martes, 30 de octubre de 2018

POR: Galo Muñoz Arce

 Publicado en la Revista El Observador (Octubre de 2018, edición 107)

Nicaragua, un panorama incierto
El nivel de la rebelión en Nicaragua, sólo se explica por un proceso de acumulación de descontento. La reforma a la seguridad social enardeció a la gente. Pero lo que realmente sublevó al pueblo, que ya lleva más de cuatro meses de resistencia, fue la represión. La matanza inicial con disparos a matar a ciudadanos desarmados, como se ha comprobado, hasta el momento asciende alrededor de 400 muertos. 

La inmensa olla de presión fue acumulando molestias desde hace varios años. Desde que Ortega pactó con el derechista y corrupto Arnoldo Alemán[1] hizo un claro giro hacia posiciones pragmáticas: Neoliberales en la economía, conservadoras en cuanto a derechos de las mujeres, oscurantista en términos de creencias y supresión del principio de Estado Laico, y dictatorial en términos de democracia.

Cuando Daniel Ortega comenzó su primer mandato en 2007, construyó una alianza con el gran capital. Es el modelo de alianza público privado que aplaude la derecha mundial, el FMI, el Banco Mundial y las grandes corporaciones e inversionistas. La derecha económica y política, el capital en una sola palabra, es quien gobernaba junto a Ortega, hasta abril de este año en que se produjo la ruptura. 

Ese modelo permitió que el crecimiento económico favoreciera el enriquecimiento de la oligarquía tradicional de banqueros e industriales, y de una nueva burguesía, la Orteguista. Le niego a llamarle sandinista. Nicaragua, aún con crecimiento económico, sigue siendo el país más pobre de América Latina, después de Haití.

El gobierno ha entregado el país a intereses extranjeros. El caso más brutal es el de la Ley 840 (Ley para la concesión canalera) con la que el orteguismo entregó la soberanía del país a los intereses corporativos extranjeros. Pero también son onerosas otras concesiones, mineras, forestales, pesqueras. Todas las iniciativas para discutir sobre la conveniencia o no de estas concesiones han sido rechazadas. Ellos dirigen el país sin escuchar a nadie. Sólo a sus socios.

Las políticas sociales fueron estrictamente de corte asistencial, y con claro interés clientelar, sostenidas principalmente con la ayuda venezolana, con quien el gobierno firmó un ventajoso acuerdo petrolero. Esos fondos nunca pasaron por el presupuesto, y fueron manejados directamente por la pareja presidencial. Sirvieron también para fortalecer los negocios de la familia y sus allegados, entre ellos compra e instalación de canales de televisión.
Para asegurar su poder Daniel Ortega se ha reelegido de forma continua. En un país donde la memoria sobre la dictadura somocista está viva, eso ha provocado rechazo. Se postuló en 2011, pasando por encima de la Constitución que prohibía la reelección. Luego reformó la Constitución e inició un tercer mandato acompañado ahora de su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta, en el año 2017. Todo intento de construir fuerzas de oposición, en particular de signo sandinista, ha sido aplastado, y solo permiten fuerzas “zancudas” o sea que le hacen el juego para aparentar democracia. Las denuncias del fraude fueron aplastadas dejando varias víctimas mortales.

La corrupción y matanzas 
La corrupción campea a ojos vista. Sólo para dar un ejemplo, el ex Presidente del Consejo Supremo Electoral, Roberto Rivas, se enriqueció ilicitamente, al convertirse en un magnate con mansiones en España y Costa Rica, un jet privado y complejos turísticos en Managua, y puede gastarse cien mil dólares en un solo vuelo con su familia.
La población venía sufriendo distintas formas de represión. No sólo el uso de policía y fuerzas de choque para impedir las movilizaciones sino también los crímenes de sesgo político, claramente repudiables. El caso más próximo fue el cometido en la Comunidad de San Pablo, en La Cruz de Río Grande, donde el ejército ejecutó a 6 personas, entre ellos 2 menores y el caso quedó en total impunidad.
Los jóvenes estudiantes resentían la supresión de facto de la autonomía universitaria. Se cansaron de que no se les dé libertad de organización pues los rectores y muchos profesores actúan como comisarios políticos del gobierno. Amplios sectores del país sentían restringidos sus derechos, un asfixiante control y falta de libertad.

