Xavier,
El 21 de octubre de 2014 apareciste en una foto, en la ONU, junto a María Gabriela Chávez. Desde mediados de este año, esa hija de Chávez –su heroína, decía él– es considerada la mujer más rica de Venezuela: cuatro mil millones de dólares. ¿Te preguntaste, Xavier, cómo un coronel, que estuvo en la Presidencia durante 14 años, pudo dejar solo a una de sus hijas (de los seis hijos que tuvo) esa fortuna?
Hay una explicación: robando. Eso es el chavismo. Una empresa para asaltar las finanzas públicas. Un gobierno capaz de arruinar un país que antes fue inequitativo –es cierto– pero muy rico. El chavismo es el cinismo de Diosdado Cabello acusado de narcotráfico. Es la locura de Nicolás Maduro, hablando con pajaritos mientras no duda en inventarse casi una guerra con Colombia, para ocultar (una treta más) su patético fracaso.
Algún día te preguntarás cómo llegaste a defender un régimen que encarcela a los líderes de la oposición, acaba con la industria, provoca la mayor salida de capitales de Venezuela y tiene a la población haciendo colas para comer. Un régimen que viola derechos humanos y encubre bandas criminales que arrasan Venezuela hasta convertirla en el segundo país con el mayor número de homicidios en el mundo.
¿Ese era tu sueño de hombre progresista, Xavier? ¿Es posible que el culto a una ideología trasnochada pueda convencerte de que la culpa de la tragedia venezolana no sea de Chávez y Maduro (que ahora visitas como Canciller) sino del “imperialismo yanqui”? ¿Te tragas, también tú, esa rueda de molino que pretende convertir familias colombianas en paramilitares (entre otras acusaciones de Maduro), cuando todo el mundo sabe que esa es otra cortina de humo tan condenable como repugnante?
Tras años de conocerte resulta imposible imaginar que ese era tu ideal político: defender un régimen cuyos jerarcas roban para volver multimillonarios a sus hijos y arruinan un país para endosar la culpa a un tercero. Imposible imaginar que tu ideal político era defender un gobierno de ladrones dispuestos a matar a los ciudadanos que creen que Venezuela no merece lo que está viviendo. ¿Defiendes tú a Oscar López Rivera por estar preso en Estados Unidos, pero no a Leopoldo López, preso en Venezuela? ¿Y los presos y perseguidos en Ecuador, Xavier?
El gobierno al cual sirves ha sostenido con vehemencia al chavismo. No se sabe, en su dimensión real, el tipo de favores que debe la cúpula correísta al chavismo. Pero tú te compraste esa deuda y ahora defiendes, en nombre del país, un gobierno impresentable, incluso para sus antiguos aliados. Basta revisar el distanciamiento que ha ido tomando el gobierno de Brasil.
¿Justificas a Maduro porque socapas todo lo que ocurre en el país? ¿Por mero prurito ideológico? Se entiende mal que aquello que condenábamos en otros gobiernos o que criticábamos con fuerza, hoy lo toleres. Lo apoyes. ¿Cómo concilias las valores que defendías entonces con esta suerte de tiranía ilustrada? ¿Recitas también tú, en la intimidad, la coartada –erigida en tesis– de que indígenas y movimientos sociales son manipulados por la extrema derecha y el imperialismo? ¿Te lo crees? ¿Te basta eso para que te sigas considerando un espíritu libre y respetuoso, como eras antes? ¿El maniqueísmo correísta puso coto a tu avidez por asumir la complejidad que siempre te sedujo? ¿Es eso lo que te ha llevado a decir que la clase media de Quito es “peligrosamente violenta”? ¿Y qué era esa clase media cuando salió a la calle contra Bucaram, Mahuad y Gutiérrez? ¿Te parecía apacible y patriótica?
Entenderás que esa clase media, como los indígenas y los movimientos sociales, no han cambiado. Revisa las razones por las cuales salieron a las calles entonces y compáralas con las de ahora. En esencia, no han cambiado. Has cambiado tú, Xavier. No es un juicio: es una comprobación. Hoy tú eres Ministro de un gobierno que defiende a Maduro como el líder de una experiencia exitosa, cuando lo que ha producido es miseria y represión. Maduro no es víctima de nadie. No pretendas devolver la historia a los años aciagos de la guerra fría. Maduro y su banda han sido incompetentes, ladrones y ahora van camino de ser criminales contumaces. No son defendibles. No justifiques su política miserable contra familias colombianas que recuerdan las imágenes (que entonces condenamos) de la política de Ariel Sharon contra familias palestinas.
Tu perfil de persona tolerante y respetuosa de las diferencias de opinión, calza mal con las prácticas cínicas, autoritarias y policiales del correísmo decidido a imitar a Maduro para quedarse en el poder. Tu desfase no tiene nada que ver con tu estancia, durante tres años, en el exterior. Si hay un desfase, está en ese prurito de creerse de izquierda (y moralmente superior al resto) pero desentenderse de los efectos reales que producen gobiernos como el de Maduro. O Correa. Quizá por eso no te has condolido, hasta ahora, del drama de los colombianos expulsados de Venezuela. Los expulsa Maduro y también tú de tu sensibilidad. Ahora exculpas a un gobierno que está lejos de los valores que esgrimías y que ha perdido toda vergüenza.
Se entiende que en tu entorno no parezca raro que la hija de Chávez, aquella que tú te topaste en Nueva York, pueda decirse revolucionaria y tener cuentas que superan las de uno de los grandes millonarios (y gran coleccionista de arte) que tuvo Venezuela: Gustavo Cisneros. Tú cambiaste, Xavier. No la gente que te conoció como una persona sensible, respetuosa de los derechos humanos y tolerante.
Con el respeto de siempre.
¡Pásala bien!
(Publicada el 2 de septiembre de 2015 en el blog sentidocomunecuador.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario