El estudio que busca determinar el alcance de la contaminación de alimentos en el Ecuador
Una investigación de la Universidad Andina Simón Bolívar, con la dirección del médico Jaime Breilh, busca determinar cuán contaminados pueden estar los alimentos que consumimos en el Ecuador por efecto de los productos agrícolas que se usan en su cultivo. La tendencia en los países desarrollados es a controlar la cantidad de pesticidas, antibióticos, agroquímicos y sustancias que afectan a la salud humana en los alimentos, pero el debate está en sus inicios en el país.
14 de octubre del 2018
REDACCIÓN PLAN V
Cuando el médico y epidemiólogo Jaime Breilh fue rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, un centro de posgrados del norte de Quito que sufrió una virulenta arremetida del correato, propuso la creación del programa Andina Eco Saludable.
Se trata de un programa de investigación, explica desde Machala, en donde se encuentra en investigaciones de campo el médico, cuyo objetivo es impulsar una manera de comer que sea realmente saludable.
"El problema es que en el mundo y en nuestro país estamos comiendo alimentos contaminados, no solamente estamos hablando de agrotóxicos típicos sino de moléculas de antibióticos, contaminantes, metales pesados, hormonas", precisa Jaime Breilh.
2000
Campesinos acuden cada año a los hospitales por intoxicaciones con agroquímicos.
La tendencia a discutir la contaminación de los alimentos es global . En países como España, se estima que la industria de los productos químicos usados en la agricultura facturó 1.100 millones de euros en 2016, con un promedio de 73.000 toneladas anuales para el quinquenio 2011 a 2015.
España es el país europeo que más fitosanitarios consume en la agricultura en términos absolutos: 77.216 toneladas en 2015, más que Francia, Italia y Alemania, con 67 mil, 63 mil y 48 mil toneladas, respectivamente.
Muchos de los productos agrícolas, que se usan en todo el ciclo de cultivo de una fruta o verdura, contienen glifosato, el mismo hervicida que Colombia utilizó contra poblaciones de coca en la frontera ecuatoriana a principios de los 2000, y que motivó una demanda internacional de nuestro país. No de ha descartado que el glifosato pueda producir cáncer.
Según un estudio de 2017 de la organización Acción Ecológica, "Los plaguicidas ofertados en Ecuador, de acuerdo con Agrocalidad, provienen de 48 países, 5 de ellos producen el 70% de los plaguicidas importados y concentran el 74% del valor de esta importación. Nuestro nivel de intercambio comercial con China en los últimos años se ha consolidado tanto que junto con Colombia son nuestros principales socios comerciales en lo que respecta a plaguicidas. Este nivel de intercambio está asociado a la crisis del 2009 donde se consolidaron las potencias emergentes como China, India y Rusia, así que el alto nivel de intercambio no solo se relaciona con Ecuador sino que es creciente en toda América Latina".

"El problema es que en el mundo y en nuestro país estamos comiendo alimentos contaminados, no solamente estamos hablando de agrotóxicos típicos sino de moléculas de antibióticos, contaminantes, metales pesados, hormonas", precisa Jaime Breilh.
Acción Ecológica pudo determinar también que "En Ecuador no existe producción nacional de pesticidas, las 86 empresas que ofertan estos productos se limitan a importar, formular o reenvasar el producto extranjero. Dentro del creciente mercado de plaguicidas solo nueve empresas concentran el 65% de los productos ofertados en el mercado nacional, configurando un oligopolio".
La organización ecologista precisó también que "la mayoría de los plaguicidas agrícolas vendidos en Ecuador, tanto para cultivos permanentes como transitorios, pertenecen a los grupos III y IV, que según la clasificación propuesta por la OMS son los menos peligrosos en cuanto a intoxicaciones agudas", sin embargo, "Cuando la tierra se va debilitando, la gente lo asocia con que el agroquímico usado pierde fuerza, entonces empiezan a mezclar los compuestos para aumentar la toxicidad. En las provincias del norte del país, el 70,1% de las personas usan los plaguicidas según su experiencia, es decir que ellos deciden las dosis y los productos que se mezclan en sus plantaciones".
Sobre los intereses de los consumidores, Acción Ecológica pudo determinar que "resulta conveniente para el capital crear imaginarios en el consumidor donde el concepto de “calidad” tiene que ver con criterios de carácter visual, o sea cuando los alimentos son sometidos a normas cosméticas (empacado, color, tiempo de duración en las perchas, tamaño simétrico), descuidando aspectos nutritivos. De ahí que es muy común ver cómo se desperdician algunos alimentos porque no coinciden con estas características".
Por lo menos 2000 campesinos acuden a los hospitales del país cada año por intoxicaciones con plaguicidas, precisa Acción Ecológica: "la mayor parte de casos del 2012 se dan por el uso de paraquat (herbicida no selectivo), bromadiolona (rodenticida con su producto “campeón”), glifosato (herbicida de alto espectro), cipermitrina (insecticida piretroide), carbofuran (insecticida carbamato) y clorpirifos (insecticida organofosforado). Entre los principales ingredientes activos asociados a las intoxicaciones, sólo el carbofuran ha sido separado del mercado, el resto tiene registro vigente en la actualidad".
Las sustancias químicas pueden afectar a los trabajadores del campo, que son quienes directamente manipulan los químicos, mientras que residuos de esas mismas sustancias pueden quedar en los alimentos que consume la población.
"La alimentación está llena de eso que llamamos contaminación. Eso quiere decir que una persona desde muy niño puede tener algunas veces de manera invisible y otras veces de manera aparatosa unas consecuencias graves en ese campo y no puede ser posible que permanezcamos impávidos ante lo que está sucediendo", advierte Brielh, quien encabeza un estudio para determinar la situación en el país.
La Universidad Andina, explica Breilh, se ha aliado con universidades del interior del país, como la Universidad Técnica de Machala, y también de Canadá y Estados Unidos, para hacer estudios más a fondo de este tema.
En los comedores de la propia Universidad, relata, se ha cambiado su sistema de provisión de alimentos comprándolos a productores agroecologicos de alimentos seguros de la Sierra norte, en especial, de Tabacundo. Además de evitar que los integrantes de esa comunidad académica consuman alimentos contaminados "les damos un mercado seguro a estás comunidades que están luchando por hacer una agricultura de este tipo que proteja los ecosistemas, que no introduzca tóxicos masivamente en las redes de agua de las regiones", precisa.

Un aspecto muy importante, destaca también el médico, es que están estudiando a las personas que trabajan ahí, con aspectos como muestras de sangre, orina, cabello y otros, en donde se buscan signos de intoxicación por agroquímicos.
Estudios del banano
Breilh fue contactado por PLANV en Machala, donde realiza un amplio estudio sobre el uso de químicos en la producción bananera.
Según Acción Ecológica, la fumigación aérea es un problema en las bananeras: "entre los plaguicidas más comunes figura el fungicida Mancozeb para controlar la Sikatoka Negra. Mancozeb es un ingrediente activo muy criticado por sus afecciones al sistema nervioso central, por producir fatiga, dolor de cabeza, náuseas y visión borrosa. Este producto ha sido reconocido como disruptor endocrino y cancerígeno humano".
En una alianza con la Universidad Técnica de Machala, la Andina está investigando y recogiendo datos sobre el agua, el suelo, las plantas y las personas relacionadas con la agroindustria bananera en la provincia de El Oro, en especial, en el cantón Balao. El estudio de los ecosistemas y la productividad es uno de los ejes.
Según explica Breilh, se está analizando la eficiencia en el uso del agua y el manejo de suelos, pues al aplicar los químicos, para disolverlos se consume mucha agua y no se protege la sustentabilidad a largo plazo del suelo. "Hay que evitar un suelo muerto que pierde su biodiversidad en especial en las zonas enormes de monocultivo", destaca el médico.