La crisis del sandinismo
Hay que recordar que el sandinismo se dividió en tendencias en 1975, en plena lucha contra la dictadura. La firma de la unidad en 1979 no significó que las diferencias desaparecieran. Siempre existió un sector más pragmático, más centrado en la lucha por el poder. Para la comandante  guerrillera sandinista Mónica Baltodano,  Daniel Ortega nunca tocó este tema, durante la revolución de los 80, porque tenía que enfrentar una guerra de agresión violenta que dejó miles de víctimas. También sufrimos el bloqueo imperialista, el deterioro de las condiciones económico-sociales de todo el pueblo. No había mucho tiempo ni espacio a que se expresaran diferencias ideológicas
Después de la derrota electoral que sufrió el FSLN en 1990 las diferencias afloraron. En 1994 se inició el primer desprendimiento de sandinistas connotados, entre ellos prestigiados intelectuales que formaron luego el Partido Movimiento por la Renovación del Sandinismo MRS. En 1999 Daniel Ortega realizó un pacto de reparto de las instituciones con Arnoldo Alemán, muchos sandinistas nos opusimos y fuimos separados de las estructuras. Ya para entonces Daniel había privatizado al FSLN, afirma la comandante Baltodano.
Desde entonces, dejaron de funcionar los órganos colegiados. La dirección colectiva que había funcionado en los años 80 desapareció dando lugar al caudillismo, a un liderazgo autocrático, típico de los políticos libero conservadores tan nefastos en nuestra historia nacional. Una parte importante de los dirigentes históricos del FSLN fueron separados de las filas, quedando únicamente los más leales al caudillo.
La emergencia de Rosario Murillo en el FSLN, se dio después del respaldo que diera a Daniel Ortega, frente a las acusaciones de abusos sexuales que hiciera Zoila América, hijastra de Daniel. A partir del incremento de su poder, Rosario se empeñó en orillar a los viejos dirigentes sandinistas y construir una fuerza partidaria propia, integrada principalmente por jóvenes sin antecedentes políticos.
Lejos de procesos de formación política, los jóvenes fueron entrenados con la lógica de cumplir las órdenes de la pareja, y en la idea de que el mandato de Ortega y Murillo deviene de la voluntad divina, como se decía de los antiguos césares. Ello explica que de estos jóvenes salga parte de las turbas que sin ningún respeto a la vida y los derechos de los demás, apalean y golpean mujeres, periodistas y gente en general. Ello explica que ahora armados, asesinan a otros jóvenes, tal como se conoció en el fascismo de la Alemania nazi.
Ellos se seguirán llamando sandinistas, así como dicen que su gobierno es cristiano, socialista y solidario. Pero eso no es más que un eslogan mentiroso. Sus prácticas, sus acciones, lo único que hacen es desprestigiar los términos y enterrar bajo la sangre inocente de esos cientos de nicaragüenses, entre ellos varios niños, al FSLN, a la organización que un día dirigió al pueblo hacia la liberación.

La izquierda esta desprestigiada
En Nicaragua la palabra izquierda está desprestigiada desde que Ortega y sus serviles se autocalifican de izquierda, antimperialistas, y revolucionarios. Eso ha dificultado construir organizaciones y alternativas que reivindiquen ese apelativo. Pero no quiere decir que no existan  militantes de la izquierda anticapitalista bregando por rearticularse  como fuerza. Los grupos que se integran para la  acción y reflexión que promueven el debate de ideas y de propuestas, han tomado  posiciones públicas a través de distintos comunicados. [1] Dada la gravedad de la situación, el nivel de criminalidad alcanzado. En este sentido  todo proceso de solución pasa por la renuncia de Daniel Ortega y Rosario Murillo, admite Mónica Baltodano..

Futuro incierto
El futuro es incierto y no puede excluirse la posibilidad de que este país, tan masacrado por la violencia, vuelva a sufrir un baño de sangre. La oposición al orteguismo cubre todo el espectro político y, tal como ha ocurrido en otros países (Venezuela y Brasil), sólo muestra unidad para derribar el régimen, pero no para crear una alternativa democrática. Todo lleva a creer que no habrá solución pacífica sin la renuncia de la pareja presidencial Ortega-Murillo y la convocatoria de elecciones anticipadas libres y transparentes.
Los demócratas, en general, y las fuerzas políticas democráticas y progresistas, tienen razones para estar perplejos. Pero tienen sobre todo el deber de examinar las opciones recientes de gobiernos considerados de izquierda en muchos países del continente y de cuestionar su silencio ante tanto atropello de ideales políticos durante tanto tiempo. Por esta razón, este texto no deja de ser, en parte, una autocrítica. ¿Qué lecciones se pueden extraer de lo que pasa en Nicaragua?. 

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