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