"Necesitamos que los suelos tengan una microflora muy fuerte y de esa manera estamos estudiando para saber si es que en las zonas agroecologicas el banano tiene más potasio", así mismo, se están estudiando los suelos a diferentes profundidades, así como el agua para el riego primero, y luego de que se usa en la agroindustria bananera, luego del proceso de empaquetamiento.
Un aspecto muy importante, destaca también el médico, es que están estudiando a las personas que trabajan ahí, con aspectos como muestras de sangre, orina, cabello y otros, en donde se buscan signos de intoxicación por agroquímicos. "El país no tiene conciencia de esto, ni los propios consumidores quienes no tienen idea de qué está pasando", destaca, por lo que cree importante más apoyo para empresas pequeñas y medianas que luchan por hacer agroecología.

En el caso del banano, asegura, es posible utilizar controles de plagas menos tóxicos, o fertilizantes naturales. La producción de banano es fuertemente dependiente de productos contra plagas y ácaros que podrían afectar la salud, reitera.
Breilh ha conocido experiencias similares en países de la región, como Brasil: "me pidieron asesoría para un programa nacional brasileño que se hizo entre más de 20 universidades del Brasil con sus especialistas. En los alimentos que se vendían en Brasil los resultados fue que se ha contaminado más del 70% , en especial, hortalizas, lechuga, papas y frijoles".
Según el experto, aún no hay datos importantes de esta problemática en el Ecuador y su estudio está en la fase de recoger información al respecto, sin embargo, sostiene que hay algunos estudios aislados sobre la producción de papa, la naranjilla, el tomate y otros en el país. En el norte del país, el uso intensivo de insecticidas en los cultivos de papa podría ser preocupante, advierte Breilh. "En Ecuador estamos encontrando un tema muy sensible al que hay que manejar con cuidado porque lo último que queremos es que la lactancia materna se vea afectada si determinamos que las mujeres pueden estar contaminadas con agrotóxicos".
Otro producto al que habría que ponerla la lupa es al camarón, pues para la cría de estos animales se utilizan antibióticos, que podrían pasar a los consumidores en pequeñas dosis, lo que afectaría la salud de las personas.
Hay varios problemas económicos y políticos en torno al debate, destaca Breilh. Cree que es necesario cambiar la mentalidad de los políticos para que desprendiéndose de las presiones de los grandes interesados tengan otro tipo de visión de la productividad por medio de pequeñas y medianas empresas.
El estudio en las zonas bananeras de El Oro, dice Breilh, está tomando comparaciones entre las zonas donde se trabaja agroecológicamente y las zonas con grandes monocultivos para tratar de ver qué efecto tienen inclusive sobre el cambio climático. Para ellos se está midiendo la temperatura del suelo profundo y superficial del ambiente.
Un enfoque integral desde el Gobierno
Lea el informe de Acción Ecológica sobre plaguicidas en el Ecuador y su impacto en los alimentos.
Para Breilh, debe haber una respuesta multisectorial en el Gobierno, pues se trata de una problemática que alcanza al ámbito de varios ministerios, como Agricultura, Salud o Ambiente. El papel de los consumidores y de las universidades también es clave en este proceso, destaca el investigador, así como reformas legales en el Código de la Salud.
En el caso del banano, asegura, es posible utilizar controles de plagas menos tóxicos, o fertilizantes naturales. La producción de banano es fuertemente dependiente de productos contra plagas y ácaros que podrían afectar la salud, reitera.
Una de las preocupaciones de los agricultores es maximizar su productividad, pero Breilh cree que se puede demostrar que no baja significativamente si se reduce el uso de agroquímicos. La productividad por hectárea sigue siendo el principal indicador en los cultivos, pero no toma en cuenta la contaminación del agua y las zonas cercanas cuando, por ejemplo, se usan avionetas de fumigación. Los productores deben entender que no puedes generar un producto a expensas de destrozar los ecosistemas y a los seres humanos, finalizó Breilh.
No hay comentarios:
Publicar un comentario